Thursday, 26 March 2015

La honestidad no tiene precio


´Ningún legado es tan rico como la honestidad´
-William Shakespeare (1564 -1616) poeta ingles

Las palabras suelen arrastrar sus raíces a través de ese viaje de significados que sostienen nuestros mundos simbólicos. Aquí cabe el concepto de inteligencia, el cual en su etimología latina se refiere a la capacidad de discernir entre dos alternativas. Pero comoquiera que sea, el devenir del término ha sido uno de empujones conceptuales, que lo llevó a postularse en la modernidad como uno que facilita el entendimiento racional de las cosas. Aquí se enfatiza que la inteligencia es la capacidad mental para comprender el mundo y sus fenómenos; facultad determinante para la civilización, y por ende, un seguro aliado en el trayecto hacia el continuo progreso humano.

Otros siguen redefiniendo lo que es inteligencia humana, ya que para ellos ésta no debiese ser monopolio de la razón, de la mente, ni mucho menos de una identidad egocéntrica obsesionada con el progreso a costa de todo.

Es por eso que surgen nociones alternativas como el de las inteligencias múltiples, que sí toman en cuenta a las facultades mentales, pero que incluyen otras de carácter corporal (como el baile), interpersonal y social. La inteligencia emocional, por ejemplo, también identifica a la razón, pero finalmente coloca a las emociones y su manejo efectivo como la base de la inteligencia.

¿Me pregunto si podrá postularse algún concepto que abarcase otros aspectos inteligentes? Esto porque la vida contemporánea nos exige muchísimo más que conducirnos únicamente a nivel personal.

El mundo social no debe componerse solamente de actitudes racionalistas de individuos utilitarios que buscan lo mejor para ellos, tomando a diestra y siniestra del espacio público y colectivo que nos concierne a todos.

Es por eso que creo que existen virtudes que no sólo son inteligentes, sino que ayudan a desarrollar nuestra esencia en la comunidad y con el medio ambiente en cual todos participamos.

La congruencia es una actitud y un valor, pero también es una especie de puente que une el mundo privado personal con el público colectivo. Es por eso que la observación consciente de nuestras conductas puede gradualmente homologarlas en unísono. El hacer y el decir públicamente lo que se piensa en privado es de gran ayuda para todos, incluso beneficia a quien se atreve.

Esta actitud no solamente es más placentera, si no que también es más razonable y emotivamente sustentable en un sentido holístico. Si yo estoy bien y lo expreso es factible que el espacio compartido sea más conducente a cosas aun más positivas.

La gran ventaja de la congruencia es que también es la puerta que nos conduce a la honestidad – una de las virtudes compartidas por casi todas las culturas que han formado parte de nuestra historia civilizada.

La honestidad como virtud representa la armonía y la síntesis de esos opuestos privados y públicos, que tanto nos dificultan la construcción de un espacio en donde se puede verter nuestra participación.

Cuando se logra ser honesto se ha llegado a un punto en donde Se Es y se actúa acorde sin mayor esfuerzo. Nuestras conductas son transparentes porque surgen de nuestro ser primigenio– el mejor ángulo para expresar nuestra esencia. Ulteriormente, el ciudadano honesto se convierte en un espejo que le sirve a otros para cimentar su potencial camino hacia esa misma congruencia y honestidad.

Para entender la relación entre congruencia y honestidad podemos usar la metáfora del Yin Yang chino.

Esta proyección de los géneros opuestos – pero complementarios – representa una dualidad congelada en el tiempo, que de forma didáctica explica la interrelación de las cosas a una humanidad necia en verlas de forma separada y dualista. Este símbolo de reciente popularidad en occidente sirve para explicar cómo todo finalmente embona para acercarse al uno, característica fundacional de todos los fenómenos y cosas con las cuales nos relacionamos y de las cuales formamos parte.

El Yin Yang realmente es un diagrama bidimensional que emana del concepto del Tao, también entendido como el camino medio budista, que simbolizan la síntesis de los opuestos. Ambos buscan demostrar cómo todo finalmente confluye en el uno, el lugar ideal de donde emanan virtudes de la talla de la honestidad. Es por eso que la honestidad no sólo es algo congruente por añadidura, sino que es una forma de vida realmente inteligente.

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