Sunday, 3 January 2016

Monterrey en la encrucijada

Los regiomontanos tenemos que priorizar el medio ambiente y la comunidad si queremos recuperar la  calidad de vida que alguna vez tuvimos.

Evidencia del olvido de lo público abunda en la ciudad de Monterrey. Desde las gruesas e ineficientes burocracias, pasando por las  excesivas privatizaciones y desenfrenadas adquisiciones, hasta la urbanización fuera de control, la sociedad regia es una con mucha prisa. En ese sentido, una de las principales victimas de nuestra forma de vida  es el  medio ambiente, que ha sufrido la depredación correspondiente a una  sociedad que fantasea con urbanizarlo todo.

 Nos hemos convencido de que urbanizar equivale a crecer y modernizarse, pero ignoramos  los irreversibles daños  al hábitat. Ya no podemos negar que tenemos uno de los peores aires para respirar de todo el país, si no es que de toda Latinoamérica, como aseveran algunos.

 No es momento de buscar culpables individuales. La verdad es que todos nos creímos el mito de que era posible alcanzar las metas de riqueza –tan repetidas por la política y la televisión– sin arrasar con nuestro entorno en el camino.

 La ciudad de Monterrey no fue planeada para ser una urbe industrial cuando se colonizó hace más de 400 años.  La economía local de aquella época dependía básicamente de la ganadería. No fue  hasta un par de siglos después que la industrialización despego, con la lógica y  consecuente urbanización que se fue volviendo necesaria para acomodar a  una población en crecimiento.   Hoy ya no podemos seguir así, contaminándolo todo con nuestros vehículos, empresas y construcciones. Esto porque vivimos entre montañas que frenan el fluir del aire,  que bajo condiciones normales limpiaría mucho de la polución que  nos sofoca.

El Plan Nacional de Desarrollo Urbano recomienda lo siguiente: Distribución armónica de la población, integración territorial para un mejor aprovechamiento de los recursos, desarrollo equilibrado en los centros de población, accesibilidad a los servicios públicos y preservación del medio ambiente.  Aquí mejor se la dejo a usted, estimado lector, para que a consciencia haga una evaluación honesta de como va Monterrey con éstas recomendaciones.  

Seamos realistas, el problema de Monterrey es sistémico. Por eso creo que  corresponde a cada quien tomar responsabilidad de su participación individual en todo ello. Dicho de otra forma, ese torbellino de prisas y necesidades llamado capitalismo neoliberal se ha instalado permanentemente en Monterrey, lo cual curiosamente no afecta a la burocracia.  En pocas palabras, desde arriba nunca va a venir esa solución que buscamos, ya que ellos siguen contentos con el negocio que de ahí emana. Al final sabemos que la solución  esta en cada uno de nosotros.

Eso de querer imponer un nuevo impuesto para lo de la verificación vehicular es un remedio tópico, superficial, de acuerdo al problema sistémico que describo.  No digo que no se necesite reducir el uso del coche. Pero considero que crear otro brazo burocrático para tratar de salvarnos desde arriba no resolverá nada.  

Los gobiernos excesivamente legalistas se vuelven  impositivos, cobrando por todo. Esto invariablemente conduce a la corrupción. Todo por que los que mandan  se  aprovechan de que la sociedad no se atreve a cambiar los hábitos que ayudarían a todos. Entre más indecisión individual y colectiva, más  dependencia   En directrices políticas.  Ulteriormente, delegarle la responsabilidad a otros de algo que nos corresponde es empoderarlos todavía  más sobre   nosotros.

De hecho lo público puede verse como una capa 'protectora' del medio ambiente, por lo que si no respetamos lo  de otros, es lógico que tampoco respetaremos al medio ambiente.

Reforestar pudiere ser un buen remedio para parar el sangrado. Sin embargo, si no hacemos consciencia de como cada uno de nosotros participa del sistema depredador,  que despersonaliza nuestras relaciones humanas en afán de competencia y dinero, no cambiará nada.  Eso sí, si no cambiamos ahora tendremos que enfrentar más tarde los efectos multiplicados de nuestros actos.

Debemos desarrollar la madurez necesaria para aceptar las consecuencias de nuestra huella urbana. De no hacerlo,  sufriremos cuando la naturaleza nos fuerce a ello.

La comunidad fluye sin prisa. La naturaleza respira si no la arrancamos de raíz, creyendo que con parchesitos verdes podremos salvarla de nuestras fantasías progresistas.

Si no sembramos virtudes no cosecharemos comunidad. 

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