Tuesday, 4 November 2014

Una carreta sin ruedas


“La elección de líderes separatistas en el este de Ucrania es un obstáculo para la paz y la Unión Europea no la reconocerá”

Federica Mogherini (1973- ) alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad

La lucha de intereses por la riqueza ucraniana está acelerando la fractura del país. No pasó siquiera una semana desde que la elección parlamentaria en Kiev fortaleciera a los políticos prooccidentales para que las regiones orientales prorrusas llevaran a cabo sus propias elecciones.

Es cierto que la historia, la cultura y la lengua de cada mitad de Ucrania la dividen también en cuanto a su predilección por Europa o Rusia. Entonces, bajo condiciones normales, los resultados de ambas votaciones reflejarían dichas preferencias ancestrales. Lo que pasa es que a estas alturas ya no puede asegurarse que las elecciones sean fidedignas, debido a la monumental crisis que agobia a la nación.

Mucha de la presión sobre Kiev viene de la UE, bloque que a grandes rasgos se mantiene dependiente de los energéticos como el gas que Rusia provee a través de Ucrania. Hace unos días Bruselas aprobó 790 millones de euros para Kiev, dinero que tendrá que ser destinado a saldar las deudas con Gazprom, empresa que ha reducido progresivamente el suministro de gas (lo que afecta de pasada a Europa) desde que estalló la crisis el año pasado.

La elección parlamentaria en Kiev tuvo como triunfadores a los partidos representados por Petro Poroshenko y Arseniy Yatsenyuk, figuras abiertamente prooccidentales que se colaron al poder durante el último año de apoyo exterior. Dichos candidatos, especialmente Poroshenko, representan a la oligarquía ucraniana, esa que aprovechó la caída de la URSS y la transición hacia el capitalismo para enriquecerse a expensas de las mayorías del país. Es fundamental tener en mente que la crisis inicial se gestó debido al flagrante robo doméstico de las reservas internacionales, fragilidad que facilitó la llegada de los distintos jugadores ahora involucrados.

Encima de esto, la caja chica de Kiev se terminó de secar gracias a la costosa resistencia armada en contra el separatismo. Es por eso que vemos a las alianzas tejerse a favor de Occidente, el bloque que está elevando más las apuestas, ya que es el que más tiene que perder de no lograrse la victoria.

Comoquiera que sea, es necesario aclarar que los intereses occidentales no están perfectamente alineados, ya que Europa y EUA buscan cosas distintas. Europa necesita consolidar sus rutas energéticas y ampliar sus horizontes mercantiles como comunidad, mientras que EUA desea contener a Rusia como parte de su juego de dominación. Asimismo, las corporaciones transnacionales quieren convertir a Ucrania en “tierra fértil” para sus operaciones, que van desde la utilización del subsuelo para el fracking (arrebatándole el negocio energético a Moscú en el camino), hasta la implementación de técnicas de agronegocios de gran utilidad, como los biocombustibles y los transgénicos.

Del otro lado de la valla tenemos a una Rusia que intenta defender lo que considera su esfera de influencia. Es por eso que seguramente Putin influyó en la última elección de las región de Donetsk y Lugansk, las cuales según los números hasta ahora tendrán como ganadores a los candidatos prorrusos.

Las regiones disputadas en el oriente habían logrado su estatus como regiones federadas en un referendo anterior. El voto de antier tuvo que ver con la elección de miembros parlamentarios y de los líderes para dichos parlamentos. En pocas palabras, la completa separación de estas regiones ucranianas es inminente.

Con todo y estos hechos, lo que me resulta más curioso es la postura alemana. Por un lado, la clase política alemana sigue ensañada contra Moscú, ya que considera cualquier gesto a su favor como parte de una confabulación entre Putin y los separatistas. Por el otro lado está la inteligencia alemana, la BND, que hace unas semanas eximió a Rusia de la destrucción del avión de Malaysia Airlines, suceso que catalizó la presión de Occidente en el conflicto. No me queda más que pensar que la inteligencia alemana representa el establishment econó- mico, ese mismo que tiene demasiado dinero invertido en Rusia como para dejarse sabotear por las chiflazones de Washington, Bruselas o la misma Angela Merkel.

Lo que se ve venir es la quiebra total de Kiev, acontecer que no hará más que agudizar las ya de por sí álgidas pugnas en torno a la final gravitación de los pedazos de la nación. En todos los escenarios posibles, el peor librado será, como siempre, el pueblo.

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