El verdadero amor platónico es la comunión de dos autenticidades, dos luces que no se andan buscando lados para hacerse sombras, porque ya son lo que quieren ser.
Somos polvo de estrellas prestado que viene de paso, que en un soplar del viento se nos arrebata de la mesa, cual pimienta que no supo condimentar.
Quítense ese rollo de que el amor ideal excluye al cuerpo, las ramas, las células, los troncos, las venas, las hojas, los huesos, las obscuridades y los subconscientes.
Usen todo lo que esté a su disposición para iluminarse mutuamente el camino, que el amor es luz y no perfeccionismo venidero.
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