Sunday 19 April 2015

De bloqueos y nuevas agendas


"Un buen punto de la nueva agenda de relaciones sería que no haya bases militares norteamericanas en Suramérica"

Ernesto Samper (1950-) Secretario General de UNASUR

La VII Cumbre de las Américas, celebrada la semana pasada en Panamá, evidenció que la influencia de EUA en Sudamérica va a la baja.

Esto porque las críticas en contra de la política exterior de Washington en la región se agudizaron, si tomamos en cuenta la cantidad de líderes que expresaron su inconformidad. Es así que no sólo los de siempre levantaron la voz, como Bolivia, Ecuador y Venezuela, sino que también se sumaron Brasil y Argentina, dos de las potencias económicas más grandes de la región.

"Ya no toleraremos interferencias, intervenciones y unilateralismos, como tampoco seremos el patio trasero de nadie", dijo el presidente de Ecuador, Rafael Correa. A su vez, Evo Morales y Nicolás Maduro emitieron sus propias declaraciones en una línea muy similar a la de Correa, enfatizando que el imperialismo ha sido muy nocivo para todas las naciones latinoamericanas.

La intención directa de Obama es continuar con su racha positiva en cuanto a política exterior, la cual, con el acuerdo con Irán y su energía nuclear, viene mejorando un poco de lo que había logrado en años anteriores. Asimismo, otra de las urgencias encubiertas es la de lograr algún tipo de acuerdo regional con Sudamérica en lo comercial, ya que el Tío Sam es consciente de la avanzada penetración de China y Rusia en esta parte, la más austral de América.

Y aunque el tono del mandatario de los EUA fue mucho más conciliador que el de sus antecesores, muchos de los dirigentes latinoamericanos no están convencidos del cambio de la visión política de Washington respecto a la región. Obama dijo que los tiempos en que su país operaba sin consultar a los involucrados han quedado atrás. No obstante, el caso de las amenazas y las sanciones unilaterales en contra de Venezuela lo contradicen. Además, la normalización de los nexos con Cuba sigue siendo una promesa que no se ha llevado a cabo en la práctica.

Es exactamente con relación a ambos casos que se logró casi un consenso entre  muchos  de los presidentes, quienes no vacilaron en puntualizar lo ridículo que eran el embargo contra la Habana y las recientes "llamaradas" en oposición a Caracas. Es básicamente de ahí de donde los líderes del sur obtuvieron su masa crítica para ventilar su animadversión contra Washington.

El tono más álgido lo alcanzó Ernesto Samper de UNASUR, quien aparte de proponer que la nueva agenda bilateral sudamericana con Estados Unidos excluya bases militares en la región, subrayó que "en un mundo globalizado como el actual, uno no puede pedir reglas de juego mundiales para la economía y mantener el unilateralismo para la política".

La realidad de las cosas es que esta Cumbre significó, por un lado, la antítesis de la doctrina Monroe, la cual justificó atropellos de todo tipo durante el último par de siglos en Latinoamérica. Por otra parte, dicho evento ratificó que existen dos grupos de países que mantienen agendas, ideologías e intereses distintos. En el primer grupo están las potencias como Brasil, Argentina, mismas que se encuentran al frente de la "insurgencia política" que viene fraguándose ya por algunos años, y que  incluye a Venezuela, Ecuador y Bolivia.

En el segundo grupo caben Colombia, Perú, Chile y México, que por varias razones  –que van desde lo comercial, lo económico lo ideológico y lo militar– siguen con más interés lo que sucede al norte del hemisferio con los EUA.

Dicho esto, es importante resaltar que la fuerza de la unión sudamericana es la que los empodera en conjunto, algo que debería ser aprovechado por nuestro país, con todo y el mal noviazgo con nuestro vecino del norte, para tratar de buscar alternativas a lo que ya existe.

Es determinante darnos cuenta de que Sudamérica no sólo se está organizando para contrariar a Estados Unidos, sino que esto representa una fase importante de su consolidación como bloque regional multipolar. El subcontinente tarde o temprano se integrará a otros alrededor del mundo, como la Unión Económica Euroasiática liderada por Moscú y la fortaleza comercial, económica y poblacional estampada con los delirios de grandeza de Beijing.

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