‘‘La globalización nos ha hecho más vulnerables. Nos dio un mundo sin fronteras’’
Anna Lindh (1957-2003) política sueca
Anna Lindh (1957-2003) política sueca
Europa se está endureciendo en respuesta a la crisis de la migración, de refugiados o de desplazados, como usted prefiera llamarle.
Esto porque las medidas para detener el flujo de gente hacia el norte rico europeo, el destino final de la mayoría de los desplazados, van desde cancelar temporalmente acuerdos fundamentales de la Unión Europe a(UE) como Schengen –que eliminaba fronteras y aduanas entre países miembro–, hasta la directa construcción de murallas y la militarización de las fronteras como está haciendo Hungría.
Budapest le está reclamando a los miembros ricos, entre ellos Alemania, que por tierras húngaras entran la mayoría de los humanos que actualmente inundan a la Europa dividida. Dividida porque nadie está respetando el acuerdo que tenían para distribuir la cantidad de gente que llegaba. Dividida porque el rico norte hace caso omiso de lo que le sucede a miembros como Hungría, Croacia, y la misma Grecia, países a donde llegan los humanos expulsados por décadas de intervencionismo occidental en tierras ajenas.
Más divididos que nunca están los miembros de la UE, ya que no hay una respuesta conjunta a la crisis. Francia, Inglaterra y algunos en Alemania, quieren remover a Assad junto con Washington, creyendo que con eso detendrán el flujo migratorio.
Este es el club de la pantalla, que siempre recurren a la misma excusa humanitaria, esa que ha causado más de un par de millones de muertos en Medio Oriente, Asia y África, debido a los excesos de la OTAN.
Sin embargo, una de las incongruencias de plano increíbles, es que Alemania deja entrar a la gente porque irónicamente los necesita. La tasa de fertilidad en Alemania es baja, y sus líderes saben que necesitan de la mano de obra barata para mantener el sistema encarrilado a largo plazo.
Obvio que ni Grecia, ni Hungría, ni Croacia, ni muchos otros, necesitan mano de obra extra, ya que sus economías están prácticamente tronadas, esto por la centralización de poder que el Euro, y la súper competitivad germana, han concentrado en Berlín, epicentro político, económico y financiero del Viejo Continente.
Es por eso que el cansado discurso del Estado benefactor, ese que critica la migración de acuerdo al peso que la misma impone a las redes sociales proveídas por el Estado, ya no aplica. El Estado benefactor prácticamente ha desaparecido en Europa continental, pero no es Escandinavia, pueblos que saben lo valioso que es mantener la cordura en lo comunitario.
En resumidas cuentas, unos países europeos quieren gente y otros no, porque no la necesitan.
Algunos ganan pagando bajos sueldos, otros tienen ya mucha gente como para aceptar más.
Quién sabe, pero lo que sí le digo, estimado lector, es que esto de la migración está logrando que el racismo de siempre justifique, otra vez, la aplicación de remedios autoritarios para resolverlo, esos que sabemos perfectamente que no llevan a nada bueno, como la Europa de 1939 bien lo experimentó.
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