‘Llevaremos el yoga a las masas’
-Shripad Yesso Naik (1952-) Ministro Indio para el yoga y la medicina tradicional
El Día Internacional del Yoga es un ejemplo de como la politización de la espiritualidad sirve a los intereses de las autoridades, las cuales no desaprovechan la oportunidad para realzar la identidad a favor del nacionalismo.
Lo primero a puntualizar es que el yoga, y en sí muchas otras escuelas de pensamiento y desarrollo personal con epicentro en la India, no son necesariamente religiosas en el sentido clásico del término. No obstante, para muchos de los críticos del evento -entre ellos los líderes musulmanes que expresaron su desaprobación-, la practica del yoga dentro del país está profundamente ligada a la religión mayoritaria, el hinduismo.
Para ellos, el acto es una estrategia con fines políticos del actual partido en el poder, el nacionalista BJP, que para la suscitada ocasión yóguica sedujo a la ONU y obligó a estudiantes y servidores públicos a hacer los ejercicios psicofísicos para legitimarse. Es de dominio público que la ideología de dicho partido no sólo se basa en la modernización y el desarrollo de la sociedad, si no también en el ‘‘hindutva’’, filosofía que prioriza la cultura, historia y religión hindú.
No debemos olvidar que la India, aunque mayoritariamente hinduista, es una sociedad multiétnica y plurireligiosa, en donde el Islam representa a por lo menos un 15% del total de la población. Por eso es que no se pude interpretar el Día Internacional del Yoga únicamente como un simple gesto a favor de la salud y el bienestar colectivo.
El estado ‘comisionó’ a la espiritualidad para atraer los reflectores internacionales y para reforzar la identidad nacional, pero deliberadamente escogió al yoga para avanzar su agenda ideológica. Es por eso que es factible que las tensiones ínterétnicas se exacerben en tiempos venideros.
Existen variaciones en cuanto al grado de utilización de la creencia organizada con fines políticos. Esta es una realidad que nos ha acompañado desde que hacemos civilización.
El caso que relaté en la columna anterior sobre la manipulación mediática en pro de la estandarización de la población de Sudán en torno al Islam, es un ejemplo de una sistema cuasi teocrático, en donde el Estado toma los atributos de ente indoctrinador, buscando imponer, como política pública, una visión cultural específica sobre las demás.
Por otro lado, está lo que sucede en Myanmar (Birmania), en donde el poderoso sectarismo de los monjes budistas que moldean la cultura de la nación hace más de dos mil años, en esta ocasión, están presionando al ejército que los gobierna para que los apoye en su conflicto étnico contra la población musulmana de los Rohyinga.
Ejemplos más cercanos de este fenómeno los vivimos en casa. Nuestro vecino del norte viene marcando una tendencia profunda hacia el neoconservadurismo religioso desde los noventa, que ha venido agudizando y legitimando desde la misma presidencia (que en casos como Bush, justificaron su belicismo con una inspiración bíblica), así como el poder legislativo y el judicial.
Varios grupos evangelistas de extracción protestante se han ‘convertido’ al cabildeo y a la financialización de sus creencias, entre ellas destaca su joya de la corona llamada ‘sionismo cristiano’ (con Irán como chivo expiatorio actual). Es por esto, y más, que hoy se pueden palpar los efectos de su activación política ultraconservadora alrededor de los EUA.
Y que decir de México, esa confundida nación que ha venido echando mano de todo para tratar de darle dirección y sentido a las cosas. Cómo olvidar el mandato panista de Felipe Calderón, que con su visión conservadora castrense, estuvo a punto de sacar a la calle al patriarcado religioso. Con todo y ataduras de Estado secular, el clero católico -como la más poderosa de las creencias organizadas- se quedo a nada de empoderarse, gracias la intentona de reformas constitucionales que fueron archivadas por el PRI.
A escala local, este fenómeno conservador utilitario brilló por su incongruencia en el municipio de Monterrey, cuando la mediática alcaldesa entregó las llaves de la ciudad al mismísimo Jesucristo.
Cuando es cooptada por la burocracia para sus fines maquiavélicos, la religión pierde su tinte espiritual, y termina siendo un relleno barato para los dominios cívicos e identitarios. Como pegamento social, o como paliativo, para la rampante desigualdad socio económica y cultural; la religión siempre ha servido como seguro antiincendios.
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