El verdadero respeto implica enfocarse en la persona actual que tenemos enfrente, y no en el potencial que creemos puede desarrollar.
La raíz latina de la palabra respeto es 'respicere' -contemplación-, o sea, la habilidad de observar a la persona como es, consciente de su individualidad única. Respetar, en ese sentido, es permitirle al otro crecer y desenvolverse a su manera y no como queremos que lo haga.
Haciendo esto nos quitamos el papel de transformadores y salvadores de nuestros hijos, amigos y parejas. Es mejor convertirse en sus admiradores, contempladores y verdaderos acompañantes, a esperar a que cambien para darnos gusto.
Respetémos lo que somos y nuestros proyectos, así evitaremos proyectarle a los demás nuestras frustraciones, expectativas y prisas insatisfechas.
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