Saturday 21 July 2018

La nueva Santa Trinidad - Aplicación, Actualización y Algorítmo

La confianza se vuelve un activo fundamental en tiempos de despersonalización, ya que cada vez sustituimos más presencia fisica por largas distancias de interconexión cibernética. Por eso dependemos incrementalmente de las referencias virtuales para poder ser alguien en el mundo de las redes sociales, gradualmente transformando nuestra identidad tradicional en una virtual, donde el puntaje y la certeza de los clicks determinan lo que somos.
Es así que la confianza se vuelve una serie de datos técnicos que corroboran nuestro tecno-aislamiento, ya que la confianza anteriormente se ganaba en el terreno, y no sentado frente a un monitor. En esa línea, nuestra forma de hablar también se transforma, porque nuestro lenguaje se va alimentando de esos tecnicismos que nos arrojan las redes, exacerbados por el triunfo de la imagen sobre la palabra y la comprensión de la lectura.
Encima de esto se da un proceso de injerencia de más regulaciones y dictados de un sistema de computo que se super comercializa. Es así como la red nos amarra mediante la trinidad Aplicación-Actualización-Algorítmo, que hace de nuestro comportamiento uno cada vez más predecible, así facilitando la estandarización del nicho y la adicción como patrón de perpetuo consumo.
La privacidad sufre en el camino, ya que se sacrifica en nombre de la feróz seguridad virtual, reflejando de alguna manera lo que sucede en el mundo real-social del que somos conscientes cuando no hay wifi. Ulteriormente el control permea a las redes virtuales que enredan a sus usuarios con tanta oferta y requisito, haciéndolos presas de sus seductores e incesantes contenidos.

Migración politizada

El Estado es complice de la migración desde que dibujó las fronteras hace mucho tiempo.
Es más importante observar los movimientos poblacionales en masa dirigidos, que los de unos cuantos soñadores en busca de mejor vida, porque en los primeros están los cambios sociales.
Ejemplo de esto que llamo 'migración politizada' fue el Colonialismo, donde las grandes potencias movieron poblaciones enteras, incluyendo a la esclavitud, para reducir costos laborales. Asimismo sucede en el Pos Colonialismo, cuando la gente liberada migra hacia el corazón del alguna vez amo colonial, que le espera con los brazos abiertos para, otra vez, reducir costos laborales.
No importa el sueño individual de salir adelante. Para la migración politizada la clave es la alquimia que convierte a muchos en mano de obra barata. Hoy en la actualidad pasa lo mismo, pero ya con imperios fragmentados como naciones donde abundan las fronteras, con ello multiplicando las narrativas migratorias entre vecinos.
Hoy vemos como la política y el negocio, a veces en colusión, abren las puertas para dejar entrar a mucha gente, ya sea para formar una masa fiel votante a cambio de derechos de asilo, en el proceso convirtiendo al discurso político en uno de la identidad, la raza y las diferencias culturales. O, para beneficiar al empresariado con, otra vez, bajos costos laborales.
El problema con esto es tratar despues de hacer política congruente en tiempos de crisis, -llenando de promesas la calle- así como Trump y demás políticos conservadores abusan del tema migratorio para llevar agua a sus molinos.
En pocas palabras, la migración es más una estrategía económica y política cortoplazista para el poder en turno, por lo cual la convivencia social se dificulta entre tanta hipocresia, de un sistema que por un lado promete la unidad, mientras que por el otro nos receta el 'complica y vencerás' a diurnas cucharadas.

¿Es más natural competir o cooperar?


La naturaleza es un sistema que fluctua entre competencia y cooperación, pero la identidad del YO se ancla más en la competencia, ya que nos educan para ser mejores de lo que ya somos. Todo sistema e ideología propone el sacrificio de tu presente a cambio del fruto del mañana, enfatizando la lucha para realzar tu individualidad sobre la del resto, ironicamente esperando que resulte armonía, salud mental y estabilidad emocional de todo ello. Sin embargo la cooperación pura es a su vez muy idealista, como aquellos que creen que es factible vivir sin afectar el medio ambiente y sin causar impacto, donde nada sufre ni muere para dar cabida a lo nuevo. 
La punta de la pirámide descansa sobre otras niveles, mientras que la cooperación pura no produce liderazgo, ya que no estimula las diferencias ni establece aspiraciones, por ello dificulta el cambio y la evolución. La clave es buscar el equilibrio entre competencia y cooperación, para entrar en sintonía con una naturaleza integral que es más realista que idealista. Reduces la competencia pura del ego sin abandonarla. Participas también de la cooperación que es necesaria para girar la rueda de la distribución equitativa de las posibilidades.
La naturaleza es tanto gregarismo como imitación. Lo distinto provoca cambios porque produce curiosidad y nos cuestiona, por eso es positivo. La conformidad de la cooperación absoluta no produce liderazgos ni chispazos de espontaneidad, esenciales para establecer nuevos significados y formas de cooperación.
La continuidad de la vida como sistema, ironicamente, es que las cosas mueran para que lleguen cosas nuevas - distintas pero parecidas en esencia. La vida no sucede en la permanencia de lo estancado y de lo que poco cambia. Finalmente la cooperación incluye a la competencia, la recibe en sus brazos, la contempla en su atardecer, se juntan en el cenit del horizonte que comparten, donde nace toda posibilidad de existencia material.

