Las tecnologías de la información de nuestra era han sido colonizadas por la imagen, ya que las computadoras personales que en la década de los ochenta priorizaban al teclado y los textos que escribíamos, hoy han cedido su lugar a los celulares y tablets que operan con una pantalla como plataforma digital, que coronan a la imagen y su consumo como lo más fundamental.
Y aunque los gadgets del día de hoy también cuentan con un teclado digital, la realidad es que éste solo es utilizado incidentalmente en plataformas com Instagram, donde un pequeño fragmento de texto acompaña a la profusa imagen. En ese sentido , no solo es la palabra la que se pierde a favor de la imagen, si no también las habilidades tradicionales que desde Homo Habilis aprendimos en un medio de interacción natural, que nos hace lo que somos como especie. La parte mamífera ahora está siendo delegada a un centro tecnológico que acumula y dicta mediante algoritmos lo que debemos hacer y ser. Todo lo que alguna vez hicimos y que ya olvidamos ahora lo aprendemos a través de youtube, de personas que ni conocemos ni nos interesan, de las cuales tomamos solo lo que nos sirve de forma utilitaria, sin tener que dirigirle una palabra como al chofer de uber con el que apenas y saludamos, por estar todo perfectamente coordinado desde la comodidad de mi celular. Ulteriormente, las conexiones emocionales que nos hacen humanos, y que suavizan y facilitan la transmisión de conocimiento y habilidades, están siendo desplazadas por unos cuantos clicks.
Esta transformación no solo implica y exige una nueva ética de alcance tecnológico-social, en una sociedad propensa a depender de las fantasías paralelas para escapar de la realidad inmediata. Más allá de eso. Lo que es urgente es analizar el fenómeno mediático y los efectos para la comunicación humana en si misma -entre las personas como grupos, y en la relación que hay para las personas consigo mismas, en su comunicación interior, esa que le permite establecer consciencia y soberanía sobre el mundo perceptivo, prerequisito para la autoconocimiento y la comunicación interpersonal. En pocas palabras , la comunicación tecnológica de la imagen implica nuevos patrones de convivencia. A continuación un glosario de conceptos relacionados.
La disociación tecnológica implica la despersonalización de la comunicación y el debilitamiento del grupo - cuyos individuos se atomizan, fraccionan y desintegran del colectivo por estar distraídos en perpetua imagen-acción. Una especia de trinchera virtual anti-social; un coco wash y lavandería de eternas imágenes. Esta disociación engendra la desconfianza, especialmente en colectividades sobre-socializadas, donde el sistema influye mediante el excesivo requisito para la unidad del grupo. Esto equivale a que el miedo y la exigencia fortalecen las funciones y roles específicos de cada quien para reforzar la identidad del colectivo, a expensas de la libertad de los individuos que lo componen.
El movimiento físico se alenta mientras que el aprendizaje y la comunicación no verbal-mimetica se disipa, esa que nos permite sentirnos interconectados aunque estemos en silencio. Dicho de otra forma, nuestra presencia es solo en cuerpo, ya que ni siquiera nuestras emociones están depositadas en lo que percibimos, si no que están enfocadas en nuestros gadgets y su profusa vendimia de imágenes. Terminamos confundiendo al mapa y sus coordenadas de imágenes con la realidad, y acabamos viviendo desde ahí.
Los selfies, en esta linea, son intentos de agregar al colectivo mi fracción de sentimiento personal, pero no desde lo interpersonal-comunicativo, si no desde mi islote y fracción de desconexión virtual. ' Descubrí esto o aquello mientras navegaba' , y quise compartirlo para añadir a la conversación, aunque ésta no me consideraba e incluía por haber arribado a ella de forma virtual.
La estructura tecnológica de poder ha cambiado la libertad posmoderna de interconexión horizontal -peer to peer- que permitía el libre flujo de discursos entre usuarios. La red se ha super comercializado dificultando con sus cobros el libre paso de lo que sea. Los grandes grupos mediáticos dominan, modifican y sugieren nuestras vidas, redireccionando las prioridades. El envudo es la promoción, ellos nos llevan bajo el lema de ' alternativas de opción del libre mercado', donde sin percatarnos acabamos condensando nuestras decisiones y estandarizando estilos de vida.
Por otro lado está el poder de desinformación y misinformación que resulta de tanto acceso tecnológico a realidades virtuales que están más allá de nuestro presente. Se facilita el control de la opinión, porque confiamos en los dispensadores de información y en sus mecanismos tecnológicos . No solo batallamos para sintetizar mucho más la enorme cantidad de información e imágenes que nos arrojan. En el proceso se dificulta también el obligado escrutinio lógico-racional, para saber que realmente pudiera ser plausible y factible, de acuerdo a la gran cantidad de información con la que nos topamos, dificultando un sano establecimento de los parametros de la realidad que queremos refrendar tanto afuera como dentro de nosotros.
