Wednesday 11 July 2012

La corrupción como sedimento institucional en México





Las llamadas teorías ‘macro sociológicas’   existen para explicar fenómenos sociales que van desde las estructuras típicas de una colectividad y sus instituciones hasta tratar de entender  los procesos históricos y los cambios  globales de las sociedades. Esto se contrasta con la ‘micro sociología’ que se refiere más a la Persona (agente) y su capacidad para la acción, la interacción social y las construcciones de sus motivaciones y  símbolos que le dan existencia y narrativa individual y/o colectiva.

* El estructuralismo y el funcionalismo – ambas  macro sociológicas – se refieren a distintas formas  de entender que lo mas determinante para cualquier sociedad es su sistema como agregado, y no las partes que lo componen.

El estructuralismo pregona que detrás de toda apariencia social – y de la supuesta existencia de narrativas individuales - existen estructuras. Pero es importante denotar que lo que hace esta teoría tenga sentido y aplicación practica, es que se concentre en describir como distintas entidades se relacionan entre si, en vez de intentar catalogar el enorme  numero de estructuras que pueden existir en cualquier momento. Lo que importa en si son las relaciones que forman parte del sistema - y como a su vez el sistema las conforma y reconforma -  y como los individuos que ocupan los puestos de un sistema solo reproducen la parte del sistema que les corresponde, como el pequeño tornillo  lo hace en función a la maquina de la cual forma parte. Lo que sucede aquí es que el agente solo completa una función predeterminada para la estructura misma que se reproduce en el tiempo. Comoquiera que sea, esta teoría no explica los fines que tiene cada estructura. Se limita a describir  el como es que existen estructuras. Pudiera decirse entonces que el fin es la estructura en si misma.

Un ejemplo de esto es que si uno formase parte de un equipo de fútbol estaría sacrificando su individualidad en pro del grupo, reproduciendo así las necesidades del dueño del equipo, siendo una de ellas posiblemente el prestigio. En este sentido al ejecutivo no le interesan las motivaciones personales que nos llevo a   unirnos a su equipo ( ya que seria muy costoso el investigarlo para cada integrante),  y en vez de ello el interés se vuelca en lo que el equipo como conjunto puede lograr. 

En este ejemplo podemos analizar como las narrativas de los individuos que forman el  equipo se ‘funden’ para hacer que funcione la estructura que los unió, y en ese sentido se convierten en productos narrativos de las relaciones que surgen del formar parte de dicho equipo como institución, la cual aglomera reglas y conductas que determinaran lo que es admisible para el equipo mismo, en detrimento lógico de la personalidad individual de sus elementos. La conducta de cada elemento, entonces, se explica más por el apego a los patrones estructurales que por motivaciones personales. El poder, ulteriormente, esta depositado en la relación estructural que se desprende de formar parte de un patrón determinado, y no como comúnmente lo hemos entendido - como el dominio de una persona sobre otra.

Un punto final y una critica importante hacia el estructuralismo es que no explica como surge el cambio social. Pero aunque el estructuralismo no permite acciones individuales y o grupales para cuestionarle, es obvio que el mundo social  cambia. Por otro lado, la respuesta en defensa de la teoría es que aunque el cambio social existe siempre es posible discernir estructuras detrás de cualquier sistema social. Lo único es que no nos dicen es   como y quien  participó  antes, durante  y después del cambio estructural. No hay que olvidar que el estructuralismo no se avoca a entender los fines o metas, solo nos relata que existen relaciones de poder intrínsecas a dichas estructuras.

El funcionalismo por su lado incluye también la poca o nula participación del agente como causa de la conducta social. En ese sentido, el individuo solo es una parte del todo, un parte disperso que actúa directamente (aunque sin consciencia de ello) para mantener al agregado integral del que forma parte. Pero a diferencia del estructuralismo el funcionalismo si trata sobre los fines. Un ejemplo obvio es la colmena de abejas en donde hay que trabajar y pelear para defender a la reina que reproduce más abejas para mantener ( ¿a ella? jaja) a la comunidad viva.  En este sentido los efectos - las necesidades colectivas - preceden a las causas, ya que estas ultimas son las que en este caso mantienen inconscientemente al sistema.  Su participación ‘funcional’ es individual y logra como agregado la estabilidad colectiva y la supervivencia del sistema.

