"Jamas permitiré que cortes privadas pagadas por empresas multinacionales dicten la política de estados soberanos’’
Matthias Fekl (1977-) ministro francés de comercio exterior
Matthias Fekl (1977-) ministro francés de comercio exterior
Siguiendo una estrategia desesperada, la Casa Blanca ha convencido a 11 países, entre ellos México, para que eliminen toda restricción legal al poder de las corporaciones trasnacionales.
Es por eso que puede decirse que la autorización (falta la aprobación del Congreso americano) del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), significará la transición al ultra liberalismo. Este será el último manotazo de un imperio en extinción, estrella que se ha quedado sin combustible debido a sus constantes flamazos imperiales.
Ultra liberalismo porque en nombre del individuo y sus libertades los gobiernos ceden cada vez más poder político a las corporaciones, que seducen al ciudadano para convertirlo en consumidor, acaparando su poder público de forma privada. En otras palabras, estamos intercambiado la comunidad, los espacios públicos y el medio ambiente por decisiones comerciales privadas, que son defendidas por algunos como la única forma de progreso y civilización.
La estrategia es desesperada por dos factores principales. El primero es que dicho TPP se está forzando (no se consultó al pueblo) en respuesta a las recientes declaraciones de Putin en la ONU, quien aprovechó para resaltar la urgencia de resucitar a la Organización Mundial del Comercio (OMC), con el fin de trascender el proteccionismo y la anarquía por el que atraviesan los mercados internacionales.
El neo-zar ruso propuso la Union Eurasiática y la nueva Ruta de Seda China para darle vida a la OMC. Esto aterra a los que hace mucho dejaron de respetar la reglamentación y la ética típicas de este tipo de instituciones multilaterales.
Aquí perfectamente caben la banca, las petroleras y las farmacéuticas, todas corporaciones privadas que han venido incrementando sus ganancias debido al vacío en normas, reglas y leyes que han generando con sus excesos.
El otro factor es la negativa, específicamente de París y Berlín, de firmar la contraparte europea del TPP, la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP). El rechazo de estas potencias tiene que ver con varias razones, siendo una determinante la cláusula de arbitraje corporativo privado estipulada como la 'piedra angular' del TTIP.
Tanto el TTIP como el TPP proponen arbitrajes privados y extrajudiciales, o sea reglas propias para beneficio de una clase corporativa. La diferencia fundamental de este tipo de arbitraje elitista, a la normatividad colectiva que ya existía con la OMC, es que ésta última es de esencia pública, donde los árbitros son escogidos y enviados por los mismos gobiernos para representar sus intereses nacionales.
La otra razón es geoestratégica, y se debe al bache de la relación Europea con EUA por su política exterior conjunta en Medio Oriente y Ucrania. Las sanciones contra Rusia le costaron mercados al viejo continente, a la vez que apoyar las ‘‘aventuras al estilo neocruzada’’ en Medio Oriente resultó en la llegada a sus costas de masas de migrantes indeseados. Ulteriormente, Europa sale perdiendo con cada fiasco intervencionista.
Es obvio que el surgimiento multipolar debilita al corporativismo estadounidense y su constelación de potenciales víctimas nacionales del TPP. Es por esto que las corporaciones tienen prisa por eliminar toda restricción a su accionar, ya que tendrán que competir contra 5,000 (6,000 si se suma África) millones de euroasiáticos.
Las corporaciones manipulan a la clase política que financian a través de los cabilderos. El TPP no es un tratado de libre comercio, es un golpe de Estado en cámara lenta a favor de la ya de por sí empoderada empresa trasnacional. En pocas palabras, el Estado ya no defiende la soberanía popular consagrada en la Constitución, sino que ahora legitima soberanía sin límites para las corporaciones.
Cuidado, una cosa es permitir la iniciativa privada, y otra muy distinta es eliminar toda regla para que tengan rienda suelta sobre la comunidad y el medio ambiente, responsabilidad que en teoría recae en los gobiernos.
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