Tuesday, 22 December 2015

De reglas y taximetros

‘‘Se están revisando los taxímetros para que los taxistas cobren lo justo’’
Juan Villarreal, Coordinador de vialidad en el estado de Nuevo León

El descontrol que impera en el servicio de taxis de Monterrey es fiel reflejo de la ausencia de regulaciones gubernamentales.

Para algunos es sabido que durante la noche muchos taxistas imponen su propia ley, cobrando la susodicha ‘‘tarifa’’, que puede llegar a costar hasta lo triple de lo normal.  La excusa que los  taxistas suelen dar es que ‘la cosa esta muy brava’, por lo cual supuestamente se ven  obligados a cobrar lo que quieren para sacar adelante a sus familias.

No dudo que la situación socioeconómica  esté muy difícil. Sin embargo, es inadmisible que cada actor de la sociedad decida  por sí mismo lo que le parece más adecuado. La responsabilidad de ajustar y verificar las tarifas  le corresponde al Estado.  Lo malo es que en nuestro caso muchos de los dueños de los taxis son políticos o amigos de estos, lo cual ciertamente influye en la falta de regulación.

Regular es poner reglas para permitir  la convivencia civilizada. Cuando no existen reglas claras el que suele salir perdiendo es el ciudadano, ya que queda desprotegido frente a poderosos intereses colectivos.  Ulteriormente, los taxis son un  microcosmos de la sociedad, ya que sus verdes naves surcan las calles mientras sus choferes alargan los minutos y segundos en interacción con sus usuarios.

Por eso es fundamental que la confianza sea lo que lubrique estos comunicativos y efímeros traslados citadinos.

Mi experiencia con los taximetristas en Montevideo, Uruguay ha sido muy positiva. He utilizado sus servicios en muchísimas ocasiones y a todas  horas. En ninguna ocasión he tenido que batallar en lo más mínimo con ellos, razón por la cual han fructificado nuestras platicas y aprendizajes.

Algo que me impresionó mucho es el nombre ‘‘taximetrista’’, ya que así es como la gente se refiere a ellos. La confianza y la certeza que la ciudadanía ha depositado  en el taxista, debido a la estricta   regulación de su servicios, llevó a la gente a integrar el termino compuesto ‘‘taximetrista’’. En pocas palabras, se da por un hecho que el conductor no manipulará el contador oficial.

Imagino que muchos exclamaran, ‘México no es Uruguay’. Yo les respondería diciendo que los pueblos se forjan con reglas claras, lo cual no tiene que ver  con identidad nacional ni con jerarquías culturales.

Dicho esto confieso que pierdo el optimismo regulatorio cuando leo que a los habitantes de ‘ciudad del conocimiento’ se les volverá a permitir  fumar en lugares públicos.  Y si esto no es suficiente para comprobar mis sospechas privatizadoras, las mismas se corroboran cuando me percato de que la ley  para frenar a los desarrolladores siempre se manipula, la cual tampoco es acatada  por los que llevan prisa por construirlo todo.

Por eso es que concluyo que las cámaras de seguridad están ahí para rellenar ese hueco de confianza que por décadas hemos profundizado. Somos una sociedad que desconfía de todo, y por eso es que estamos institucionalizando la vigilancia perpetua.

Esto, estimado lector, es todo menos civilizado. En esa linea, el Estado Policiaco y el ejército en la calle no son más que símbolos del fracaso de una sociedad aferrada a lo privado, que ciegamente cree que algún día la riqueza de unos cuantos se escurrirá hacia abajo para empaparlos.

Si no ponemos frenos a los excesos de unos cuantos estos nos terminarán de llevar de encuentro a todos. Ojalá que la revisión efectuada por el coordinador de vialidad del estado sea el comienzo de un largo historial de trabajo, y no de retórica y  demagogia como acostumbran.

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