Entonces la colmena solo sirve como analogía ya que esta logra el orden por si misma y lo hace de forma misteriosa. Pero para los sistemas humanos debemos incluir las intenciones y las motivaciones de quienes nos lideran como colectividades para lograr entender algo de lo social. Es obvio que esta última mención de un centro o una jerarquía ya incluye para nuestra especie a la consciencia. Entonces si presuponemos que los gobernantes saben lo que hacen y no informan a las participantes de ello, pudiese aseverarse que el funcionalismo en política es una especie de ventajismo efectuado por  los que detentan el poder.  Para esta visión la gente sin educación e información solo participaría como masa inerte para lograr los fines que los ‘educados’ tienen planeados para ellos. Y como esto presupone  consciencia e  intención clara de algunos para liderar a otros, no es necesario que la franquicia de la capacidad de decisión  sea extendida para todos.

El funcionalismo es obviamente conservador, ya que también deja fuera la posibilidad de cambio interno al sistema. El cambio puede venir del colapso natural que sobreviene a cualquier sistema, o pudiese venir desde fuera, como por ejemplo una agresión de vecinos o del medio ambiente mismo. Más aun, lo que se excluye por completo de esta teoría es una base motivacional de los participantes  y de reglas e instituciones públicamente reconocidas que generalmente sirven como refugio repetitivo de  normas  que solidifican la civilidad y el entendimiento colectivo. La claridad en los procesos sociales contradice al funcionalismo, ya que la transparencia y la existencia de información pudiesen representar una afronta a los intereses que desde arriba, o desde el centro, son fijados para las mayorías.

En este sentido las practicas repetitivas y reproducidas que se hacen a niveles de control pudiesen representar una especie de institucionalidad, pero su vigencia no es de corte público ni de conexión con alguna forma de sociedad civil. O sea, la corrupción puede ser una practica institucionalizada que directamente contradiga y usurpe  a  instituciones públicas vindicadas en el pacto social  como la Ley. Esto quiere decir que la corrupción bajo esta óptica es una manera sistemática y natural – y obviamente  institucionalizada - de hacer las cosas. Bien es sabido que la corrupción existe por doquier en el mundo, y que en muchos casos mantiene redes de influencia en operación  que son relativamente efectivas para las sociedades que las perpetúan.

Una síntesis de ambas teorías para explicar lo que sucede en México:

Desde la antigüedad existen justificaciones racionales para que algunos manden sobre otros. La función principal de los poderosos del sistema es mantenerse como tal  para el supuesto beneficio público. Pero el poder moderno y contemporáneo no radica únicamente en la fuerza, si no en la legitimidad que demuestra el gobernante mediante la utilización de formas económicas y sociales  efectivas.  Entonces la explicación fundamental estructural-funcionalista es que las elites oligárquicas – que incluyen al sector privado y a ordenes públicos – se han organizado en relaciones estructurales que buscan perpetuar su  control sobre las formas capitalistas que operan dentro de México, incluyendo las fluctuantes teorías e ideologías que los justifican.

En esta explicación las funciones son determinadas desde el centro (o arriba) y por eso se hace determinante aglutinar las relaciones sociales que mantengan esos intereses bien lubricados. En ese sentido los poderosos tienen claro que buscan y la alineación entre burócratas y oligarcas hace que se ‘formen’  estructuras. Como resultado las ‘altas funciones’ se perpetúan como patrones sociales.



El funcionalismo también es entendido como teoría del ‘consenso’ y esto quiere decir que el mismo puede darse de forma tacita, aunque raramente es inconsciente. La corrupción aquí es un subproducto, un mero acto que es necesario para alinearse con las formas de ‘hacer’ las cosas.  En este sentido esta ‘articulación de intereses’ si es intencionada, pero obviamente no es  públicamente compartida con una comunidad supuestamente representada. Pero esta forma de organizarse no es parte de una conspiración marxista - en el sentido de que conscientemente se busca dividir a la sociedad de forma desigual - si no que esto ultimo es un efecto no deseado e inesperado de  ese afán de creer que algunos son los ‘buenos y necesarios’ para lograr mantener ese orden que los flujos capitalistas y el intelecto económico corroboran.

Como existe un sistema capitalista que nos rebasa como individuos y países, se cree que alguien debe domarlo y tomar sus riendas en teórico beneficio de la sociedad. El día de hoy el neoliberalismo presume la idea que el crecimiento surge de las grandes corporaciones (piezas clave del engranaje estructural-funcional), ya que estas gradualmente escurren crecimiento y riqueza  a través de los diferentes niveles de la sociedad, logrando técnicamente llegar hasta abajo donde supuestamente  permean a todos.

