Del egoismo a la autentica presencia
La identidad es el puente que construimos para mejor administrar la realidad que percibimos, puente que consiste en un lenguaje con el que interpretamos al mundo.
Dicha identidad tiene la funcion de darnos certeza de lo que está ahi afuera, mediante las referencias perceptivas que llamamos pensamientos. Es así como sutilmente nos vamos separando y distinguiendo del exterior. Sin darnos cuenta sutituimos nuestra presencia y participación por nuestros pensamientos, convertiendolos en gendarme y aduana que obstruyen el libre flujo de percepciones. No dejamos 'entrar' nada a nuestra mente que antes no hayamos etiquetado, buscando proteger a la identidad y al capullo de certeza objetiva que a su alrededor tejimos. Es así que no tenemos palabras tampoco para nuestras emociones, porque de hecho la mente se monta sobre ellas, por ende no sabemos intepretarlas, ni mucho menos sentirlas, porque vivimos desde la cabeza, la percepcion y las etiquetas de lo exterior.
Es de aquí donde nace el egoismo, algo no natural, si no un subproducto de la construcción de ese mecanismo del ego que es la identidad. Egoismo en este sentido es filtrar todo lo que experimentamos para contrastaralo con nuestra programación. Desafortunadamente esa herramienta que se nos da con buenas intenciones para el exito en la vida termina separandonos, ya que nos da un falso sentido de individualidad pura y de desconección. Nos molesta que las personas no se comporten como queremos, ya que constantemente las ponemos a prueba de nuestras necesidades semanticas.
Madurar es flexibilizar el caparazón identitario para ponernos en el lugar de otros -vernos como ellos, como objetos más que sujetos, desarollando una sensibilidad hacia lo que nos rodea, reduciendo la categorización y el aferramiento racional. La conexión está más alla del ego y antes de el, cuando eramos un fresco retoño a quien no se le había recetado el dichoso visor de la identidad.
Entonces, la reintegración voluntaria con el todo que ya estabamos integrados (antes de ponernos la mascara de la identidad) implica lograr una presencia más participativa y consciente en el todo. Ironicamente son las caidas y las frustraciones las que nos fisuran y quiebran el caparazón de la identidad, ya que por sistema la mente siempre busca cubrir con su manto de ideas al todo. Son los tropiezos los que nos permiten ver desde afuera al capullo que construimos como algo fragil y falible, permitiéndonos la sensibilidad emocional que requerimos para reintegrarnos, facilitándo la participación con otros con la empatía como nueva posibilidad.
Es desde afuera de uno mismo pero con un pie adentro desde donde podremos desarrollar la autenticidad necesaria para cristalizar la sintesis de lo interior y lo externo. Interior en el sentido individualista-identitario. Colectivista en el sentido de ser uno más por haberse diluido y perdido entre los demás.
Ser autentico es haber trascendido la creencia que se está aislado en total individualismo, así como también evitar perderse entre las exigencias de otros. Es poder celebrar la unidad esencial sin necesidad de embarrarse con ellos en extasis estandarizador. Ser autentico es compartir desde la profundidad del ser -usando para ello la presencia corporal, el misterio emocional, pero tambien la razón, para no convertir a la fiesta en algo completamente insipido. Eso si, una razón menos clasificatoria, que nos permita realmente estar y compartir tomando en cuenta las necesidades ajenas.
Ser autentico es ser un candil de luz en el camino de los demás, evitando colectivismos y membresías que nos estancan, así como individualismos egoistas que nos anclan en el Yo y sus simbolizadas exigencias.
Intentémos desarrollar enclaves de autenticidad linguistica que nos permitan re conformar las palabras para usarlas más allá de la identidad con la que nos programáron, estableciendo así una verdadera conexión con lo que nos rodea y una mejor comunicación con la totalidad de lo presente.
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