Saturday 21 January 2017

De apegos y desapegos




El desapego está de moda. Se nos dice que no sólo es posible, si no deseable el adecuarse a un estado mental 'vacío' - exento de estímulos externos. Lo irónico es que las funciones inconscientes, físicas, emotivas, sexuales y egoicas del cuerpo representan el apego en si mismo. 
El inconsciente es el sotano de los arquetipos colectivos y las vivencias infantiles, mientras que el cuerpo es una maquinaria que debe su desempeño al mundo exterior que lo mantiene. Así mismo, las emociones no sólo se disparan cuando sostenemos ciertas ideas a las que se han aparejado, si no que además son mecanismos de supervivencia y adaptación al medio ambiente, cuya existencia antecede por mucho al desarrollo de la mente y sus designios identitarios. En esa linea, el ego es una herramienta que sólo opera mediante la onerosa identificación con símbolos, letras, palabras y frases, que en un sentido están inscritas en nuestra consciencia. 
Y que decir del DNA que nos compone, ese historial de apegos certificados y pegados que sostiene la escalera en espiral que prolonga lo que somos, recuerdos archivados de nuestro largo y arduo camino como especie. De la sexualidad no hay mucho que decir en cuanto al desapego, ya que en si representa una de las actividades más apegadas, ya que nos permite unir las semillas que generan la vida. La trampa biológica está puesta para todos, por eso es imposible e irresistible sucumbir a ella.
La vida es la unión de por los menos dos semillas o elementos. La materia, en ese sentido, es el resultado de un 'sacrificio ritual' de apegos. Y para asegurar esa continuidad física es que transformamos a los sentimientos en aferramientos con nombres y apellidos específicos, creyendo que entes particulares pueden darnos la libertad tan añorada.
En otras palabras, cualquier ejercicio de desapego es una difícil abstracción que contradice a nuestra naturaleza. Desconectar una parte de lo que somos en búsqueda de la trascendencia es negar una parte de lo que nos constituye, acto ciertamente dirigido por un ego afanoso de comodidades espiritualistas. 
Ulteriormente, el amor es un concierto de apegos y presencias, mientras que el desapego es un forzoso ejercicio de dualismo egoico, donde la parte material de nuestra existencia debe ser superada y reprimida para dar rienda suelta a una mente supuestamente abstracta y racional, que sabemos tarde o temprano termina comiendose a si misma en eterno aburrimiento platónico de auto validación. 
Por eso mejor escojamos los apegos que nos ayuden a crecer y ser mejores, convirtiéndolos en dignas causas para aligerar el sufrimiento que forma parte de nuestra existencia.




El verdadero respeto implica enfocarse en la persona actual que tenemos enfrente, y no en el potencial que creemos puede desarrollar.
La raíz latina de la palabra respeto es 'respicere' -contemplación-, o sea, la habilidad de observar a la persona como es, consciente de su individualidad única. Respetar, en ese sentido, es permitirle al otro crecer y desenvolverse a su manera y no como queremos que lo haga.
Haciendo esto nos quitamos el papel de transformadores y salvadores de nuestros hijos, amigos y parejas. Es mejor convertirse en sus admiradores, contempladores y verdaderos acompañantes, a esperar a que cambien para darnos gusto. 

Respetémos lo que somos y nuestros proyectos, así evitaremos proyectarle a los demás nuestras frustraciones, expectativas y prisas insatisfechas.



El verdadero amor platónico es la comunión de dos autenticidades, dos luces que no se andan buscando lados para hacerse sombras, porque ya son lo que quieren ser.
Somos polvo de estrellas prestado que viene de paso, que en un soplar del viento se nos arrebata de la mesa, cual pimienta que no supo condimentar.

Quítense ese rollo de que el amor ideal excluye al cuerpo, las ramas, las células, los troncos, las venas, las hojas, los huesos, las obscuridades y los subconscientes. 
Usen todo lo que esté a su disposición para iluminarse mutuamente el camino, que el amor es luz y no perfeccionismo venidero.

