'La economía del goteo sólo contribuye a reforzar la desigualdad'
Jim Yong Kim (1959- ) presidente del Banco Mundial
Según Oxfam 62 personas tienen la misma riqueza que 3,600 millones, claro símbolo de la injusticia del sistema económico neoliberal.
En ese sentido, la pirámide social de la distribución de la riqueza ya no tiene una punta en la cima, sino un delgado alfiler, que ha reventado el “globo” de la gobernabilidad y la armonía comunitaria.
Sí, estimado lector, éste es posiblemente el dato más significativo para entender la causa principal de la violencia. Mucha gente está frustrada por la falta de oportunidades laborales y el costo de vida tan alto, lo que se ve reflejado en cada vez más descontento. La riqueza simplemente no está goteando hacia abajo, escurriéndose para permear las capas sociales.
Las principales razones son dos. La primera es que el juego está canteado a favor de pocos individuos y sus corporaciones, ya que la economía y las finanzas, y no la política, es lo que ahora domina a la sociedad. Es así como los nuevos barones del gran capital han conseguido comprar a los gobiernos y los espacios públicos mismos en afán de privatizarlo todo, bajo la excusa de que esto es mejor a largo plazo.
La segunda razón por la que la riqueza no se escurre es que los megaricos no reinvierten su dinero en la economía productiva (producción y consumo). Esta “clase rentista” prefiere jugar a la bolsa de valores o guardar su dinero antes de regresarlo al sistema para reciclarlo y beneficiar a otros. Y aunque ésta suele ser la tendencia de los grandes capitales, la crisis múltiple que sufrimos provoca la cuota extra de incertidumbre que refuerza su desconfianza.
El notorio exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, dice que el capitalismo se está comiendo a la democracia. A esto habría que agregarle la República misma, ya que de ella emana la justificación ulterior para unos espacios públicos bien resguardados por el arbitro moderno que alguna vez fue el Estado.
Encima de estas fracturas pondría también al Estado-nación (país), entendido como el hogar y recipiente de la población y sus metas como seres económicos y ciudadanos dignos.
Hay que recordar que aunque los países modernos se hayan formado casi en su totalidad por la fuerza, su justificación contemporánea recae en cómo permiten que la gente ejerza su vida y sus derechos en plena libertad. La formula para que esta abstracción se materialice es que la economía se ajuste a las necesidades de todos sus participantes, y no nada más a los de la burocracia y sus compinches corporativos.
Un país con el poder centralizado en la capital como México sólo avanza si permite cierta autonomía para los estados y sus municipios. Y aunque en la teoría así es como nos organizamos, en la práctica las exorbitantes deudas públicas y privadas dificultan la conexión entre los niveles de representación nacional. Ya no vivimos en feudos. Entonces, cuando la inequidad arrecia a gran escala sus efectos reverberan a través de toda la estructura social.
La formula para salir adelante en un sistema social es la dichosa movilidad social, la cual técnicamente le permite a todos subir de nivel socioeconómico mediante el trabajo. Trabajo, movilidad social, armonía, desarrollo, en ese orden. Si falta el primer escalón no se puede pasar al segundo, y así sucesivamente.
La concentración del poder y el capital literalmente secaron las posibilidades para muchos. Por eso es que tanta gente opta por un negocio ilegal, como el de la droga, ya que es una de las poca avenidas disponibles. A esta cruda realidad habría que añadirle el elemento racial y étnico que discrimina a millones, irónicamente refugiados en su propio casa por sus rasgos culturales.
Si lo que le vendes a la gente son poderes fácticos (corporaciones, Iglesia, sindicatos, partidos, banca, medios de masa), entonces no te sorprendas cuando irremediablemente también se organicen como poder fáctico para sobrevivir.
Una cultura suele ser fáctica cuando sus diferentes partes ignoran la ley para su propio beneficio.
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