“El tótem es el ancestro común del clan, su espíritu guardián y ayudante”
Sigmund Freud (1856–1939) psicoanalista austriaco
Sigmund Freud (1856–1939) psicoanalista austriaco
El sentir de mucha gente en el país se está reflejando en inconformidad pública, pero los cambios fundamentales que el sistema requiere se están perdiendo de vista en esa inercia protestante que busca tumbar al presidente.
La mega marcha que se está organizando para este miércoles tiene el objetivo principal de demostrarle al gobierno que las cosas han rebasado los limites de lo aceptable, de lo vivible. Confieso que siempre me han llamado la atención los movimientos sociales como las marchas. Existen pocos actos públicos que se les puedan comparar, en cuanto a su capacidad de transformar de inmediato la percepción colectiva de las cosas. Dicho eso, lo malo de las aglomeraciones de tal tamaño es que suelen terminar como acumuladores del enojo colectivo. Entonces, si esos tumultos no logran auto trascenderse, se quedan en la etapa de animadversión, justamente en lo que las autoridades necesitan para incrementar la represión.
Es por eso que es momento para aprovechar esa energía ciudadana para lograr los cambios en el sistema que sabemos son urgentes, tratando de evitar los desmanes que pudieren disolverlo todo a favor del gobierno. De no suceder así, lo que veremos es lo de siempre.
El concepto de líder va muy de la mano con esa idea freudiana llamada ego ideal, o sea, la figura de autoridad como concepto clave para la pacificación de las pasiones individuales y colectivas a favor del orden social. Sublimamos nuestras ganas más profundas e incomprendidas de hacer y deshacer, a favor de un símbolo de mando estable, el cual internalizamos como una especie de padre colectivo.
Entonces, el ejecutivo o representante de cualquier comunidad equivale a la vez una figura patriarcal y un ego ideal para la agrupación que se encuentra bajo su mandato. El ego ideal es la proyección de admiración que desarrollan sus miembros para con el líder del grupo. Es así que nuestros impulsos y enojos, que surgen del hecho de ser gobernados por desconocidos, son limitados como convención a favor de ese ´tótem´ que nos organiza de forma común.
Los líderes, en esa línea, no solo lo son en autoridad, sino que también en estructura. Esto quiere decir que la cabeza además es quien consolida el orden simbólico que antecede. El líder político establece el respeto y la indoctrinación social, así como el Cardenal, Obispo o Papa es el eje de consolidación doctrinal de la feligresía. Estos perpetúan el conjunto de ideas que homologan a grupos de personas bajo una misma cosmología e idiosincrasia.
Estos conceptos nos sirven para entender al México de hoy, en donde por lo visto hemos pasado ya una fase terminal en cuanto a los fines de las protestas. Lo que muchos desean es atacar a la figura del presidente mismo, tumbar al tótem, ya que como lo expliqué con anterioridad, este se establece como un ancla inconsciente en lo social, pero también como icono del orden colectivo imperante
en el espacio público.
No propongo que se repriman las protestas, ya que esto solo las haría mas frecuentes y violentas. Lo que el Estado debería de hacer es tratar de comprender las motivaciones de estas expresiones, para poder desarrollar esa capacidad de empatía entre autoridad y representado que tanto necesitamos para el ahora y el después. El peligro que corremos todos es que estos entes –el social y el político– no se pongan de acuerdo, y que al final las cosas terminen radicalizándose de forma peligrosa.
Dicho esto, enfatizo que preferiría el que se utilizase este momento público para desarrollar esa consciencia crítica de la situación por lo que atraviesa el país, y no para justificar la creación de nuevos partidos políticos, o para legitimar el surgimiento de nuevos liderazgos carismáticos, excusa perfecta para lanzar la carrera de algunos engreídos con aspiraciones de poder.
Ojalá se aproveche lo que sucede para analizar a fondo la estructura económica, ideológica y política de nuestra colectividad. De lo contrario, lo que pudiere consolidarse en México es la simple protesta como método para expiar nuestros odios sobre los hombros de otros muy confundidos compatriotas, enajenados por su desmedida pasión en contra de los símbolos del poder.
Lo importante es tratar de entender lo que está detrás de quienes detentan el poder, evitando centrarnos en sus actores. Hay que priorizar el análisis de los patrones y las conductas nocivas, no en las características personales de quienes nos caen mal.
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