Thursday, 29 October 2015

De ciclos y recurrencias

‘‘Una idea es algo que tienes; una ideología es algo que te tiene’’

Morris Berman (1944-) historiador estadounidense

Hay una poesía que dice que todo sufrimiento es recurrente, como también una teoría que dice que todo fenómeno social es reincidente, esto porque no modificamos la cultura durante ni después de los colapsos sistémicos.

Invariablemente, esto nos lleva de regreso a lo de siempre, por la repetición incuestionada de los patrones colectivos que define lo que somos como sociedad.

De ser esto cierto pudiéramos entonces aseverar que la tendencia a centralizar el poder en pocas manos, con sus resultantes diferencias socioeconómicas, que suelen realzar los odios raciales y la guerra, serían producto de otra cosa, aparte de la obvia propensión hacia al monopolio del capitalismo. El otro factor sería la existencia y permanencia de una cultura de grandes ambiciones individualistas como la que contamina a muchos en México y EUA, misma que ahora nos enfrenta a unos con otros, de acuerdo a su ultra competitiva esencia.

Neoliberalismo, en ese contexto, sería mucho más que una simple y pseudojustificación científico-racionalista de los supuestos libres mercados.

Neoliberal, en cuanto al análisis de corte cultural que aquí propongo, aglomeraría y representaría una mentalidad de eterna competencia, la cual puede verse reflejada en varios frentes.

A nivel empresarial pudiéramos posicionar al TPP como la coronación de una visión que legitima capitalismo corporativo, ese que en nombre del individuo derriba barrera tras barrera legal para interceder en cada vez más latitudes, buscando las utilidades de que lubriquen el proceder de esa ambiciosa mentalidad.

A nivel social la contraparte es la cultura del consumo –con sus promesas de libertad y plenitud individual–, que además, e irónicamente, es la fuente de poder de esas mismas corporaciones. Es así que en nombre del individuo, y con la ayuda del legislativo, las trasnacionales arrasan con los derechos civiles, todo mientras llegan las supuestas vacas gordas del economismo y el perpetuo progresismo neoliberal.

A nivel ejecutivo cabrían los líderes tecnocráticos como CSG, Zedillo y Clinton, o los abiertamente empresariales, como Donald Trump, que con su brillar individual afilan la cima de la pirámide meritocrática en que supuestamente se ampara la movilidad social del discurso neoliberal.

Cualquier ideología se convierte en cultura. De alguna forma podemos decir que la ideología del individuo hecho cultura es un concepto anglo-americano, que venimos arrastrando desde el clímax británico del Siglo XVIII.

A donde trato de llegar con esta recurrencia ideológico-cultural es a la analogía entre la crisis del neoliberalismo actual, con sus injustos y violentos bemoles, y la crisis y subsecuente colapso del liberalismo clásico de la década de los 30, que vio en el surgimiento del fascismo el momentáneo fin de una larga etapa histórica.

Las similitudes son enormes. Prohibicionismo, deudas extraorbitanes, militarismo, chivos expiatorios, bolsas de valores en rojo y países en quiebra, conflicto transnacional, fundamentalismos, racismo y clasismo exacerbados, propaganda copiosa, y la oferta de liderazgos cuasimesiánicos para salvarnos a todos de nuestra propia cultura y forma de vida incuestionada.

El caso de la estructuración de la ‘plataforma de despegue’ de la potencia estadounidense es muy singular, ya que con todo y que Franklin Delano Roosevelt (FDR) fue electo para tratar de salvar al país de la debacle post-1929, es un hecho que existieron por ahí potenciales golpes de estado de orden fascista para derrocarlo, ya que esta ideología deslumbraba en la Alemania de la época.

Es cierto que Trump ya se movió hacia el centro, rebajando su retórica de odio, –de acuerdo a su alto puntaje en las encuestas de popularidad. Sin embargo, y politiquería y retórica a un lado, el señor representa la continuidad del statu quo de ambiciosos corporativismos empresariales, de donde él mismo emerge.

No quiero promover a nadie, pero si de alternativas reales y coherentes se tratase, considero que Bernie Sanders pudiera ser ese reformador que EUA y Norteamérica necesitan. Es hora de que alguien tome el timón del barco y vire su curso, ya que de lo contrario es factible que el iceberg del hielo de deuda y descontento irrumpa en el camino de esta enorme y descontrolada maquinaria.

Bernie Sanders tal vez sería el reformador a-la-FDR que la lógica económica y el obligado flujo ideológico-cultural requiere, para que la sociedad por lo menos acepte el difícil orden de cosas, y de ahí poder hacer algo nuevo.

Te invito a que escuches una entrevista esta tarde con Morris Berman en Global-es.

Hablaremos con él de estos temas.

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