Friday 5 February 2016

De marineros y grandes ruedas


'Es difícil que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda'
 Upton Sinclair Jr.  (1878-1968) escritor estadounidense

A través de la historia el mejor indicador de la descomposición social han sido los alarmantes excesos de unos cuantos.

62 personas tienen más que la mitad de la población  del  mundo.

La pregunta es, ¿llamamos a esto  inequidad, desigualdad, injusticia o que?

A veces es difícil saber cuando se arribó  a un nivel decente  de  riqueza material colectiva y de desarrollo como sociedad.  Nunca se sabe a ciencia cierta, ya que no existen las herramientas adecuadas para sustanciar lo que los números  dejan fuera en su frialdad. Los números miden la riqueza material como bienes, propiedades o dinero, pero no pueden medir cosas, formas de vida y recursos que alguna vez estuvieron disponibles para todos durante la sociedad tradicional.

En esa línea, el progreso, visto como el combustible de la ideología moderna, siempre es más una ilusión y una meta que una realidad, ya que las sociedades que se rigen con el tiempo lineal siempre depositan en el futuro, y no en el presente, su trascendencia. Sin ilusiones y metas  no habría forma de motivar a todos a jalar parejo.

No obstante, e independientemente de ideología y proyecciones colectivas, hay realidades que siempre están frente a nosotros, las cuales prefiermos reprimir para no aceptar cuando  no nos favorecen.

Muchas veces  la justicia, como concepto y realidad social no existe, dado que desde antaño han sido los poderosos los que han impuesto las reglas del juego y los castigos para el pueblo.

Eso si, uno no puede prometer eternamente  la gloria y las riquezas cuando en el presente no se ve nada de lo que prometes. Es así como estamos  en el México contemporáneo, estimado lector.

El poder y la riqueza no deben concentrarse tanto al grado que el péndulo de la armonía social se detenga. El péndulo  siempre debe fluctuar sutilmente, y no quedarse estacionado en un solo punto, ni tampoco dar chicotazos, porque eso rompe las leyes naturales.

Las sociedades son similares a la naturaleza porque son naturaleza, por más  que querramos creer que la razón y el ego nos hace diferentes, aislandonos   de la realidad que por necedad evitamos enfrentar.

Al día de hoy ya no podemos negar que el juego está canteado hacia unos cuantos, lo cual está siendo reflejado por el estudio de la Oxfam. México alberga a uno de los hombres más ricos del mundo, y por eso formamos parte de esa estadística.

Evidencia de los excesos cuasi monárquicos abundan por doquier, tanto en la calle como en la televisión.  Aviones multi millonarios, helicópteros, yates,  vehículos de lujo, todos juguetes de algunos políticos chiflados.

Por otro lado  pudieramos visualizar a la masa de pobres extremos de hoy como los 'bárbaros' del imperio romano de ayer, que por su mera presencia ya representaban una amenaza para el sistema. Es así como ante esa muestra insaciable de derroche materialista la pobreza se contrasta y se criminaliza cada vez más.

Y mientras muchos burócratas se desviven por vender los pocos bienes públicos que nos quedan, al mismo tiempo callan frente a la durisima situación en la que directamente participan,  esto para  no perder su trabajo y ciertamente su  jugoso sueldo.

El Estado es metafóricamente un engrane que mantiene a una rueda mucho mayor llamada la población en equilibrio. En ésta metáfora el Estado es el marinero y el pueblo la barca, la cual necesita del cauteloso cuidado, no sólo para flotar, si no también  para navegar a mejor  puerto,  de acuerdo a las promesas del discurso político en turno.

Si la nave choca  los tornillos se azotan con ella.

El futuro se asegura cuidando el presente, no apostándolo.

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