El ejército salió a la calle para combatir al narcotráfico pero permaneció para enfrentar la crisis de inseguridad que implica mucho más conflictos que las drogas. Después se les encomendó la construcción de infraestructura estratégica, como son los aeropuertos, refinerías, trenes, hospitales y demás proyectos, que por lo general corresponden a los privados bajo regímenes modernos y republicanos. Por ahí también surgió COVID, una emergencia farmacológica que irónicamente puso a los militares, y no al personal del sector salud, a vacunar a la gente a lo largo y ancho del territorio nacional.
A grandes rasgos se le ha venido otorgando cada vez mas atribuciones políticas a una fuerza cuya preparación y esencia es la guerra, y no todas aquellas funciones que les mantiene en la calle obstaculizando la gobernabilidad.
Pero tampoco los poderes democráticamente electos ayudan mucho a la gobernabilidad al recurrir cada vez más a Fuerzas Armadas incluyendo las policías "civiles" militarizadas que están bajo el mando de los gobernadores estatales, y que como en el caso de Nuevo León, corren el riesgo de politizarse más, si intervienen en el proceso de elección del nuevo gobernador interino, que cubrirá el vacío de poder que con premura dejó el ahora "flamante" aspirante presidencial.
El que los políticos mientan y se contradigan es la constante. La novedad es que estén hechando mano de las Fuerzas Armadas para sus fines políticos, y que eso sea un atributo más que mantenga a lo castrense en la calle - con el enorme costo en vidas humanas y la gran carga impositiva que eso conlleva.
El ejército está observando el conflictivo proceso de elección interina en N.L. con la peligrosa posibilidad de intervenir si los poderes electos no se ponen de acuerdo y se siguen amenazando con la fuerza para imponer a sus propios candidatos. Pregunto... ¿Acaso eso le conviene a México?