Friday, 30 November 2018

Enfatizar la raza es diferenciar las clases sociales y el trabajo. Esto ancla a un grupo en el poder, mientras el resto se confronta en tiempos de crisis.
La pobreza es un enemigo interno que resulta de manipular a lo racial y la clase, porque siempre tiene que haber alguien a mero abajo para justificar los niveles superiores y al sistema económico.
Esa misma pobreza como enemigo es reforzada en las instituciones del Estado, como la cultura y la educación. Se construye todo un discurso que la legitima, así como se hizo con la servidumbre durante el feudalismo. Sin pobreza como realidad y concepto se dificulta la motivación económica para ascender y salir adelante. La pobreza es el combustible de la movilidad social.
Las clases sociales, en este sentido, son un concepto que combina a la raza y las practicas culturales, que facilita el orden social y la organización del trabajo a gran escala. Es por eso que cuando el trabajo es escaso el poder siempre recurrirá a la raza y las diferencias culturales para empoderarse. Divide y vencerás le dicen. Es más fácil distraer al desempleado de la realidad estructural del desempleo si enfoca su malestar contra entes específicos. Enfrentar a la clase trabajadora contra las pobres, y a veces hasta la clase media, ha sido una estrategia recurrente de nuestra civilización. 
Otra estrategia tiene que ver con la manipulación de los mercados laborales y la migración. Si lo que se busca es reducir costos laborales en casa simplemente se deja entrar a gente que cobra mucho menos por hacer lo mismo que tu gente.
Por eso la igualdad en la sociedad capitalista y la socialista es una ilusión. El sistema piramidal desigual es el que facilita el control social y la organización del trabajo y la economía. Las grandes utilidades solo se aseguran bajo este esquema, y por eso la movilidad social como posibilidad para todos es falsa. Las diferencias y el conflicto le son orgánicas al sistema, ya que mantienen la estructura de precios que aseguran las enormes utilidades que refuerzan a la elite en la punta de la pirámide. 
A grandes rasgos el costo de la desigualdad lo pagamos todos, aunque desproporcionalmente.
Cargas de trabajo, salarios, oportunidades laborales, acceso a bienes y servicios, segregación, racismo y clasismo. Todas características del sistema piramidal que nos gobierna. 
En pocas palabras, el pobre le sirve al sistema, siempre y cuando no represente a las mayorías.

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