‘‘Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo’’
Proverbio tibetano
La alimentación, como muchas otras funciones del cuerpo, es un sistema rutinario del cual dependemos para la vida. De eso no podremos escapar mientras compartamos esta tierra, pero lo que si podemos evitar es consumir comida procesada y modificada.
Una de las industrias más perjudiciales es la de los alimentos, ya que las máquinas y sus químicos nos enferman.
Un día común se organiza de forma lineal, pero cuando hacemos mucho caso al tiempo cronológico –ese que habita nuestras mente de forma psicológica– le proyectamos patrones similares a todo lo que percibimos. Por eso vivir así es encarcelarse detrás de prisas lineales que nos distraen de una naturaleza cíclica y recurrente.
Por eso te recomiendo primero que nada que comas despacio, poniendo atención a cada mordida. Después te invito a que te des la oportunidad de ver la alimentación no sólo como nutrición –con sus fórmulas de proteínas, carbohidratos y grasas– sino como una práctica con la que nos reconocemos como uno con la naturaleza.
Eso que comemos se vuelve metafóricamente un hámster, que al desplazarse por tus órganos los va activando, energizándolos con su movimiento. Reciprocidad orgánica le llamaría, ya que lo que viene de la tierra regresa a ella, un preludio a cuenta gotas del desapego existencial al que irremediablemente nos enfrentaremos.
Para entender esto pudiéramos verlo a la inversa, cuando consumimos cosas demasiado densas y procesadas. La carne tarda mucho más en abandonar tu cuerpo que otros alimentos, esos que entran y salen sin dejar rastro como un buen arbitro de futbol. Nos han engañado al pensar que es mejor comer éste y otro tipo de organismos musculosos y grasosos por su supuesta carga nutricional. Es así que lo que acabamos haciendo es forzar a nuestro cuerpo para digerir masas más duras y sebosas.
No te digo que dejes de comer res o cerdo, ni siquiera por motivos veganos o religiosos, sólo te invito a que observes por ti mismo cómo este tipo de influjos cobran mucho más factura metabólica que otros. Una pera no te llenará como un pedazo de carne, obviamente, pero si te fijas detenidamente, te darás cuenta de lo poco que la fruta batalló y tardó para navegar tus cavernas. A largo plazo agradecerás el haberlo hecho, cuando vayas recolectando ese sobrante de energía que estará a tu disposición por no haberte dañado tanto.
Ahora toma consciencia de que entre más caro y codiciado el alimento, más tóxicos suele traer para preservarlo, ya que los mercados para su distribución y consumo han movido a la civilización desde antaño. Todo proceso alterado tarda mucho más en ser ‘descifrado’ por tu organismo, que no nació para funcionar intoxicado.
Prueba todos los grupos de alimentos y su amplia gama de colores. Come granos, cereales, frutas, verduras y plantas, y si quieres también carne, pero no te estanques en lo mismo, ya que lo que se estanca dificulta la evacuación.
Consume lo que se eche a perder pronto debido a su prístina sustancia. Entre más ingiramos cosas que han sido manipuladas para alargar su vida y realzar sus cualidades, más nos someteremos a los designios de aquellos que buscan no más que dinero con lo que producen.
Una vez que te hayas acostumbrado a ver tu alimentación de esta manera podrás tener un mayor control sobre tu peso, ya que la gordura es una consecuencia no examinada de tu forma de comer.
Para eliminar eso que te sobra hay dos pasos. Primero hay que separar al instinto que nos obliga a comer de los estímulos de la publicidad y sus prisas, que desde afuera nos seducen a cambio de nuestra plenitud. Después hay que sentir ese centro emocional que olvidamos detrás de la panza, aquel que acumula sentimientos atorados (inactividad y baja autoestima) debido al quejoso conformismo que sedimentamos por falta de voluntad.
La salud no es la ausencia de enfermedad, como aseguran los que nos examinan bajo el microscopio. La salud es el refrendo cíclico de la conciencia, y sólo lubricándola es como permaneceremos cerca de nuestra esencia, sin necesidad de amarres e intervenciones ajenas. La comida no `cura´, simplemente refina el balance de los ciclos naturales que interpretamos como salud.
Por eso hay que fluir todo el día como el colibrí. Es mejor estar activo en todo momento y no destinar un bloque específico de tiempo para algo llamado ejercicio. Intégrate con el movimiento que nos es propio y déjate llevar.
La liberación es entenderle a los ciclos de la naturaleza de la cual formamos parte. La naturaleza es una maestra muy sabia, sólo necesitamos alinearnos con ella sutilmente.
Blog: danzanegra.blogspot.com
Correo: juanguerra@hotmail.com
JUAN CARLOS GUERRA: Licenciado en Estudios Internacionales por la UDEM, con Maestría en Sociología por la Universidad de Essex, Reino Unido. Especialista en Teoría Social y Política. Actualmente locutor y analista del programa de radio Global-es, en la Universidad de Monterrey.
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