La nueva Santa Trinidad- Aplicación, Actualización y Algorítmo
La confianza se vuelve un activo fundamental en tiempos de despersonalización, ya que cada vez sustituimos más presencia fisica por largas distancias de interconexión cibernética. Por eso dependemos incrementalmente de las referencias virtuales para poder ser alguien en el mundo de las redes sociales, gradualmente transformando nuestra identidad tradicional en una virtual, donde el puntaje y la certeza de los clicks determina lo que somos.
Encima de esto se da un proceso de injerencia de más regulaciones y dictados de un sistema de computo que se super comercializa. Es así como la red nos amarra mediante la trinidad Aplicación-Actualización-Algorítmo, que hace de nuestro comportamiento uno cada vez más predecible, así facilitando la estandarización del mercado y la adicción como patrón de perpetuo consumo.
La privacidad sufre en el camino, ya que se sacrifica en nombre de la feróz seguridad virtual, reflejando de alguna manera lo que sucede en el mundo real-social del que somos conscientes cuando no hay wifi. El control permea a las redes virtuales que enredan a sus usuarios con tanta oferta y requisito, haciéndolos presas de sus seductores e incesantes contenidos.
La cultura del consumo ha penetrado a la cultura de la tecnología de los tablets y los celulares. Ahora las aplicaciones se actualizan en automático, estimulando la demanda y la adquisición para que la sociedad pueda estar 'actualizada' con lo más novedoso. No son herramientas que mejoran nada más nuestras vidas, si no que además la moldean al grado de tejer nuestros estilos de vida, los cuales no podemos llevar a cabo sin la intermediación de los gadgets. Estos se vuelven tan o más importantes que nuestro automóvil o la misma casa y la ropa que portamos, se convierten en accesorios de moda combinables. No son un medio, si no un fin en si mismos; son nuestras extensiones bionicas.
Los procesos cognoscitivos se alteran con tanta imagen, ya que el razonamiento y la sinapsis que alguna vez hacíamos con nuestras categorías mentales ahora son sintetizadas por la imagen, que nos llena el caudal temporal de expectativas y fantasías ya significadas. Nos ahorran el pensamiento y la prospección cuando nos llenan el pasado, futuro y presente con tanta imagen.
En esa línea, la epilepsia mediática (narrativas de imagen que no duran más de 1 a 3 segundos) que nos arroja el cine, así como los programas de televisión y su publicidad contemporánea, se refleja también en las aplicaciones de nuestros gadgets, donde la profusión repentina de imágenes nos mantiene ocupados con tanta fantasía. Esto es una distracción que nos aísla en complacencia consumista. La imagen obnubila al texto y al audio con que antes construíamos conceptos que le daban una linealidad y conceptualizacion clara a nuestro pensamiento. El ' scrolling' que hacemos con el dedo mientras desesperadamente buscamos más imagenes en facebook o Instagram rompe con la linea de pensamiento, porque nos seduce a que pasemos de un perfil a otro sin gran reflexión; bits y encabezados informativos que por flojera no contextualizamos y por ende no profundizamos.
El resultado es la atomización disociatoria, que rompe con la linea de pensamiento, ya que las multiples imágenes sobre estimuladas y ciertamente pre-significadas (o sea, no son símbolos fonéticos cual letras y palabras que percibimos para proceder a darle significado conceptual, si no imágenes con una carga semiótica pre especificada). que sustituyen a nuestra realidad perceptiva. La sustitución se da después que la epilepsia mediatica entre cortó nuestro pensamiento lineal, debilitando cualquier defensa mental ante el ataque de imágenes. Narrativas de imagen que no duran más de 1 a 3 segundos, que multiplican el parpadeo de los ojos y la consecuente ansiedad del cliente. Dicha repetición de imágenes supera al pensamiento y a cualquier reflexion.
Hoy debilitamos el logos (pensamiento linguistico-conceptual) emergente de los niños, que para los 3 años ya usan uno o varios gadgets, ya que sus padres así lo prefieren. Por un lado para distraerlos, y por otro 'pa irlos acostumbrando a la realidad del mundo y el tiempo en que nacieron'.
Así es como nuestra certeza perceptiva el día de hoy es una combinación de gadget y mente, con tendencia a que el primero aglomere casi todo. Esto nos convierte en la practica en un androide. Esto porque nuestras extensiones bionicas son el receptáculo de nuestra información, a la cual se la otorgamos mediante un empoderador ' upload mental '. Nuestro entendimiento del mundo se ubica en la palma de nuestra mano, una especie de intermediario que filtra los contenidos perceptivos de forma selectiva, que refleja las decisiones comerciales y de consumo que el sistema nos enseñó a coronar sobre nuestra voluntad tradicional y las habilidades arquetípicas correspondientes a millones de años de evolución antropológica.
Nuestro yo ciber-netico. En pocas palabras, es la imagen que tenemos de nosotros mismos, que tiene menos que ver con algo que surge de nuestro ser, y más con un constructo introyectado y re significado por las tecnologías que permitimos en nuestras vidas.