La vida en ciudades con economías consumistas obsesionadas con el crecimiento nos obligan, ante la crisis ambiental que enfrentamos, a hacer cambios en nuestra forma de vida, ya que si no seremos victimas eternas del sistema que formamos parte.
La clave está en nosotros los indviduos como piezas que conforman a la colectividad y al sistema que tanto criticamos, y que sabemos nos necesita para seguir creciendo.
Pero es fundamental ser realistas, ya que es imposible a estas alturas de la historia jugar al cavernicola y meternos a la cueva para salvarnos. O sea, no es necesario flagelarse totalmente, privándose de lo que sabemos es esencial para una calidad de vida aceptable.
Por eso es que la compensación personal no solo es recomendable para mantener un equilibrio en tu huella de carbóno, si no también para lograr un balance en tu participación en la colectividad que compartes. La analogía más cercana es la del cuerpo. Así como durante el día te activas, durante la noche descansas para mantenerte sano y en óptimo funcionamiento. Encima de todo la observación de tus patrones de consumo formarán tu caracter y desarrollarán tu consciencia ecológica, haciéndote sentir parte del cambio que le urge al mundo, así dejando el pleito sistémico fuera.
Entonces, si de plano no puedes evitar subirte al avión y viajar, buscas como compensarlo, aunque no equivalga a lo mismo en carbóno. Te bañas con agua fría cuando se pueda o comes más frutas y verduras en vez de carnes y alimentos industrializados, et cetera. Evitas cambiar de carro seguido y compartes el que tienes - o te subes al camión urbano.
Todo esto no es perfecto, pero en algo tenemos que participar, ya que la entrada de nuevos millones de personas a la sociedad de consumo en Asia y Africa nos van a obligar tarde o temprano a valernos por nosotros mismos.
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