La tecnología no solo logra
intensificar las relaciones
sociales de cualquier colectividad, si no que también determina quienes serán
sus lideres. El primer articulo de esta serie http://danzanegra.blogspot.com/2012/07/la-tecnologia-y-la-sociedad-una.html
relata como es que la escritura afianzó al
patriarcado y a su mitología correspondiente. Pero han existido otras
tecnologías que a través de la historia han consolidado a ciertos grupos sobre
las mayorías.
La invención del arado (9mil
A.C.) trajo cambios fundamentales para la humanidad. No solo se desató la Era
Agrícola como originalmente la conocemos, si no que el hombre como genero logró establecerse sobre la mujer al frente de la colectividad. El manejo del entorno quedaba a su cargo y fue ahí donde se inició la gradual complejidad de
las sociedades.
A partir de aquí fue donde la
búsqueda de poder hizo necesaria la constante invención de mecanismos y
tecnologías que la asegurasen. Como resultado de esto surgieron luchas internas
por el dominio de los haberes del grupo, lo que acelero la división de clases
que había comenzado desde la agricultura. La competencia se convirtió en la
constante, y esto técnicamente abrió las posibilidades de la humanidad como nunca antes. El corolario lógico
de esto fue el encuentro con otras sociedades que en muchísimos casos desato
una beligerancia que todavía nos acompaña hasta nuestros días.
La Edad de Bronce (3,300 – 1,500
A.C.) fue una etapa importante en el desarrollo de la mitología y el poder, ya
que los hallazgos arqueológicos
revelaron la extensiva dependencia en esta aleación para usos diversos, desde adornos
personales hasta armas de guerra. Pero algo fundamental fue que no toda la
población estaba involucrada en su manufactura ni en su utilización. Los
elementos necesarios para la fundición en esta aleación tenían que traerse de distintos lugares, y esto
solo le era posible a los grupos privilegiados. Las practicas funerarias
mostraban a ciertos grupos sociales acompañándose de este metal con carácter
simbólico, el cual se llevaron hasta su tumba, con el interés de acompañarse de las riquezas que se habían
tenido en vida, mas la presunta necesidad de la familia de mostrar
simbólicamente que el muerto había
formado parte de una clase
distinta.
Las mitologías y demás dioses
que gobernaban el espacio
simbólico surgieron en aquella era, pero no fue hasta le Edad de Hierro (1,500
A.C.) cuando se coronaron como el discurso oficial de las sociedades. Las
clases gobernantes transmitían el poder mediante líneas hereditarias y su
relación con los mitos creados. Esta combinación era la justificación para legitimarse sobre sus poblaciones y
las de los pueblos conquistados. En esta etapa vemos surgir los mitos
fundacionales de algunos pueblos europeos como los celtas, griegos, romanos,
germanos y nórdicos.
Cada transición histórica
generalmente se ve reflejada en la tecnología que esta a disposición de las
elites. Pero también es cierto que así como la Edad de Hierro hizo irrelevante
en muchos sentido a la de Bronce,
por su lado la invención de la imprenta le asestó un duro golpe a la
institución religiosa mas poderosa que dominaba el discurso escrito de la
cultura europea. La imprenta fue
un invento tecnológico del Renacimiento (XV), pero los usos sociales de la
misma cambiaron la faz de el viejo continente de manera radical, fracturando el orden que hasta ese momento le había dado estabilidad a una forma
especifica de ver el mundo. La tecnología de la imprenta alteró a la sociedad,
pero también la estabilizó posteriormente con nuevos arreglos de poder. Un
ejemplo fue el surgimiento de monarquías independientes, muchas de las cuales
abandonaron el catolicismo como su base para empoderar a sus propios reyes y aristocracias.
La Industrialización (XVIII) no
fue la excepción. Esta etapa humana desato fuerzas nunca antes vistas en
relación a la posibilidad de transformar el espacio vital humano y el medio ambiente.
No solo se incrementó la capacidad económica y la complejidad de las sociedades
(que aumentaban en demografía) si no que también nos mostró la
industrialización y el escalamiento de la guerra. Y aunque estas eran peleadas
en nombre de los Estados, el sector privado participaba activamente de ellas,
dado el poder que le devenía del tomar parte. Los Estados consolidaban - mediante
la industrialización - una relación con el sector privado que venia forjándose
desde antaño. Pero a partir de esta época el Estado se vio
en la imperiosa necesidad de
mantener una estrecha relación con las clases que le favorecían con el
abastecimiento de armamento.
Otro excelente ejemplo de la
dualidad de toda tecnología es la energía atómica. Esta nos ha catapultado en
el camino hacia la autonomía
energética, pero en el camino empoderó a los países que hicieron de ella la
mayor amenaza de guerra posible.
