Tuesday, 28 July 2015

De pies y cabeza

‘Vivimos en la era de la administración de la información’

-Chris Hardwick (1971-) Actor estadounidense

La financialización de la sociedad nos hace dependientes del crédito, y en el proceso, convertimos a nuestra cultura en una esperanzada de factores externos para salir adelante.

O sea, que en vez de reforzar lo básico para la supervivencia y la concordia –como lo son la paz, la justicia social, una agricultura sana, la salud de la población, el libre flujo de la información y recursos suficientes para progresar– nos supeditamos a unos mercados todo menos libres, que están cada vez más controlados por unos cuantos.

Ulteriormente, lo que existe es una ruptura entre lo que aspiramos a ser y lo que dejamos en el camino para lograrlo.

La mejor analogía para entender esto es la del cuerpo humano, en donde los pies representan lo esencial para el bienestar, y la cabeza y la mente, el mecanismo para ejecutar todos los planes, metas, sueños y estrategias trazadas.

Técnicamente vivimos bajo regímenes dirigidos por ideologías, pero es evidente que el imperativo financiero que nos gobierna nos ha arrebatado hasta las ideas. Simplemente debemos tanto dinero que no tenemos libertad de maniobra, lo cual frena hasta la intención política más benevolente.

¿Recuerda usted, estimado lector, lo que representaban $1,000 pesos en la década de los 80? Es obvio que todo sube de precio, pero nuestra dosis de neoliberalismo ha sido mortífera para la sociedad. Prácticamente importamos más de la mitad de los insumos que alguna vez produjimos, y por eso es que pagamos más de lo que nos costaría hacerlo nosotros. Por otro lado, nuestra dependencia del dólar, y la ristra de dinero fácil que de éste se desprende, ha inflado nuestra economía como un globo. De alguna forma puede decirse que estamos pagando un enorme precio para taparnos los ojos ante la desigualdad que estos precios generan.

Cuidado, no digo que hay que nacionalizarlo todo y recurrir a la programación de toda actividad social cual socialismo. Lo que sí es urgente es recuperar el control comunitario de las actividades que le dan vida y significación a las mayorías, ya que de lo contrario seguirá incrementando la represión para paliar una sociedad fragmentada.

Las alternativas abundan, la clave es darles cabida ante la cerrazón institucional que nos aqueja. Lo primero que hay que hacer es detener la guerra inútil contra el narcotráfico, legalizando la droga como asunto de salud pública. Lo segundo es aprovechar la misma inercia de autonomía para reactivar las redes que sustentan a la comunidad desde abajo, lo que equivale a empoderar con trabajo digno a aquellos millones olvidados que están optando por el camino fácil. Si esto no se cumple, nunca tendremos una país digno para sus habitantes.

Lo tercero es presionar desde lo cívico para que se libere aún más la información, misma que lubrica esta era de servicios que presumimos haber alcanzado.

Olvidamos los pies por priorizar la cabeza. Por eso por lo menos hay que aprovechar la interconexión que ya tenemos para evitar que las corporaciones y la burocracia se sigan robando nuestras identidades para espiarnos y hacer negocio.

La única forma de lograrlo es reforzando la participación ciudadana y la opinión pública, para que la sociedad civil sea un verdadero amortiguador para los embates de los que nos dirigen.

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