Sunday 11 January 2015

Sé congruente y luego exige

´La libertad de expresión no te protege de las consecuencias de decir estupideces´

Jim C. Hines (1974-) Escritor estadounidense

Apoyarse en el concepto de libertad de expresión para justificar ataques culturales y consignas personales es la mejor forma de destruir la universalidad de una idea.

Nuestro mundo ha batallado mucho con las ideas de relevancia universal, ya que para muchos pueblos estas han sido impuestas por potencias coloniales ancladas en el eurocentrismo. Un buen ejemplo es la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de la ONU (1948), la cual fue una actualización de la original Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la Francia revolucionaria del 
siglo XVIII.
Técnicamente la ONU se estableció como una organización encargada de institucionalizar y alinear a los distintos pueblos del mundo alrededor de ideas universales. No obstante, la realidad de las cosas es que muchos países africanos, musulmanes y orientales se han adherido a regañadientes, por la simple razón de que sus sistemas de valores difieren en la esencia de lo que es el hombre y su lugar en el mundo.

La libertad de expresión significa cosas distintas para cada cultura, por lo cual se hace muy difícil el coordinar sus alcances para todos. Las libertades que tiene un francés para criticar lo que sea no son compartidas por millones de personas alrededor del orbe, por ello me parece ingenuo enjuiciar a otros por que no se sujetan enteramente a nuestra forma de ver las cosas. Además, es irrisorio tratar de justificar la libertad de expresión cuando esta se usa como arma racista, para burlarse de lo más sagrado de otras culturas y religiones, como lo es el Profeta Mahoma para los musulmanes. Ulteriormente quiero resaltar la poca legitimidad con la que cuenta Naciones Unidas en los últimos tiempos, ya que como sabemos, esta organización ha hecho caso omiso, y en algunos hasta ha apoyado indirectamente, el exterminio de poblaciones enteras en Medio Oriente.

No apruebo los ataques en contra de los periodistas parisinos, pero me parece fundamental el que analicemos su participación en ese discurso islamofóbico y del terrorismo que ha englobado a Europa y América. El enemigo más temeroso de Occidente desde la caída de la URSS ha sido el musulmán, ya que casualmente en sus tierras yacen muchos de los recursos fósiles que mueven al mundo. Es así que se ha ‘legitimado’ una carnicería en su contra, con ejemplos en Siria, Libia, Irak, Irán, Afganistán, Yemen, Sudan, Nigeria, etc., amparada en que no son amantes de las ´libertades´ occidentales. 

El musulmán es el chivo expiatorio contemporáneo, el blanco perfecto para tapar los abusos propios. Dicho de otra forma, las libertades civiles de todo tipo se han limitado en Occidente debido al estancamiento económico, y por eso es que se incrementa la presión en contra de esas poblaciones que migraron para cubrir los trabajos de bajo costo y preparación, que muchos ya no quieren hacer. Dejaron entrar a la gente con menos educación y mayor identificación religiosa, y ahora se quejan porque no se adaptaron a una sociedad europea ya de por sí racista y clasista.

Por otro lado están los excesos de los gobiernos como el de Obama, el cual aprobó la película que puso en el ojo del huracán a Sony Entertainment. El notorio filme narra un complot para matar al líder actual de Corea del Norte, algo que obviamente fue interpretado como un insulto y una amenaza por las autoridades del país asiático. Obama enfatizó que el supuesto hackeo coreano (no se ha comprobado) es una amenaza en contra de la forma de vida estadounidense. Me pregunto ¿cuál sería su reacción si los coreanos hicieran lo mismo, proyectando una película con la muerte del Presidente de EUA, a escala nacional y en forma de propaganda?

Hay que tener mucho cuidado con los valores que queremos para los demás. Si no somos congruentes con ellos, será imposible el que alguien más los respete. La clave está en el ejemplo, y no en la incongruente imposición de valores que solo respetamos cuando nos conviene para justificar los medios para lograr ciertos fines.

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