“Al final todos somos hombres ordinarios”
Nosotros y ellos, canción escrita por Pink Floyd
La crisis migratoria entre Europa y África es, en parte, el resultado del neomercantilismo occidental.
En este sentido, el migrante de color y religión islámica es un chivo expiatorio sutil, ya que no se resalta su malevolencia, sino la fragilidad de su cultura. Hoy como ayer, el ‘otro’ alimenta una narrativa que le sirve a la clase política para avanzar a sus encubiertas agendas.
Se hablan maravillas del Imperio Romano de antaño y, de hecho, todavía en la actualidad no hemos podido superar algunas de sus edificaciones arquitectónicas y formas de organización social. Dicho esto, es importante puntualizar que la mayoría de los pueblos con los que el Imperio interactuó fueron tildados de bárbaros, enemigos que a su vez justificaron una mayor expansión de todo lo romano.
La verdad es que estos supuestos enemigos acabaron destruyendo a Roma como consecuencia de siglos de abusos en su contra. Simplemente, si no hubiera habido tanto expansionismo, no se hubiera dado el contacto con pueblos tan diferentes al romano.
Las cosas son distintas ahora, ya que Europa no es ni la sombra de lo que fue el Imperio Romano en cuanto a su fortaleza y unificación, por lo menos en su primera etapa. Hoy EUA es el Imperio en turno, pero la forma de tratar al otro no ha cambiado mucho. En esta línea, la prisa y las maneras del Tío Sam en África y Medio Oriente son una respuesta desesperada y errónea a la creciente penetración e inversiones chinas.
El discurso orientalista se mantiene, ese que da por un hecho que la cultura occidental es superior en todo rubro a las demás del orbe. El problema es que esta visión ideológica conforma mucha de la política exterior hacia África y Medio Oriente, las fuentes principales de la migración indeseada que tienen a Europa tan ‘preocupada’.
Los medios están presentando a los migrantes bajo una óptica peyorativa, prácticamente infantilizándolos. Esta narrativa mediática se adhiere al televidente a nivel emocional, ya que se reduce a la víctima a sus ‘defectos’, que son realzados para justificar la política continental de ‘humanitarismo’. Es así que la Unión Europea (UE) no sólo se ha convertido en una unión de transferencias financieras que mantiene con vida a una periferia débil mediante transfusiones de deuda (Grecia, Portugal, Irlanda), la UE también está tomando atributos de unión de transbordos al presumir el capital moral suficiente para mover las poblaciones de migrantes de acuerdo con sus propias necesidades.
Lo que no se dice, y algo de lo que me enteré acá en Italia gracias a algunas entrevistas, es que el supuesto humanitarismo de Estado está siendo pagado con los impuestos de la ciudadanía, a la cual está dirigida la campaña mediática emotiva. Asimismo, el negocio del humanitarismo es controlado por la mafia local, la cual se encarga de ‘reabsorber’ ese dinero que el gobierno destina a cada migrante como asistencialismo.
Detrás de todo esta parafernalia humanitaria está la manipulación de los mercados laborales europeos y las fuentes de materias primas de África y Medio Oriente. Esto porque la mano de obra barata y los recursos naturales siguen siendo una urgencia para las corporaciones trasnacionales. Por eso es que Bruselas está discutiendo la posibilidad de militarizar la costa de Libia, sitio fallido por donde últimamente transitan la mayoría de los migrantes provenientes de muchas partes del continente africano.
En vez de dirigirle más odio al que llega, sería mejor analizar las causas de la migración, la cual sólo en Italia se cuadruplicó durante 2014, según la Organización Internacional para las Migraciones (IOM). Definitivamente no puede ignorarse la realidad que los propios gobiernos africanos le han creado a su gente. No obstante, no es ninguna casualidad que Libia sea el principal puerto de embarque para la incesante movilidad. El vacío de poder que dejó Muamar Gaddafi está siendo explotado por los traficantes de personas, quienes se aprovechan de la ingobernabilidad para hacer negocio. Ulteriormente, la mentada democracia que se implantó a la fuerza en Libia simplemente no floreció.
El capitalismo salvaje utiliza a algunas ONG (¿recuerda a KONY?) para suavizar su violento intervencionismo, así como en el pasado el senado romano se jactaba de conquistar territorios y poblaciones ajenos por su propio bien. Por eso no debemos permitir que esta pantalla mediática emotiva nos disuada del hecho de la permanente lucha por los corazones y las riquezas de sociedades mucho menos poderosas. Esta nueva violación postcolonial se lleva a cabo ridiculizando a la gente en los medios, para con ello facilitar el control de su destino.
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