‘‘Cuando la moral es suficiente, la ley es innecesaria; cuando la moral es insuficiente la ley es inejecutable’’, Emile Durkheim (1858-1917) sociólogo francés
La visita del Papa será, desde lo político, la 'coronación' de una serie de intentos para darnos una identidad colectiva que funcione, una que logre prevenir el caos social.
El retorno del elemento religioso al espacio público realmente empezó desde Carlos Salinas de Gortari, cuando éste restauró la personalidad jurídica a la Iglesia Católica. Dicha personalidad jurídica es simplemente, desde lo legal, un artificio para autorizar a quien sea lo que puede hacer o decir en la calle.
Como sabemos la relación Iglesia-Estado ha sido una históricamente compleja.
En teoría vivimos en una República, donde debería ser ilegal que ciertos cultos y creencias predominen sobre otros, eventualmente controlando las variables fundamentales de la sociedad.
No obstante CSG le abrió la posibilidad a la Iglesia Católica para que recuperara la influencia extraviada desde siglos anteriores. O sea, CSG intentó barnizar su versión del neoliberalismo con tintes religiosos como amortiguador a la sistemática privatización de la vida social.
El gobierno de oposición panista foxista siguió con el guión religioso y conservador implementado por el PRI. Esto porque al Estado, independientemente de partidos, siempre le conviene tener cerca a los expertos en cuestiones de identidad, como son las religiones.
Con Calderón la relación no hizo mas que profundizarse. De hecho, el país sufrió un brusco giro hacia la derecha, con eso de la síntesis entre la guerra contra las drogas y el conservadurismo religioso. Primero que nada el PAN actuó por la inercia que ya traía el Estado desde CSG. A esto hay que añadirle el elemento ideológico del mismo PAN, partido que sabemos es de inspiración demócrata-cristiana.
Bajo Enrique Peña Nieto se modificó el articulo 24 constitucional, ese que prohibía a cualquier culto ejercer sus creencias en la calle. Dicha modificación fue después implementada a nivel estatal por la mayoría de los estados de la república, con lo cual finalmente se consiguió el objetivo deseado. Se le devolvió el poder a todos los cultos, técnicamente desde lo legal, para que otra vez pudiesen llevar sus ideales a la calle.
La modificación se vendió como pluralista, dado que son todos los cultos, y no nada más el católico, los que en teoría pueden aprovechar dicha apertura constitucional.
Sin embargo, es determinante ver cómo en la practica es sólo el culto católico el que es privilegiado por el Estado. Esto puede corroborarse con la reciente y férrea intención de traer, otra vez, al líder político y moral de la Iglesia Católica a México.
A esto habría que sumarle el poderío real de dicha institución, para aclarar que no todos los cultos pueden competir efectivamente contra el dominio multidimensional de la Iglesia.
Pero eso es otro tema. La clave es seguirle la pista al Estado, que como digo, claramente beneficia a la institución Católica.
La razón principal, además de los intereses ya existentes por siglos, es la urgencia de nuestro Estado federal por darnos una identidad exprés, ante la debacle socioeconómica y política de la nación. Por eso es que Enrique Peña Nieto continua con el mismo guión de gobiernos anteriores.
Tan urgente es la identidad, como pegamento social, que el Estado ha sido capaz de destruir al Estado laico para tratar de regresarnos a la magia como sociedad. Esto con el simple afán de centralizar y estandarizar todas las diferencias y creencias bajo un par de directrices, ciertamente autoritarias.
En esa línea va la dichosa Secretearía de Cultura con la cual eliminarán la autonomía de Conaculta, con la intención ulterior de fusionar todas nuestras diferencias milenarias en una sola visión supuestamente ‘moderna’.
No es casualidad que este proceso se ha acelerado durante el neoliberalismo.
Los arquitectos de dicho sistema saben que deben vender otro tipo de identidades, ya que el consumismo plástico de eternas deudas deshumaniza y despersonaliza a las sociedades al grado del desprecio comunitario.
El Papa viene a tratar de restaurar la base de la pirámide de la identidad mexicana, su columna vertebral, que se ha desgastado por interminable guerra, la corrupción, la pobreza y la mentira institucionalizada.
En la siguiente columna le diré como al mismo tiempo los de arriba buscan forzar el pico de la pirámide. Su obsesión es amarrar este bolso de identidades en una sola, ingenuamente creyendo que la confusión colectiva puede transformarse en orden unitario. Creen que es posible lograrlo desde arriba, sin necesidad de hacer los ajustes estructurales, que saben son necesarios, pero que por negligencia burocrática prefieren ignorar.
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