Sunday 20 December 2015

La tapadera rusa

'Todo imperio se imagina como una excepción'
Ann Stoler (1946- ) antropóloga estadounidense
El hecho que Putin ejerza el liderazgo durante esta transición de poder hegemónico global no significa que Rusia será el siguiente imperio.
Las dos razones principales que dificultan el posicionamiento de Moscú son el dinero y la población. Por el lado económico, el país más grande del mundo no cuenta con la infraestructura necesaria para competir a gran escala. Además, la poca diversificación de su producción no le permite expandir sus dominios más allá de lo que ya tiene. En pocas palabras, Rusia es un país monoproductor, que depende de los combustibles fósiles para su supervivencia.
En cuanto a la población hay que tener en cuenta que 146 millones no son suficientes para plasmar esperanzas imperiales. La situación se complica aún más dados los altos índices de mortandad, a los que podemos sumarle una baja tasa de reposición. Es por eso que Putin no puede darse el lujo de enfrentar a Occidente con grandes ejércitos terrestres.
Una de las formas más efectivas para incrementar rápidamente la población es conquistando territorios poblados, como la Unión Soviética hizo en el pasado. Al parecer esto no figura en los planes de Putin.
Entonces, lo que está sucediendo a nivel geoestratégico es que Moscú está dando la cara para enfrentar a un debilitado Occidente. Sin embargo, lo más factible es que una vez que el trabajo de contrabalancear a la OTAN haya terminado, se abrirá el camino para que China se consolide como el seguro hegemón del Siglo XXI. Beijing cuenta con todo lo necesario para ser la siguiente superpotencia: población, economía fuerte, y un aparato militar de gran envergadura.
Paralelos históricos al fenómeno que describo abundan. Uno de los más sonados fue el Congreso de Viena, liderado en 1815 por el imperio austrohúngaro. El motivo ahí fue trascender el orden europeo impuesto por la fuerza de Napoleón Bonaparte. La monarquía vienesa tenía todas las intenciones de colocarse en la cima del poder continental, pero finalmente éste cayó en las manos de la corona británica. Londres cumplía con todos los requisitos que Beijing cubre en la actualidad.
Otro punto clave que caracteriza a un imperio es irónicamente la diversidad étnica y cultural que lo compone. A diferencia del homogéneo estado-nación, los imperios, ya sea por su expansionismo o por su convenenciera tolerancia, por lo general celebran las diferencias. El Partido Comunista chino tiende hacia la imposición de la visión monocromática de la cultura y el lenguaje han. Sin embargo, se antoja muy difícil que en el mediano plazo puedan someter a los musulmanes, mongoles, y demás múltiples y coloridas diferencias que integran al país. Nada más la provincia de Yunnan cuenta con una mayor diversidad que el resto de la nación junta.
En cuanto a EUA, existen algunos indicadores que resaltan la crisis imperial por la que atraviesan. Primero que nada la imparable inercia hacia la monoproducción en lo relacionado al armamento. Es cierto que las corporaciones empresariales todavía distribuyen miles de productos ajenos a las armas. No obstante, la producción de estos bienes fue externalizada hacia Oriente, y por eso es que en casa ya no hay tanto trabajo industrial.
En lo referente a las diferencias culturales es evidente que fluyen los contrastes. Dicho esto, no tenemos más que analizar los discursos de la burocracia para percatarnos de que su idea es limitar dichas diferencias en pro de la supuesta seguridad de la patria.
Es por eso que Washington debería tener mucho cuidado al criticar a sus adversarios. En muchos sentidos el Tío Sam ejemplifica como ninguno a esos desiertos de estandarización a los cuales intenta no parecerse. Ulteriormente la guerra perpetua augura tensión y drama para sus excepcionalmente convencidas poblaciones.

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