“A veces la ley pone al aparato completo de jueces, policías, prisiones y gendarmes al servicio de los saqueadores, mientras trata a las víctimas como criminales”
Frédéric Bastiat (1801-1850) intelectual francés
Frédéric Bastiat (1801-1850) intelectual francés
En momentos de mayor agitación, como este, es cuando se toman peores decisiones, por lo que vale la pena repasar lo que está en juego para evitar caer todavía más profundo en la incomprensión colectiva.
Estamos a muy poco de legitimar el Estado policiaco que de facto hemos venido armando desde inicios del milenio.
Es muy claro que el péndulo de la agitación social se movió sustancialmente hacia la radicalización de la lucha durante las últimas semanas. En esa línea, la respuesta de las autoridades ha sido la misma: apretar las tuercas de la represión para recuperar ese ‘orden’ que aseguran solo deviene de una efectiva aplicación de la fuerza.
Debemos tener mucho cuidado, ya que estamos en peligro de perder las pocas libertades civiles que nos quedan, y todo porque unos cuantos se mantienen necios en que la violencia es el único camino para resolverlo todo.
Quiero dejar en claro una cosa: Un Estado militarizado representa la derrota de cualquier cultura que se presume como republicana. Y lo peor del nuestro caso es que estamos permitiendo que se monte la dictadura sobre una sociedad profundamente corrupta, mezcla súper explosiva para el desarrollo y la felicidad colectiva.
Llegó la hora de hacer las cuentas de muerte y gasto público en milicia para poder concluir que nos equivocamos como comunidad. Si queremos algo revolucionario, algo que marque el inicio de algo nuevo, debemos permitirnos intentar caminos alternativos a formas de ser que ya han comprobado su fracaso.
Para recuperar la paz primero necesitamos tener concordia, y esta no llegará por si sola. Urge establecer un nuevo pacto social basado en el respeto de las diferencias, en el cual el Estado se encargue de hacer leyes que permitan la igualdad en el espacio público. Además se deben regular los excesos privados, en aras de atemperar las diferencias socioeconómicas que detonaron conflictos como el actual.
Si permitimos que se calme a los manifestantes a golpes enterraremos con ellos las causas de su inconformidad. Estoy de acuerdo que tampoco se les puede dejar que hagan lo que quieran, especialmente cuando son una minoría que por cualquier motivo se echa a la calle. Lo irónico es que este no es el caso, ya que la protesta generalizada se ha convertido en el termómetro de las condiciones sociales en el país.
Fundamental será reforzar el escrutinio sobre las autoridades, ya que como el sistema autoritario se ha vuelto autorreferencial, es muy factible que estén esperando cualquier cosa para pegar el golpe definitivo. De ser así, terminaremos de ahogarnos en una vorágine de violencia y militarismo. Esto no solo será improductivo, si no que también será la plataforma hacia un mayor sufrimiento comunitario.
No debemos dar excusas para que se sigan ‘legitimando’ la guerra y la militarización, ya que de hacerlo estaríamos jugando a las manos de nuestro vecino del norte, quien es experto en ‘desactivar’ bombas que hacen tic-tac, como la nuestra.
Siento que debemos aprovechar la coyuntura de energía ciudadanía para reconectarnos primero entre nosotros a nivel horizontal, para de ahí poder unificar el poder popular a favor de algo nuevo. Si nuestra actitud es pacífica seguramente seremos recibidos con mejor cara. Dicho esto, aclaro que la consigna tiene que ser concertada en contra de la guerra que llevamos más de una década peleando.
No lo quiero asustar, estimado lector, pero falta poco para que los medios empiecen a compararnos con Irak y Siria, y sus fenómenos particulares de Al-Qaeda e ISIS. Puede que le asuste esto, pero en definitiva el número de muertos que hemos generado nos coloca en las ligas mayores de la descomposición social.
Por mientras le sugiero que no tenga muchas expectativas de las reformas migratorias que Obama ha sugerido al cuarto para las doce; esto es parte de la estrategia electoral que busca coronar a Hillary Clinton con la presidencia el año que viene. Claro que sirve para aligerar un poco la tensión de este lado de la frontera, pero una vez que los republicanos tomen el poder absoluto –con todo y Presidencia– la echarán para atrás para alinearse con sus dogmas econométricos.
En estos mismos dogmas cabe la tardía legalización de ciertas drogas, la cual a estas alturas ya deben estar ajustando para sacarle mejor provecho económico una vez lograda. Ojalá que se apuren con eso, ya que los mexicanos no hemos tenido el valor de legislar en pro del pragmatismo realista, ya que preferimos seguir con los lloriqueos moralistas que no hacen más que endurecer a nuestra cultura.
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