Sunday 1 January 2017

La brocheta del tiempo




Pirotecnia, ruido, gritos, basura, todo para celebrar cambios en calendarios artificiales alejados de los ciclos naturales, cambios de fecha que nos refuerzan la línea de tiempo que controla nuestras vidas.
Tenemos esa costumbre de postergar nuestros deseos presentes y transformaciones urgentes, que sabemos se exigen para hoy, así dejándolas para un futuro incierto envuelto de dígitos proyectados. Creemos que depender del tiempo contado, con la certeza de su numérica continuidad, es mejor que observar lo que nos rodea, esa mina de oro que es la naturaleza con sus múltiples y permanentes ofertas de enseñanza cíclica. "Ponte el reloj", nos dicen, y eventualmente recibirás lo que mereces, aunque eso sea muy lejos allá en un futuro prometedor.
Sustituimos la satisfacción de lo inmediato y lo cotidiano por el afán de la salvación del mañana, ya que la promesa de la línea de tiempo -que nos atraviesa la carne como brochetas prensadas- es mucho más seductora y tangible que los ciclos de la vida, esos que nos nutren de los pies a la cabeza.
En esa línea, el invento más poderoso del patriarcado no fue ni el matrimonio ni la supuesta democracia, si no esa temporalidad perpetua que organiza la vida de la sociedad, así arrebatándonos esa individualidad que nos acerca a la esencia de nuestro ser. Nos dieron identidad a cambio del ser, ya que sobre ésta primera es mucho más fácil montarnos el resto de las expectativas ajenas y colectivas llamadas 'cultura', tristemente el más grande e inconsciente obstáculo a la plenitud como personas.
Nos quitaron el gozo y la conexión con los elementos que nos alimentan -agua, aire, tierra y fuego-, los cuales, si nos quitamos las prisas temporales y les ponemos atención consciente, nos indican la transformación constante de la cual somos parte. Por eso antes de la brocheta del tiempo los antiguos endiosaban a las fenómenos naturales, a sabiendas que eran estos, y no los dioses ni los hombres, los que determinaban la supervivencia y la calidad de vida de la tribu.
La primavera entra con lluvia y las lunas nuevas y llenas a veces también nos sorprenden con humedad, mientras que el final y el inicio de los ciclos astrológicos se anuncian con una mayor iluminación y obscuridad, dependiendo del momento. Pero como ahora nos hemos convencido que prestar atención a esas 'pequeñeces' es una 'perdida de tiempo', mejor preferimos llenarnos de basura temporal y limitada para celebrarnos.
Te invito a que reclames tu identidad de ese tiempo lleno de expectativas que desde niños se nos implanta, línea que acaba siendo sobre la cual nos colgamos como ropa sucia de convencional lavandería. Recupera tu identidad de la hoguera colectiva que la atrapa, y en el proceso sintoniza con la intuición que emana de tu corazón, en búsqueda de esa autenticidad que te acercará cada vez más a ese ser que en esencia eres y con el que sueñas reconciliarte.
Ultimadamente, cambia tu rol y ciega participación como tuerca de la ferretería de la maquinaria colectiva por ese oficio que está más cercano a ti y que te distingue, el cual en máxima simpleza se convertirá en la base de tu aceptación personal, siendo esa la forma más simple y honesta de comunicación con otros, el compartirte desde la pasión de lo que eres.
Muere cada noche de luna para renacer con el sol de cada día. Vacíate y llénate de oportunidades para ser uno mismo siempre. Vacíate de identidad y rellénate de ser aquí y ahora.

Pero recuerda algo siempre. Eres la semilla nada más, no la lluvia que la fertiliza. Pon atención, y te darás cuenta lo que le corresponde a cada quien. A ti te toca actuar, y al universo y a su naturaleza devolver en honesta y transparente abundancia.