‘‘Los recursos naturales le están siendo arrebatados a los indígenas mexicanos’’
José Raúl Vera López (1945- ) obispo mexicano
José Raúl Vera López (1945- ) obispo mexicano
El neomercantilismo es la estrategia mediante la cual corporaciones de todo tipo despojan a las poblaciones domésticas de su tierra y sus recursos, sin necesidad de ocuparlas políticamente.
O sea, que no es necesario colonizar el territorio ajeno para dominar a sus habitantes como en el pasado. Ahora sólo requieres de las promesas ideológicas privatizadoras para envolver a la gente. Básicamente, les mueves el foco de atención del presente —en el que se disfruta de una calidad de vida real con lo que ya se tiene— hacia el futuro, ese paraíso mental que esta tan lleno de ‘‘bendiciones’’ como el mismísimo cielo cristiano.
Se le promete a la gente que ganará más trabajando esa misma tierra y recurso que ya le pertenecía, en manos de alguien más ‘‘eficiente’’ que asegura que les irá mejor a todos. Este sistema de derrame de riqueza de arriba hacia abajo tiene muchas décadas operando en el mundo en desarrollo pero, por lo visto, sus caudales de progreso se secan cada vez más.
Comoquiera, no sólo son las poblaciones autóctonas e indígenas las que sufren el despojo, también son las urbanas y ‘‘civilizadas’’ con toda su gama de clases sociales las que experimentan progresivamente los efectos de la privatización de todo. En la columna anterior expliqué que todos somos responsables de tener una forma de vida cada vez más privatizada debido a la cultura del consumismo que hemos priorizado.
Dicho esto, es necesario considerar que existe un sistema financiero que utiliza al dinero como forma de control, en el que simplemente se nos llena de papel dinero a cambio de esos bienes que, en teoría, ya nos pertenecían bajo ese régimen republicano que se lubrica en perpetuidad con nuestros impuestos.
Un ejemplo muy concreto es la ciudad en la que habitamos. Es evidente que casi toda interacción en la que participamos debe ser mediada por dinero, en los casos en que todavía se nos invita a participar. Por otro lado, están las calles, el agua, la gasolina y otros energéticos, parques hechos estacionamiento, centros comerciales, etcétera. Ulteriormente todo le pertenece a alguien en específico, lo que en la práctica equivale a un abandono de lo comunitario en pro de lo privado.
Podemos ver más evidencia de los estragos que la privatización causa en lo social y lo cultural en toda la gama de trabajos de bajo costo que se van generando con cada nueva compra de espacios públicos. Es obvio que el sector privado es el mejor posicionado para crear los empleos que en la modernidad crean las derramas económicas. Muy distinto es el crear dependientes informales —intermediarios de todo tipo— como efecto secundario de la privatización.
Sacas a la gente de un espacio para después seducirlos a regresar, pero ya sobre una estructura mercantil que les encarece la vida. ‘‘Gentrificas’’ el espacio y, por ende, obligas a los que no pueden pagar los altos precios a refugiarse en las cada vez más alejadas periferias de la ciudad.
Esta especie de conservadurismo de clase estandariza la cultura, ya que las diferencias son sacrificadas a favor de una visión monocultural de consumo importada. Intercambias el multiculturalismo por símbolos de movilidad social y de estatus de clase, canales que tristemente sólo están disponibles para esos pocos que representan y aparentan aquello que ofreces.
Todo esto también aplica a escala mundial a través de la globalización, la cual, bajo su vertiente privatizadora, homogeneiza a la gente mientras les quitan sus bosques y hábitats para facilitar la introducción de los susodichos mercados y sus libertades neoliberales.
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