Thursday, 22 January 2015

De naciones y súper Estados


`Los franceses y toda la Unión Europea deben despertar y luchar para proteger nuestra civilización común´
 
Benjamín Netanyahu (1949- ) Primer ministro de Israel 
 
La ultraderecha europea e israelí está presentando la islamofobia como una lucha de civilizaciones con el objeto de consolidar Estados-nación étnicamente homogéneos en el Siglo XXI.

Increíble es que Netanyahu crea que es posible consolidar un Estado-nación judío a expensas de la población palestina de origen árabe, la cual reside en estas tierras desde antaño. Es en sentido que este político asistió, en flagrante hipocresía, a la marcha ‘Ejecutiva’ a favor de la libertad de expresión en Paris. El ‘Bibi’ aprovechó su visita para decirle a la población judía que vive ahí en Francia que el único lugar seguro para ellos es Israel. Esto es parte de una estrategia a largo plazo que contempla el regreso de las poblaciones judías europeas a Israel, en algo llamado ‘‘sionismo”.

Lo que une a políticos como Netanyahu y Marine Le Pen en Francia es su disgusto por la inmigración de otras etnias, que son vistas como una amenaza a la ‘pureza’ de sus naciones. Ambos se han enfocado en los migrantes y las poblaciones establecidas de musulmanes, ya que sobre ellos cuelga la etiqueta del ‘terrorismo’ que los medios de masa han venido construyendo como discurso desde la década pasada. Para enfatizar sus posiciones están capitalizando los últimos atentados contra Charlie Hebdo como supuesta evidencia de que los musulmanes quieren acabar con Europa.

Querer aparejar la situación social de Israel con la de este continente es anatema. En el caso europeo, las migración de árabes, caribeños, norafricanos, indios, y demás asiáticos comenzó una vez terminada la etapa colonial, cuando se requirió de mano de obra abundante para echar a andar la industrialización. Es así que, para finales de la década de los 70, Europa ya había duplicado el PIB que tuvo antes de la Segunda Guerra Mundial, lo que no hubiera sido posible sin la ayuda de los millones de inmigrantes que participaron en la reactivación económica.

Es cierto que el porcentaje de la población no europea ha aumentado desde los 70, pero también lo es que sin ellos se hubiere dificultado la transición hacia la era de servicios que hoy caracteriza al viejo continente. Vale la pena considerar que, a través de la historia, toda gran idea de imperio (Romano, Otomano, Británico), de gran federación (EUA, Canadá) o de súper Estado –al que curiosamente aspira la Unión Europa (UE)–, por lo general han incluido todo tipo de razas, etnias, creencias y culturas.

Ahora que el capitalismo de casino especulador ha privatizado Europa, algunos ‘líderes’ buscan explotar la situación demográfica para frenar la migración. Para que esto suceda primero se tiene que desmantelar la UE, y al parecer esto es exactamente lo que quieren gente como Jean Marie Le Pen y su hija Marine.

No obstante, las dificultades económicas y financieras han probado ser mucho más complejas que las de corte sociocultural, por lo cual se vuelve mucho más fácil centrarse en los puntos débiles migratorios que en las duras realidades de poder. La ultraderecha francesa todavía no digiere el dominio germano de la UE (euro) y el poderío militar de la OTAN de los EUA, ya que ambos contradicen el espíritu libertario de la nación Gala.

La tendencia que viene marcando la UE es a favor de una mayor integración y multiculturalismo, o sea, a favor de la convivencia de distintas formas de ser. En esa línea, el voto de la UE en pro del establecimiento de un Estado palestino es un reflejo de los avances humanitarios que esperaríamos de un ente como la UE, pero la verdad es que también tiene que ver con el gradual desfasamiento de países individuales como Francia, Reino Unido, España, Irlanda y Suecia de todo lo relacionado con Israel. Ulteriormente, ya ni siquiera EUA, como nación, mantiene el mismo interés por Tel Aviv como sucedía durante la Guerra Fría. Es apenas AIPAC y un puñado de banqueros y vendedores de armas los que siguen aferrados en mantener el patriarcado expansionista israelí y la era del hidrocarburo a toda costa, aunque en el proceso debiliten cada más al petrodólar y las estructuras que lo perpetúan.

Es por conveniencia que tanto la ultraderecha europea, la israelí y la corporativa occidental juega con conceptos arcaicos de luchas de civilizaciones tribales. Simplemente, la idea de una patria, un pueblo, una bandera y una religión ya no tiene cabida en este mundo global y posmoderno. Esta neocruzada contra el Islam es una vil excusa para avanzar los intereses de algunos poderosos sobre los desposeídos y los incomprendidos, que por aras del destino habitan tierras rebosantes de materias primas.

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