Pero el paso fundamental a esta
alianza directa entre Estado e iniciativa privada en la búsqueda de supremacía
global no fue finiquitada hasta el advenimiento de la patente como un sistema
racional que oficialmente los ‘legitimaba’. En ese sentido el sistema de patentes no solo realza la
innovación tecnológica - defendiéndola de imitaciones y competencias desleales
- si no que también otorga una
licencia especial para ciertos grupos privilegiados que cuentan con el capital
y la ‘inteligencia’ suficiente para desarrollarla. A escala global el sistema de patentes mantiene a los Estados al frente de la
competencia internacional, y esto
es lo que ha permitido e incentivado a la Corporación privada como la forma de organización
transnacional por excelencia. Estas aglutinan capitales y recursos como no se
había visto desde la época de las Compañías de las Indias Orientales francesa,
inglesa y holandesa (XVII).
La venta de tecnología hoy a
nivel internacional sigue una lógica de desfasamiento. O sea, solo es ofertada
a otros cuando se ha inventado tecnología de punta, en la competencia por estar a la cabeza. No existe nada malo en esto, ya que
esta naturaleza competitiva viene arrastrándose desde la agricultura. El
problema surge de forma domestica,
cuando este sistema estratifica a la sociedad de un mismo país, entre los que
tienen permiso e influencia para desarrollarla, y los que pueden consumirla y
someter a sus empleados bajo sus practicas especificas (cuando estos no se han
convertido en redundantes, gracias a la robotización y automatización de
procesos industriales). El control que la tecnología ejerce no solo modifica
las practicas laborales, si no que también existen tecnologías que son usadas
por el Estado y la iniciativa privada en afán de protegerse de la misma
ciudadanía que gobierna, con ejemplos como el uso de cámaras de vigilancia y demás sistemas de espionaje
que prevalecen como la justificación de la ‘seguridad’ pública que se ofrecen
el día de hoy, época azotada por
crisis de toda índole.
Es natural que los subsidios
públicos existan buscando
incentivar la creatividad, pero sus efectos suelen ser asimétricos, ya que
logran consecuencias inequitativas en la economía y cultura de cualquier país.
Es obvio que no todo mundo tiene ni el tiempo ni el dinero para participar en
la innovación, pero eso no le quita el hecho de que se favorezcan solo unos
cuantos, como viene haciéndose desde la Era de Bronce.
Pero el mejor ejemplo de los
usos de poder y control tecnológico sobre la sociedad puede atestarse hoy, con
la proliferación de medios de comunicación como la Televisión y el Internet. El
primer articulo de esta serie mencionaba que la escritura expandía el poder de
trasmisión de ideas a través del tiempo y el espacio. Pero los medios actuales
han logrado extrapolar esta realidad a una proporción desmedida. Es por eso que
los medios a la que somos expuestos tienen proporcionalmente el mismo poder – y
en algunos casos aun más – que el
del Estado mismo. El ejemplo optimo es la posibilidad que abre la nueva media
para las plataformas e ideologías y discursos políticos. La televisión delimita
una esfera en la consciencia publica de la población que influye en las
decisiones políticas como nadie lo había logrado en toda la historia de la
civilización.
Pero la influencia de la
corporación mediática no solo recae en la venta de espacios a la clase
política, si no que también se ha enriquecido enormemente gracias a las
diversas opciones de
entretenimiento que ofrece.
Más aun, los medios de comunicación han logrado explotar la gran
necesidad arquetípica de identidad - de significado y de aspiración humana - consolidándolos como intermediario cultural con poderes cuasi-divinos. Con esto
me refiero a la cultura del consumo, que ha evolucionado de ser la proveedora
de movilidad social y estatus a millones de americanos en la década de los
cincuenta, a ser hoy la maquina de sueños de billones de personas alrededor del
mundo. El capitalismo ha hecho que esta ‘aldea global’ absorba cada vez a más
gente que es atraída por la fantasía de eterna ‘felicidad’. El posicionamiento
del consumo material como la supuesta forma del ‘bienestar’ humano es el credo
actual de la civilización. Y los centros comerciales son los nuevos
templos donde practicamos
nuestra rituales de ‘libertad’.
Las corporaciones mediáticas
contemporáneas han incursionado en el arte de moldear nuestras vidas - desde
que nacemos hasta la muerte - y por eso han utilizado como forma de seducción
toda la ristra de mitos y leyendas que la humanidad ha gestado hasta ahora. La
gente necesita narrativas, sueños y fantasías, y la televisión provee el 'secreto' comercial que lo constata. Esta nueva ‘religión’ no tendrá dioses,
pero esta llena de iconos, ídolos y demás figuras veneradas, que han hecho del
acto de consumir uno que temporalmente congela nuestros temores existenciales
mas apremiantes.
Es claro que el poder
hipnotizante de la cultura del consumo
han hecho del hedonismo la base del crecimiento económico de las
sociedades globalizadas. Pero también se ha convertido en el mejor tranquilizante y pacificador de
la población ante un Estado en
crisis de legitimidad. Esta crisis de desconfianza es el resultado de la
exacerbación de la relación neo-feudal entre el Estado y la iniciativa
privada en supuesto afán de progreso. Pero como esta
historia lo corrobora, los intereses de la elite incluyen (aunque invisibles o
no tan abiertamente obvios) dosis fuerte de control y orden social. Los
antiguos lideres patriarcales hubieran sacrificado a toda su línea hereditaria
para tener tan solo cinco minutos de acceso a estas tecnologías.
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