Thursday 30 July 2015

La paz es la presencia

'La televisión es el espejo donde se refleja la derrota del sistema cultural'

-Federico Fellini (1920-1933) director de cine italiano

 Si no reconstruimos la comunidad y el tejido social, tendremos que conformarnos con una colectividad confrontada por sus urgencias individualistas.

Es cierto que no existe la sociedad ideal, ya que por lo general las personas tratan de cubrir sus propias necesidades. Dicho esto, hay que considerar que es igual o más importante que la gente sacrifique un poco de lo suyo a favor de la concordia comunitaria.

Las comunidades que habitan dentro de espacios urbanos, en contextos modernos y posmodernos, difícilmente son comunitarias, ya que el mismo sistema del que todos participan gradualmente va modificando las prioridades, esas que alguna vez eran incuestionadas por las sociedades tradicionales.

El Monterrey contemporáneo no es la excepción: sociedad trabajadora que hoy sufre la confusión identitaria más profunda desde su creación. No hay más que darse una vuelta por la ciudad para observar nuestras prioridades, mismas que giran alrededor del dinero fácil y el entretenimiento.

Es así que por cada cinco centros comerciales tenemos una pequeña área verde, la cual seguramente ya está en la mira de los ‘desarrolladores’. En ese sentido va la próxima inauguración del estadio, que al puro estilo romano, evidencia cómo a costa de todo –incluyendo a la sociedad y al medio ambiente– se procede con cualquier proyecto.

Cuidado, no estoy en contra de la construcción y el urbanismo per se. Lo que sí me parece ingenuo es pensar que la muy avanzada progresión hacia el ecocidio que llevamos pueda ser de utilidad para esa comunidad que todos necesitamos conformar.

Puede que esta forma de hacer las cosas haya sido la óptima en el pasado. No obstante, no podemos aceptarla ciegamente ya que, de seguir así, caeremos al precipicio de la insustentabilidad y la polución. Ulteriormente, el cemento no es un sustituto trascendental para las plantas.

Recalco que la mejor forma de lograr la unidad es fortaleciendo la comunidad sobre los espacios verdes y públicos que en teoría nos pertenecen, y no mediante el sometimiento a la perpetua propaganda a la que nos han acostumbrado los medios de masa.

Hay que despertar al hecho de que los contenidos televisivos que nos inundan son como cucharadas de un jarabe desagradable que por costumbre evitamos hacer a un lado.

Otro punto clave es el giro autoritario que por miedo hemos autorizado, mismo que crece sobre otros rubros fundamentales como la educación y las inversiones en cultura. Se le quita a todo para dárselo a la ‘seguridad’, pero no hay más que voltear hacia adentro para vernos atrincherados y amurallados, encerrados en espera de que se atrape al supuesto enemigo que nos acecha. Recuerde que un eterno estado de alerta, producto de un excesivo control, genera neurosis y paranoia.

Las cosas suceden porque nosotros lo permitimos, por lo que seguir aplaudiendo no hará más que legitimarlas y agravar la situación. Las circunstancias raramente cambian de arriba a abajo, especialmente en este país. La realidad se transforma cuando desde abajo nos activamos para hacer presencia, fórmula comunitaria que bajo condiciones normales asegura la paz.

El refinamiento en gastronomía y espectáculo son efectos positivos, pero éstos no deben disuadirnos del hecho de que nuestra pirámide social se ha convertido en un castillo medieval, que sólo abre sus puertas a unos cuantos afortunados.

La propaganda mediática de carácter instructor suena muy bonita, pero definitivamente no es mejor que el pupitre, los museos y el arropo comunitario.

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