Thursday, 5 February 2015

Grecia, la bisagra histórica

“Retírate a la costa lejana y salva a tu armada, Bizancio, que Grecia ha despertado”
–Lord Byron (1788-1824) poeta inglés

Desde el punto de vista histórico, cultural y político, Grecia nunca ha sido una nación puramente europea. Entonces no hay que asustarse con la posibilidad de que Atenas se apoye en Rusia para contrarrestar el poderío germano, ya que no sería la primera vez que la nación helena actuara en un contexto de influencia ´oriental´.

Hay que recordar que el primer esfuerzo por latinizar a los helenos surgió cuando fueron absorbidos por la fuerza de la decadente república romana en 146 AC. Los griegos eran migrantes mediterráneos, que sólo contribuyeron indirectamente en la formación de las estructuras culturales, arquitectónicas y lingüísticas del Imperio Romano. Y aunque el territorio que hoy conocemos como Grecia formó parte importante de la constelación de provincias imperiales, al final tuvo que ser irremediablemente separada por el Emperador Diocleciano en el año 285, quedándose como frontera entre la parte occidental y la oriental del Imperio, hecho que a la postre fue la causa de la separación definitiva entre un mundo latino y el griego bizantino.

Grecia nunca regresó a la órbita occidental hasta el Siglo XIX, cuando algunas potencias europeas como Francia y el Reino Unido la apoyaron en su revolución en contra de los Otomanos, en pro de su independencia en 1832. Fue a partir de esa época cuando el discurso europeo ´colonizó´ al periodo clásico griego –con sus clásicas ideas democráticas– para fundamentar la cohesión y la institucionalidad de un continente que, paradójicamente, seguía fragmentado por las disputas coloniales. Es así que mientras que Lord Byron y otros románticos noreuropeos se inmortalizaban luchando en contra del turco otomano, sus naciones de origen extendían sus dominios alrededor del mundo, como no se veía desde tiempos romanos.

Puede decirse con certeza que la conquista de Grecia le sirvió a los poderosos de Europa para finalmente coronar una cosmovisión racional y moderna, sobre los remanentes monárquicos y religiosos que delinearon el espacio público del antiguo y sacro régimen.

Luego de toda esta explicación, Grecia fue ´invitado´ a formar parte de la UE de acuerdo a la historia que describo, pero las razones económicas fueron mucho más determinantes. Básicamente lo que sucedió es que las potencias europeas como Francia, Bélgica y Países Bajos se quedaron sin colonias durante el siglo pasado, y por eso les pareció conveniente organizar una unión aduanera industrial, con miras a evolucionar hacia la unión monetaria y de mercados laborales, bajo la supuesta fantasía de que algún día pudieren consolidarse de acuerdo a una supuesta cultura compartida desde antaño.

La verdad de las cosas es que nadie pensó que Alemania entraría finalmente a una Unión que se creó originalmente para contenerla. Tampoco nadie imaginó que gracias a su enorme eficiencia y productividad los germanos tomarían el liderato de la constelación de naciones, la cual como hoy podemos ver, ha sido cooptada por el poderío de su banca, que imprime esos ´iconos´ que le sirven para extender su dominio.

Los imperios de ayer lograban el control de sus provincias a través de la imposición de gobernadores regionales, que se encargaban de cobrar el tributo para la corona. Las potencias de hoy no necesitan ocupar territorios o forzar a nadie, simplemente los seducen para que se endeuden, en espera de que revienten por sí solos. Esa desesperación ajena es acallada con todavía más deuda, ese sigiloso asesino que tarde o temprano ahorca a los bienes públicos, que acaban vendiéndose de forma privada para cubrir las demandas de la monarquía financiera.

El triunfo de Syriza no es menos que una revolución en contra de esta forma de control contemporánea, un recordatorio al corazón de Europa de que el pueblo heleno es uno autónomo y de carácter fuerte.

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