“Es momento que los asiáticos manejen los asuntos de Asia”
Xi Jinping (1953-) Secretario General del Partido Comunista de China
El enfrentamiento entre EUA y Rusia nos está distrayendo del empoderamiento chino.
Exactamente lo que Occidente quería evitar es lo que está sucediendo. Rusia y China se están acercando cada vez más para defenderse de los embates de sus
enemigos declarados.
La más reciente evidencia de ello es un nuevo acuerdo entre los bancos centrales de Beijing y Moscú, para la permuta crediticia de hasta $150,000 millones de yuanes, el equivalente a $24,000 millones de dólares. Esto quiere decir que China se acaba de convertir en un acreedor fundamental de Rusia, algo que ya se reflejó en el Rublo, moneda que por fin detuvo la caída libre en su tipo de cambio con el dólar.
Los chinos están usando su fortaleza económica para salvar a otros países como Argentina y Venezuela, los cuales también aceptaron permutas crediticias similares. De alguna forma puede decirse que Beijing está tomando la ‘estafeta endeudadora’ de Washington, por lo que gradualmente se irá convirtiendo en fiel copia de eso que tanto critica.
No debemos olvidar que EUA es el mayor deudor de China, pero como suele suceder con todo adicto, el Tío Sam será el último en reconocer que está en serios problemas. Mientras esto acontece, Beijing teje su red comercial y de inversiones alrededor del mundo. Al día de hoy el dragón asiático cuenta ya con 28 acuerdos bilaterales para permutas como las mencionadas, lo que se suma a los múltiples apoyos al desarrollo de infraestructura en una plétora de países alrededor
del orbe.
Me imagino que se preguntará, estimado lector, como es que un país tan desigual como China puede estarse colando el superliderato del mundo. La respuesta más simple es que es casi imposible que potencias con aspiraciones de ese tamaño sean igualitarias y democráticas, ya que en su DNA tienen metida la idea de ser el mejor desde lo competitivo, y no desde
a cooperación.
La historia del American Dream nos puede ayudar a ilustrar el punto. El sueño americano no despegó realmente hasta la década de los cincuenta, algunos años después de que Washington le anunciara su estatus de superpotencia a los asistentes de la conferencia de Bretton Woods de 1944. El sueño americano fue la materialización de las fantasías de una clase media que se mantuvo vigente hasta finales de los noventa, pero ahora solo quedan algunos vestigios de esa
forma de vida.
Los imperios se imponen de forma dura en un inicio, para de ahí poco a poco crecer con la intención de incluir en el desarrollo a cada vez más personas. Dicho esto, enfatizo que es muy factible que la igualdad nunca llegue a todos los chinos. No obstante, el poderío industrial y económico del país asiático se concentrará en las manos del Estado. En términos prácticos esto significa que no tiene que haber igualdad ni sistema republicano para que los militarizados líderes hagan lo que quieran en el mundo, como sucede ahora con EUA.
Esto quiere decir que no transitaremos a la tan añorada nueva era con el reinado chino. Simplemente tendremos un nuevo acreedor a escala global que sustituirá
a EUA.
Por lo pronto veremos más de lo mismo en cuanto a los embates occidentales en contra de Vladimir Putin, el rostro corporativo de la unión euroasiática. Los riesgos de seguir atizando el fuego financiero son varios. El primero es que Rusia se declare en default, absteniéndose de pagar las deudas que lo atan a los mercados globales. Esto destruiría al sistema financiero que nos rige, lo que seguramente conduciría a la guerra inmediata. La otra opción es dejar de surtir combustibles fósiles a Europa, algo que se antoja difícil de acuerdo a la baja económica global y la barata oferta de petróleo árabe.
Una vez que se calmen las aguas podremos ver de nuevo las causas que llevan a algunos a sobreponerse. La dura realidad es que el poder está con los que mueven las maquinas, para fabricar los deseos materiales que posibilitan celebraciones materialistas como la Navidad.
Todavía falta para que Eurasia se declare independiente de Occidente, pero entre más se incremente la presión sobre ellos para evitar su amarre, más rápido veremos el rompimiento definitivo con ese orden internacional que ya no brilla por ausente.