Para estos fines es que los candidatos presidenciables y demás figuras políticas de peso cumplen ciertas funciones para el  ‘mantenimiento’ del sistema.  Es por eso que personas como Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera cumplen perfectamente el rol que se espera de ellos, así como lo hicieron en su momento otros políticos telegénica  y novelescamente estructurados – como López Portillo/Sasha Montenegro y  Salinas de Gortari/ Adela Noriega. Estos  detentan características que la oligarquía goza para si, y que cínicamente ofrece a la ciudadanía como base de la movilidad social. Y para esto hacen uso de su relación feudal y estructural con los medios de comunicación. El funcionalismo radica en la búsqueda de que todo funcione como relojito, siempre y cuando la gente en la periferia viva en la ilusión y la inconsciencia. Para estos fines es que se utiliza a la  des-educación como arma de ignorancia masiva, que obviamente es pieza clave para el sistema.

Por eso la base de este tipo de sistema es el consecuencialismo – el fin justifica los medios – ya que el fin siempre es la colectividad y sus grandes decisiones (epitomizadas en los lideres ilustrados que las detentan). Por eso la corrupción es un mal necesario para esta visión.  Tantos intereses y estructuras la hacen costeable - que en sus diferentes acepciones como el compadrazgo, el clientelismo, el nepotismo y el vil robo - mantiene a la maquinaria burocrática y oligárquica bien conectada,  pero en detrimento de las mayorías. 

Comoquiera que sea, es muy claro  que los niveles de desconfianza que vivimos hoy se han convertido en una amenaza al sistema mismo, ya que ha atraído demasiada atención publica hacia la corrupción institucionalizada, al grado de materializar una potencial amenaza de la población hacia el orden público. Pero la corrupción también esta canibalizando a los partidos, instituciones publicas, y empresas privadas. Se esta dando una competencia de toda índole por el control del capital y del poder para distribuirlo.

La cultura de la corrupción que practica la elite es también ‘funcional’ ya que   evita que alguien más llegue al poder buscando eliminar sus privilegios. No hay que olvidar que los que mandan se han justificado estructural y funcionalmente al frente de una visión social ‘apropiada’. Pero en realidad la ideología es secundaria al sistema capitalista global, que es el que teje la distribución (a grandes rasgos) de las oligarquías aquí y en otras latitudes del orbe. Con esto dicho podemos entender que nos somos los únicos que sufrimos de esto. Y esto no exime al resto de la sociedad que también puede ser corrupta. La única diferencia es que el policía que recibe la mordida no lo hace en afán de salvarse de los embates de las mayorías, como si lo es para la elite, que defiende sus interés en esa supuesta lucha en pro de la vigencia del capitalismo.

En este esquema la corrupción es entendida como el resultado medible de un patrón de conducta sedimentado y legitimado colectivamente, más que tratarse de un acto inmoral de individuos o grupos particulares con motivaciones particulares. En esta línea, y parafraseando a  Robert K. Merton, las función manifiesta de la corrupción es lubricar el engranaje que mantiene a las relaciones sociales como patrones estructurales operando. Y la función latente, resultante e inesperada es la de la pobreza, que hasta cierto punto es justificada en privado como un mal necesario de la sociedad. Esta  estratificación ‘natural’ es técnicamente  necesaria para maximizar las ganancias del capitalismo. Cabe resaltar que esta explicación de la corrupción no busca monopolizar el concepto. Es obvio que existen justificaciones y razones personales para la misma, pero en ese sentido, una enfoque micro sociológico seria lo mas apropiado para su análisis.

Regresando a la analogía original del funcionalismo, en ella las abejas no se dan cuenta que sirven a la reina, pero si estas tuviesen hambre pudiesen conspirar instintivamente contra ella. Pero por el lado humano bien es sabido que  la  radicalización de la miseria pone en entredicho al sistema mismo, como al grado en que esta se ha dado en México.

La critica más fácil a estas ideas estructurales-funcionalistas es que no dan posibilidad para el cambio y la acción individual. Pero lo más ingenuo es que nos condenan  a nosotros, supuestos participes inertes de todo esto, a ser meros receptáculos. Estas ideas nos  consignan al olvido motivacional, relegados en  orbitas  periféricas,  ruta  desde donde hacemos de la conformidad la base de nuestra perpetua sumisión. 

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