Y ahí vamos otra vez... ¡Ya que se acabe 2016!
¡Ojalá que 2017 venga mejor y nos traiga lo que merecemos!
¡Ahora si diosito no nos falles!
Exclamamos frases que reflejan la Esperanza de que algo allá afuera -un cambio de año en dígitos, la benevolencia de un dios que por conveniencia personalizamos, o la simple dependencia en circunstancias ajenas a nosotros- puedan realmente transformar nuestras vidas.
En este sentido, la Esperanza es una forma de procrastinación, donde aplazamos los cambios que sabemos tenemos que hacer internamente, para en su lugar achacarle nuestros enojos y culpas a la fortuna y demás experiencias externas a nosotros.
La verdad de las cosas es que el tiempo es más un fenómeno psicológico relativo que uno sustancial y tangible, y que mejor que el sol para entenderlo. Se nos dice que cada vuelta del sol a la tierra es un año, pero en términos concretos nuestra existencia es muchísimo más reducida y limitada que la de un astro que nunca expira.
Por eso prefiero interpretar cada vuelta del sol por la tierra como un renacimiento de presencia y luz, que nos permiten 'cada año' volver a intentar eso que sabemos tenemos que hacer para realizar ese ser que somos en potencia -con el cual eternamente soñamos- pero que sólo en pocas ocasiones permitimos asomarse.
Te invito a que tomes este 25 de Diciembre como un renacimiento, una oportunidad de oro para finalmente abrir tu corazón hacia tí mismo y los demás.
Con esto no me refiero a la activación del amor romántico comercializado ni a cursilerías similares. Hay que abrir el corazón para convertirlo a la vez en puente y conducto. Puente compasivo para unir las partes reprimidas, más oscuras y materiales de nuestro ser, con la contraparte más sutil y trascendente de nuestra existencia.
Sólo así podremos entrar en contacto con nuestra esencia más pura, núcleo donde reside el potencial de la pasión que puede por fin transformar eso que deseamos. Este, estimados amigos, es el conducto al que me refiero, la función más sutil y a la vez poderosa de nuestros corazones, la antena de comunicación más natural y refinada posible.
Propongo que cambiemos los telescopios por microscopios, para poder ver con más precisión y detalle lo que tenemos dentro, sustancia que esta ahí latente para ser usada para cambiarnos a nosotros mismos, material que ciertamente será de amplio interés para los demás, los cuales ya se han cansado de escuchar nuestras quejas y esperanzas fallidas por no querer actuar, así fracasando como seres pluripotenciales.
Deja de esperar a que las circunstancias cambien, o que el viento sea el adecuado para tu navegación.
Conviértete en motor y jamás necesitaras de nada allá afuera para moverte.
Ya no digas ' ¿Qué me van a traer? ', mejor preguntate ' !Qué voy a dar! '
No hay mejor regalo que el que se descubre y se abre aquí y ahora.
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