`El liderazgo de la economía mundial es una experiencia de poder que puede cegar al vencedor de la marcha de la historia´
-Fernand Braudel (1902-1985) historiador francés
¿De qué nos estarán tratando de disuadir los medios de masa occidentales? El crimen acontecido en París es una cosa, pero su repetición como simulacro en forma de propaganda es otra completamente distinta.
La televisión es uno de los mejores instrumentos de manejo de percepción que haya existido, ya que es capaz de construir, mediante el bombardeo de imágenes, eso que damos por un hecho en nuestras vidas. Sé que es difícil viajar a la totalidad de los lugares del planeta para poder interactuar personalmente con las culturas disponibles, pero me parece mucho más grave el depender de un aparato intencionado para informarnos de lo que son los demás más allá de nuestro contexto.
Es así que la TV manufactura nuestro consentimiento. Entonces, cuando los medios agarran cualquier noticia, repitiéndola sin cesar, acaban realzando nuestras emociones en relación a lo que sea que haya sucedido y que por tanta aparición logra que concentremos nuestra atención sobre el evento o la crisis reportada. Nuestra mente solo puede enfocarse en algún asunto cuando se desenfoca de otros, y ahí es donde yace el mayor poder de la TV.
El mejor ejemplo de esto es el atentado en París, noticia que ha llenado los espacios de la mayoría de los medios de masa occidentales. Lo que han logrado con ello es concentrarnos en la muerte de una docena de personas y, en el camino, han conseguido que nos olvidemos de las millones de víctimas que han perecido desde que inició la cacería contra el terrorismo en 2001.
Estos chicotazos mediáticos, como los del dichoso avión desaparecido de Malaysia Airlines, no solo nos disuaden de fenómenos de mediano plazo como los de la consigna terrorista occidental –ese cómodo chivo expiatorio al que recurren cada que lo necesitan. También sirven para mantenernos alejados de otras realidades geopolíticas que apenas hace unas semanas inundaban todo espacio televisivo. Me refiero a la situación de enfrentamiento entre Occidente y el emergente mundo multipolar Euroasiático y el BRICS, que llevan algunos años ya pujando por la supremacía del planeta.
No hay que olvidar que China ya salvó a su brazo armado ruso de la debacle financiera, ya que Moscú es de alguna forma el escudo y espada que Pekín subcontrata para resguardar su incremental despunte hegemónico. Como sabemos, Rusia se ha convertido en una piedra en el camino para los EUA, los cuales están tratando de seducir aún más a Europa para que rompa en definitiva con el milenario oso ruso. Las críticas europeas contra las sanciones han subido de tono y, en esta línea, hasta hoy se han sumado políticos austriacos, húngaros, checos, italianos, letones, franceses –con el mismo François Hollande–, y el vicecanciller y ministro de Economía y Energía alemán, Sigmar Gabriel.
La noticia más relevante que los medios de masa omitieron previo a lo de Charlie Hebdo fue que Putin ya invitó a Europa a profundizar sus lazos comerciales con la Unión Euroasiática, los cuales solo pueden fortalecerse en detrimento del potencial acuerdo comercial (TTIP) con Washington y, en sí, de esa relación que llamamos Occidente.
No solo está en juego algún bloque geopolítico o militar. Lo que está en peligro es todo el andamiaje cultural e ideológico llamado liberalismo, que tiene en existencia desde el Siglo XVII, periodo de larga duración que según Fernand Braudel define lo que somos en Occidente. Antonio Gramsci se referiría a los 400 años de liberalismo como un bloque histórico donde se contienen las prácticas sociales que, a su vez, crean los valores y las teorías que usamos para racionalizar y justificar nuestra cultura.
Lo que trato de decir es que la cosa es mucho más compleja que la guerra de civilizaciones entre judío-cristianismo e Islam, que los medios están usando para esconder los abusos de una clase política depredadora e incongruente. Occidente se está defendiendo de la muerte de su hegemonía socioeconómica, obviamente, pero también trata de prevenir que surja una nueva cosmovisión e idiosincrasia que se atreva a modificar el eurocentrismo que lleva con nosotros muchos siglos.
Estamos siendo testigos de una lucha civilizatoria en la que Occidente intenta evitar el tener que pasarle la estafeta –obligatoria por lógica histórica– a Oriente. Dicho esto, es importante que no echemos las campanas al vuelo, ya que será tomada por otras culturas que seguirán con el mismo sistema patriarcal insustentable, pero desde otra visión. La nueva era, tristemente, será más de los mismo, solo que nos tendremos que conformar, de este lado del mundo, con el asiento trasero.
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