Sunday, 28 June 2015

Historias encontradas

`Casi 60 millones de personas son ahora consideradas como refugiados´

Organización de las Naciones Unidas (ONU)

La tendencia migratoria global va al alza, y el tema está dividiendo a Europa de forma generalizada. Las más recientes fricciones surgen en Europa Oriental, ya que países como Hungría, Bulgaria y Rumania están reaccionando desfavorablemente a la intención de Bruselas de coordinar el tema migratorio. Éstos rechazaron el plan de la Unión Europea (UE) de las cuotas obligatorias para la redistribución de migrantes.

Las autoridades de Budapest reclaman el derecho a decidir sobre la migración, esto por el enorme influjo de gente que recibe de acuerdo a su posición geográfica. En esa línea, la clase política húngara ha dicho que construirá una muralla en su frontera con Serbia para tratar de detener el tráfico de personas.

Por otro lado estuvo el cierre momentáneo del punto de salida francés de Calais, el cual se sujetó por unos días a las duras exigencias inglesas. Londres es una de las capitales que más ha levantado el tono contra la migración, incluyendo a la intraeuropea, por lo que dicha manipulación de su flujo, a través del Canal de la Mancha, es una clara señal de alerta.

Después están los italianos, que en forma de protesta abrieron un par de campos para refugiados en pleno corazón de Roma. La queja principal es contra los 28 miembros individuales y la UE misma, ya que su falta de aplicación del plan de cuotas obligatorias de migrantes afecta a la sociedad y a la economía italiana más que a cualquier otra. El enojo italiano es entendible, ya que este país se ha convertido en el principal receptor de migrantes de todo Europa. 150,000 personas han llegado al viejo continente en lo que va del año, un 150% más que en 2014, de los cuales una buena parte entraron por la isla italiana de Lampedusa.

Alrededor de todo este asunto surge una pregunta, ¿Qué factores están acelerando el movimiento poblacional a gran escala? Lo primero es la incesante guerra, que con conflictos como el sirio, el libio, el afgano y el iraquí, incrementa la cantidad de gente que huye para salvar su vida. Fundamental aquí es puntualizar que dichas batallas se han exacerbado debido al intervencionismo extranjero, lo cual de alguna forma conlleva una carga moral extra para los responsables. Dicho esto, no todas las luchas intestinas y fratricidas en África y Medio Oriente son directamente causadas por otros, sino que ellos mismos han elegido el camino de la beligerancia para `arreglar´ sus problemas. Ejemplos de esto son la República Democrática del Congo, Sudán, Somalia, Zimbabwe, Nigeria, y los ríspidos sectarismos religiosos que aquejan a ambas regiones. En algunos casos, sus jóvenes sociedades no han terminado de `cuajar´ como naciones desde su independencia poscolonial. En otros casos, se suscitan luchas permanentes entre distintas etnias por el dominio absoluto del territorio. Definitivamente que asusta el que alguien mate a otros en nombre de grandes causas y proyectos, pero no debemos olvidar que esto que hoy acontece en otras latitudes fue practica natural `civilizatoria´ en lo que hoy conocemos como Occidente.

Para entender lo que pasa con el `mundo en desarrollo´ hay que incluir en la ecuación del sufrimiento al intervencionismo humanitario democratizador, que se les receta de forma neomercantilista a aquellos ricos en recursos. No se dominará por completo a sus tierras, pero se tienen metidas varias manos en sus palancas del poder. El objetivo como siempre es el `tributo´ en materias primas y mercados que mantienen la llamarada del capitalismo a toda flama.

Por su lado, la UE prometió que trascendería las barreras étnicas y nacionales en pro de una integración plena como súper Estado, pero simplemente no pudo tejer una red social lo suficientemente fuerte para sostener al edifi cio identitario que es la base de todo sistema social. De algo que si pueden sentirse orgullosos los europeos es de su estilo de vida, ese que es asediado por las millones de personas que llegan hasta sus costas con la intención de imitarlo hasta donde se pueda. Dicho de otra manera, la globalización ha difundido la europeanidad en muchos sentidos, mas allá de una colonización histórica. No podemos culpar a Europa completamente de la migración que recibe, pero sí podemos aprovechar la situación para enfrentarla a sus fantasmas, que son el racismo institucionalizado, un sistema de valores inflexible en cuanto a su cultura, y una crisis económica y de desempleo profunda.

La interconexión global de la cultura, la economía y los mercados laborales imposibilitan el regreso al proteccionismo y el provincialismo. Por eso es momento de aceptar responsabilidades y de participar en algo mejor, aunque cueste. 

Habría que explorar formas de compartir lo que se tiene, en vez de desvivirse por tratar de mantenerle cerrada la puerta al que viene. Se puede proteger la forma de vida, pero es fundamental hacerlo sin convertirse en una fortaleza de odio y condescendencia en el proceso.

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