`Por cada prohibición que creas, también creas algo clandestino´
Jello Biafra (1958-) músico estadounidense
El espectáculo de la fuga de ‘‘El Chapo’’ evidencia que la estrategia contra las drogas no es más que eso, espectáculo. Por eso hay que legalizar la droga para cortar los tentáculos de la banca trasnacional que vive del lavado de dinero y, de una vez por todas, restaurar el Estado de derecho que intercambiamos por fusiles.
Seguir perpetuando la misma estrategia, que hasta ahora ha fallado terriblemente, es, a estas alturas, mucho más inmoral que la `repulsiva´ droga. Legalizar una práctica social como el consumo de drogas significa regresarle al Estado la legitimidad que requiere para salvar a la República, la cual está siendo devorada por el perpetuo conflicto y la muerte. No olvidemos que la gobernabilidad y la paz social pueden obtenerse modificando las reglas del juego, y no peleándonos de forma apocalíptica.
Hoy es más que evidente que encerrar a los narcotraficantes más poderosos no afecta al monstruoso sistema, que se aprovecha de la prohibición para alimentarse. Podrán caer todas las cabezas involucradas, pero si no se corta el problema de raíz –legalizando– no desaparecerá el incentivo cultural ni el económico que mantienen el fuego encendido.
Me explico. Incentivo cultural quiere decir que como cualquier otra conducta social, el consumo de ciertas sustancias tiende a intensificarse cuando se promocionan. Por promoción me refiero a la naturaleza misma de la TV, la cual repite los mismos símbolos y discursos, y por ende, acaba reforzando lo que en teoría se critica. Podrá ser su labor informativa, pero al final terminan difundiendo y popularizando lo que presentan. El mejor ejemplo de esto es la admiración de los narcotraficantes entre los niños, que influenciados por la indirecta promoción de los medios, terminan endiosándolos como figuras públicas.
Por el lado económico el incentivo principal es la prohibición, ya que ésta eleva las expectativas de cualquier cosa o hábito. No olvide, estimado lector, que el ser humano es gregario, que como palomas de plaza, acude hacia donde están las mayorías, independientemente de lo que estén haciendo. ¡Ahora imagine la amplificación de poder económico que la TV, con sus masivas promociones, le dan a algo que por prohibido ya era negocio!
Lo síntesis de la política beligerante (`guerra contra las drogas´) y la propaganda mediática es la escasez, concepto económico que conlleva al aumento de precios que atrae a los potenciales intermediarios (mafias).
Lo que trato de decir es que paradójicamente se le ha dado mas ímpetu al fenómeno de la droga, y es por eso que ha mejorado la calidad y se han multiplicado los precios, las utilidades, los jugadores, los mercados y las cadenas de distribución de la mercancía. El consumo de drogas en nuestro país es ya una realidad, por lo que lo mejor es aceptarlo y legislar para sanar el tejido social.
En cuanto a la banca hay que estar conscientes de que en nuestro país ésta es privada, lo que dificulta la persecución de los capitales acumulados por la venta de la droga. Por eso la única forma de sanear al sistema es legalizándolo.
No olvidemos que éste es un orden que ya cabildeó para que la burocracia hiciera su `reforma financiera´, la cual acabó beneficiando al capital trasnacional. Ese mismo poder también influyó en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por lo que ahora se le rebajará `legalmente´ el sueldo a los trabajadores endeudados. Aparte de todo, la aristocracia financiera está a punto de infiltrar las pensiones y la seguridad social (IMSS, ISSSTE), para privatizarlas y `salvarlas´ de la quiebra.
Si no legalizamos nos quedamos como estamos, en espera del momento en que se firme el dichoso Tratado Trans-Pacífico (TPP), acuerdo corporativista entre grandes barones que dificultará aún más el escrutinio público de las operaciones bancarias en México y el resto del mundo. Legalizar serviría para blindarnos un poco de los abusos neoliberales de la aristocracia financiera, efectivamente sometiéndola a los menesteres de la República.
Asimismo, legalizar le devolvería la dignidad y la relevancia a un Estado miope, que lanzó una guerra –y que la sostiene en contra de todo– con la intención de darle al pueblo un enemigo común, con la esperanza de que alrededor de él encontraría una nueva significación cultural para resucitar la identidad nacional.
Por eso hay que recuperar la gobernabilidad de forma constitucional y no a través de la revolución, ni mucho menos entregando todo el poder público a las esferas militares, ya que éstas no conocen más que la guerra para solucionarlo todo.
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