Del egoismo a la autentica presencia

Del egoismo a la autentica presencia
La identidad es el puente que construimos para mejor administrar la realidad que percibimos, puente que consiste en un lenguaje con el que interpretamos al mundo.
Dicha identidad tiene la funcion de darnos certeza de lo que está ahi afuera, mediante las referencias perceptivas que llamamos pensamientos. Es así como sutilmente nos vamos separando y distinguiendo del exterior. Sin darnos cuenta sutituimos nuestra presencia y participación por nuestros pensamientos, convertiendolos en gendarme y aduana que obstruyen el libre flujo de percepciones. No dejamos 'entrar' nada a nuestra mente que antes no hayamos etiquetado, buscando proteger a la identidad y al capullo de certeza objetiva que a su alrededor tejimos. Es así que no tenemos palabras tampoco para nuestras emociones, porque de hecho la mente se monta sobre ellas, por ende no sabemos intepretarlas, ni mucho menos sentirlas, porque vivimos desde la cabeza, la percepcion y las etiquetas de lo exterior.
Es de aquí donde nace el egoismo, algo no natural, si no un subproducto de la construcción de ese mecanismo del ego que es la identidad. Egoismo en este sentido es filtrar todo lo que experimentamos para contrastaralo con nuestra programación. Desafortunadamente esa herramienta que se nos da con buenas intenciones para el exito en la vida termina separandonos, ya que nos da un falso sentido de individualidad pura y de desconección. Nos molesta que las personas no se comporten como queremos, ya que constantemente las ponemos a prueba de nuestras necesidades semanticas.
Madurar es flexibilizar el caparazón identitario para ponernos en el lugar de otros -vernos como ellos, como objetos más que sujetos, desarollando una sensibilidad hacia lo que nos rodea, reduciendo la categorización y el aferramiento racional. La conexión está más alla del ego y antes de el, cuando eramos un fresco retoño a quien no se le había recetado el dichoso visor de la identidad.
Entonces, la reintegración voluntaria con el todo que ya estabamos integrados (antes de ponernos la mascara de la identidad) implica lograr una presencia más participativa y consciente en el todo. Ironicamente son las caidas y las frustraciones las que nos fisuran y quiebran el caparazón de la identidad, ya que por sistema la mente siempre busca cubrir con su manto de ideas al todo. Son los tropiezos los que nos permiten ver desde afuera al capullo que construimos como algo fragil y falible, permitiéndonos la sensibilidad emocional que requerimos para reintegrarnos, facilitándo la participación con otros con la empatía como nueva posibilidad.
Es desde afuera de uno mismo pero con un pie adentro desde donde podremos desarrollar la autenticidad necesaria para cristalizar la sintesis de lo interior y lo externo. Interior en el sentido individualista-identitario. Colectivista en el sentido de ser uno más por haberse diluido y perdido entre los demás.
Ser autentico es haber trascendido la creencia que se está aislado en total individualismo, así como también evitar perderse entre las exigencias de otros. Es poder celebrar la unidad esencial sin necesidad de embarrarse con ellos en extasis estandarizador. Ser autentico es compartir desde la profundidad del ser -usando para ello la presencia corporal, el misterio emocional, pero tambien la razón, para no convertir a la fiesta en algo completamente insipido. Eso si, una razón menos clasificatoria, que nos permita realmente estar y compartir tomando en cuenta las necesidades ajenas.
Ser autentico es ser un candil de luz en el camino de los demás, evitando colectivismos y membresías que nos estancan, así como individualismos egoistas que nos anclan en el Yo y sus simbolizadas exigencias. 
Intentémos desarrollar enclaves de autenticidad linguistica que nos permitan re conformar las palabras para usarlas más allá de la identidad con la que nos programáron, estableciendo así una verdadera conexión con lo que nos rodea y una mejor comunicación con la totalidad de lo presente.

Entre más grande la culpa más larga la agonía


La culpa nos estanca en el proceso de aceptación de experiencias vividas porque nos mantiene como protagonistas del drama no trascendido.
Y aunque siempre hay responsabilidades que repartir, la culpa las concentra en quien la refrenda, convirtiendo al proceso en una jaula sin salida. Es así como los demás hechos y participantes quedan fuera de la ecuación, excluídos de la resolución de nuestra propia parte del conflicto. 
Más aun, la culpa es un repaso retrospectivo del como 'debió ser' lo que fue, por lo que al flagelarnos sin cesar reforzamos el cuadrilatero mental en que nos atoramos, en el proceso removiendo las emociones que alguna vez sentimos y que como droga nos seguimos recetando.
Ironicamente la culpa realza la auto flagelación y refuerza la idealizacion de los elementos externos a nosotros, afectando nuestra percepción en el presente, contaminada por un pasado que nos provoca una nostalgia poco saludable.