‘‘Si tu meta es frenar la migración, lo mejor es trabajar por un sistema global más equitativo’’
Aviva Chomsky (1957-) profesora estadounidense
Los recientes ‘escándalos’ migratorios, que muchos políticos exacerban para ganar capital político, son mucho más que una crisis pasajera, ya que las masas de desplazados que llenan las pantallas de TV son un fiel reflejo del desorden que impera en nuestra civilización.
A la tradicional búsqueda de una mejor vida, que por lo general ha motivado las migraciones de los últimos tiempos, ahora hay que sumarle cuatro novedosas causas. La primera es la profundización del conflicto neocolonial por la lucha de las materias primas que sostienen la forma de vida de consumo, lo cual ahora incluye a las sociedades emergentes de Oriente.
El mejor ejemplo de esto es la disputa por África entre los EUA y China, ya que el asediado continente está lleno de recursos. Lo sucedido en Libia, en cuanto a la remoción de Gaddafi –que arrojó a la nación al caos– apunta en esta dirección. Este país norafricano, por donde irónicamente están transitando gran parte de los migrantes con rumbo a las costas italianas, es una potencia petrolera, como también es líder en reservas de oro y agua dulce. En este párrafo también podemos incluir la dura situación de Irak, Afganistán, Pakistán y Yemen, entre otros.
El segundo disparador de la migración es la siniestra y cada vez más común compra de tierras fértiles en el mundo en desarrollo. Este negocio de corte privado tiene a corporaciones transnacionales y a muchos billonarios saudíes, suecos, australianos, canadienses, británicos y alemanes, entre otros, adquiriendo grandes tractos de tierra en África y Asia, transacciones que obviamente son lubricadas con la corrupción más rampante. Esto obliga a los habitantes originarios a desplazarse, ya que sus ‘propiedades’ han sido vendidas al mejor postor.
El tercer factor que ha motivado las recientes migraciones es la depresión económica experimentada por cada vez más poblaciones, las cuales son metafóricamente ‘secuestradas’ por las inestables fluctuaciones inflacionarias de los tipos de cambio. Un buen ejemplo de esto es México, país que depende cada vez más del dólar estadounidense, y que por ende sufre en igual proporción a su dependencia.
La inflación macroeconómica del 2.3% no se sujeta a la realidad, ya que una devaluación tan fuerte como la que nos aqueja destruye a su paso los pocos avances logrados. En cualquier país, incluyendo a México, este tipo de devaluaciones obliga a la gente a migrar hacia donde la estabilidad salarial asegura un mejor poder de compra.
Bajo condiciones normales, ésta sería la ruta de escapatoria preferida por los desposeídos de este lado de la frontera. Sin embargo, nuestro vecino del norte cerró la frontera debido a su estancamiento económico, y con ello se ‘averió’ la válvula social que le permitía a los gobiernos controlar la situación. Ulteriormente los ‘desplazados económicos’ ahora migran dentro del país, lo cual agrava todavía más la situación de inseguridad y violencia por la que atravesamos.
El cuarto, y más encubierto factor que incrementa la migración, es el cambio climático, ya que la modificación en los patrones del medio ambiente alteran las expectativas de una agricultura ya de por sí vilipendiada por el olvido y la privatización. Ya sea por sequías, inundaciones o plena aridez, hay cada vez menos certidumbre en el campo.
Un buen pero casi desconocido ejemplo es Siria, país que sufrió prolongadas sequías previo a la revolución de 2011, la cual fue finalmente interpretada a conveniencia por los invasores como un fenómeno puramente político. O sea, que mucho del descontento que después fue capitalizado por la oposición al régimen de Assad, se encendió por razones socioeconómicas, debido a la poca disponibilidad y los altos precios de los alimentos.
En pocas palabras, lo que está intensificando las migraciones a escala global es el neomercantilismo, la compra de tierras lejanas, la inestabilidad económico-financiera y el cambio climático.
Ante esta realidad avasalladora la respuesta de algunos es la negación institucionalizada, mientras que otros se aprovechan para encrespar el odio, apuntando dedos y categorizando a los menos responsables.
Es cierto que las migraciones de los Siglos XIX y XX dibujaron una línea desde el sur subdesarrollado hacia el primer mundo norteño. No obstante, la situación ha cambiado, ya que aunque ese norte (EUA, Europa) sigue teniendo un mejor nivel de vida que muchos, su difícil situación actual le imposibilita darle entrada a los millones que hoy lo necesitan. Esta es la principal razón por la que EUA y Europa se están convirtiendo en fortalezas armadas, construyendo murallas con la intención de desconectarse de una realidad a la que con sus actos también contribuyeron.
Por eso, en vez de estar sacando ventaja política del sufrimiento estructural del que participan, yo le recomendaría a los cuasi líderes del mundo ‘civilizado’ que mejor hagan un análisis a consciencia, antes de aparecer ladrando en TV.
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