Tuesday, 17 July 2012

La Tecnología y la sociedad: una relación incestuosa






Las antiguas civilizaciones mitológicas que dejaron impresa su huella cultural en el mundo,  lo hicieron en gran parte por su utilización de la escritura. Esta herramienta tecnológica  logró estructurar al lenguaje hablado en relaciones sociales con relevancia para su colectividad. Pero para conseguir eso primero fue necesario el sobreponerse a la magia como forma de organización colectiva. Con esto me refiero al haber  trascendido a las sociedades que eran lideradas por figuras que lograban  convencer mediante una combinación de carisma y la dependencia en la adivinación. Una forma de poder había surgido al momento en que las predicciones de carácter grupal lograban cumplirse satisfactoriamente, confiriéndole una especie de autoridad a la figura que las directamente las ejercía.

El  antropólogo James George Frazer describe este fenómeno como una forma de legitimación de carácter publico, ya que el grupo que se sometía a estas practicas era vindicado, lo que lograba unir a su gente hasta cierto punto. Pero las sociedades mágicas - lideradas en muchos casos por chamanes o brujos - no se lograron cohesionar de forma compleja por muchos factores, pero uno fundamental era que  carecían de tecnologías que lo corroborasen de forma mas integral.  El poder del chaman o  el brujo recaía en la capacidad que este tuviese en convencer a la gente de las bondades de su ‘magia’ personal. Pero el riesgo de equivocarse se pagaba en  algunos casos con la muerte. Este mediador entre el mundo natural y el sobrenatural estaba limitado a los alcances de su propia personalidad  en su afán de convencimiento.

El mundo de la consciencia colectiva mitológica trasciende al de la consciencia mágica. Este nuevo mundo social estaba basado en poderes mucho más ‘reales’ y tangibles, como el lograr proveer de los recursos necesarios  a  una población más numerosa que habitaba  un mundo social mucho más complejo. Fue gracias a esto que el patriarca logro establecerse como el poderoso en esta nuevo periodo de organización social. El mito dejaba atrás a la magia como forma de agrupar a los muchos, aunque esta ultima no desapareció por completo, ya que el líder patriarcal requería por lo menos de imitar ciertas practicas mágicas para simbolizar un nuevo  liderazgo. Los nuevos patriarcas de la era agrícola cooptaron las funciones chamanicas para justificarse, pero lo hicieron en sentido ceremonial únicamente. Su verdadero poder devenía de la capacidad de organizar a la colectividad, y para ello la escritura fue la tecnología fundamental.   Pacal – antiguo jefe mitológico maya – representaba las características de un chaman, aunque la forma en que se legitimaba era más por herencia y dicurso que por conjuros mágicos.

Aunque el lenguaje hablado es en  si mismo una tecnología de comunicación, no es realmente hasta la invención de la escritura donde pudiésemos decir con certeza que esta forma de comunicación se vuelve una tecnología que estructura a la sociedad alrededor de mitos escritos, que mediante una cultura patriarcal, realza las funciones de los lideres de una manera discursivamente relatada. El lenguaje como  símbolo escrito estructuró el significado de los sistemas de creencia colectivos.  Pero también organizó las funciones sociales de los miembros principales del grupo.

La escritura fue a grandes rasgos lo que administro los códigos civilizatorios que nos ayudan hoy a entender los motivos  detrás del desarrollo y el establecimiento del poder centralizado. Los primeros Estados dependieron de la escritura para establecerse como tal en conjunción con las elites que participaban del poder simbólico de la comunidad. La escritura expande enormemente la trasmisión del poder, ya que realza el sistema patriarcal y de parentesco hereditario mediante historias, a la vez que ensancha el espacio y el tiempo de sus dominios. Alguien pudiera haber no conocido a su líder personalmente, pero siempre existía algo escrito que lo justificase como tal, independientemente de la ignorancia de ello.

El día de hoy podemos darnos cuenta de cómo  las nuevas tecnologías refuerzan las múltiples identidades  compartidas  de cualquier colectividad. El ‘refinamiento’ de una sociedad no proviene de sus miembros individuales (fragmentos) ni de su participación en un agregado colectivo. Los que engrandece y legitima a cualquier grupo contemporáneo es su dependencia en tecnologías que le permiten al individuo internalizar  mas eficientemente los símbolos y significados grupales, a la vez que facilitan la reproducción  externa y objetiva de las estructuras culturales (y demás normas, reglas y valores) de organización y poder. Todo este sistema se moviliza  a través de redes sociales e instituciones que tecnológicamente forman a dicha  colectividad.

Pongamos como ejemplo a la identidad nacional danesa. La tecnología no solo hace funcionar las comunicaciones y el transporte publico y privado de forma competitiva, si no que también permiten que la identidad pueda materializarse en hechos concretos. Las instituciones y la infraestructura hacen al país, pero si estas no estuviesen apoyadas con redes tecnológicas avanzadas, la velocidad de interconexión tangible de la sociedad y el desplazamiento de caracteres simbólicos harían de esta una sociedad  tradicional a lo mucho. O sea, no solo es la educación la que hace  la civilidad la clave para el funcionamiento cívico, si no que también es la tecnología que lo sustenta todo. Es obvio que sociedades mas pequeñas en sentido demográfico facilitan este proceso. Pero sin tecnología  los cuatro millones de habitantes de cualquier país estarían confinados a organizarse como cualquier sociedad subdesarrollada en sentido tecnológico.

Pero algo fundamental para el reforzamiento de las identidades colectivas es que estas  logran consolidarse mejor en contextos urbanos, los cuales permiten delimitarse como espacios de representación para múltiples identidades convencionales. Aquí la tecnología logra la función de eficientar dichos procesos. Para esos fines citadinos las más funcionales serian: trenes subterráneos,  vías y calles en superficie para trafico de vehículos,  sistemas de computo y de defensa, y aparatos de telecomunicación como el radio, la televisión y la telefonía.

La tecnología hace de la vida en ciudad algo logísticamente posible. Pero también refuerza las relaciones sociales y culturales que de ahí emanan, logrando reproducir y reforzar el discurso que hace de dicho contexto uno que vive  para si mismo. Esta forma de habitación contemporánea también facilita la homologación de los fines grupales, cualesquiera que estos sean. Una enorme oferta de símbolos, significados y motivaciones para nuestras vidas están disponibles y se proyectan desde pantallas de todo tipo. Y al parecer la tecnología es solo un paliativo para nuestras necesidades arquetípicas de magia, reminiscencias de aquella antigua forma de vida todavía añorada.

Somos conscientes de un yo convencional y de un nosotros compartido, pero la parte exterior controlada mediante la tecnología es una excelente manera de corroborar lo que interiormente sospechamos. La tecnología hace de cualquier grupo un mito artificialmente sostenido. Es por eso que las sociedades tradicionales detentan características más comunitarias que las modernas urbanizadas. Estas últimas hacen de la comunidad algo confuso, sustituyéndola con narrativas impersonales, que solo logran alinearse en momentos en que las tecnologías nos acercan, pero que solo lo hacen  durante el tiempo en que  la ilusión tecnológicamente sustentada lo permite.  Ulteriormente, la tecnología es el conducto y el sello de cualquier  pacto social.

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