'Debemos prohibir la fe islámica en Francia'
Robert Chardon (1949-) exalcalde francés
Una opinión pública cada vez más en contra de la guerra está siendo aterrorizada mediáticamente para aceptarla.
Los autores materiales de cualquier siniestro de envergadura salen sobrando. Lo que importa es observar cómo el sistema utiliza las estrategias de siempre – la propaganda televisiva y la manipulación de las instituciones– para persuadir a la renuente población a la violencia.
Francia se está viendo forzado a unirse a la débil coalición de los supuestos ‘aliados’, liderados por EUA. El enemigo fundamental no es el ISIS, sino la Rusia de Vladimir Putin, que por el momento tiene la autoridad moral gracias a su tangible ofensiva contra el ISIS.
Al puro estilo de La Odisea del Espacio de Stanley Kubrick, el patriarca francés se dirige con garrote en mano al charco de petróleo en Medio Oriente. Sin embargo, es determinante tener muy claro que no es sólo el hidrocarburo lo que se pelea, sino la lucha geoestratégica por control del territorio y la potencial salida al mar del bloque Eurasiático.
Es así como en estas tierras arrecia un conflicto múltiple, facilitado por el vacío de poder creado por la intromisión occidental, que de facto eliminó a Saddam Hussein y que ahora insiste en Bashar Al-Assad, el último baluarte de secularismo en la región.
Para lograr esto se recurrió como siempre a las ‘abejas estandarizadoras de la opinión’. Éstas se desplazan a través de los medios, radicalizando y perforando la mentalidad de la masa, para después colarse hasta sus emociones, encrespándolas en sumisión paranoica.
Los que ganan con esta crisis son los patriotas nacionalistas, que están aprovechando lo sucedido para militarizar aun más la relación doméstica con la ciudadanía y las relaciones exteriores con las excolonias como Siria. El Frente Nacional de Marine Le Pen vindica su extrema ideología con los cruentos acontecimientos. No hay que olvidar que la situación de los migrantes ya era tema caliente en Francia, por lo que la curiosa aparición de algunos pasaportes sirios añade más leña al fuego.
Los que pierden son muchos. Primero que nada está la ciudadanía francesa, a la cual se le ha canjeado su República por un Estado policiaco de corte neocolonial.
Otra que pierde es la opinión pública, esa que ya no apoya guerras desde la razón democrática, y que por eso es aterrorizada para ser cooptada en sacrificio de sus libertades civiles. Tristemente el fundamentalismo de extrema derecha resuena cada vez más que la redundante democracia.
Y qué decir del proyecto europeo, el cual ya de por sí sufría los incesantes embates migratorios, así como del desempleo generalizado y la falta de representación política estructural desde Bruselas.
Los ataques de Paris tenían como objetivo mayor a la misma Unión Europea, la cual fue violentada por una estaca que se clavó sobre su eje franco-germano, el corazón y motor del ambicioso proyecto supra nacional. El bombazo durante el partido de fútbol entre ambos países es el mejor símbolo de ello. Es por esto que el cierre de fronteras que se vislumbra, aunado al desastre en la coordinación de políticas migratorias, pudieren representar el fin de la concordia continental.
Otra que paradójicamente pierde por su debilitamiento es la ‘coalición de los desanimados’ de la OTAN, ya que ni Alemania ni Inglaterra están de acuerdo en seguir las aventuras imperialistas del Tío Sam en Medio Oriente. Esto no sólo se ve reflejado en la negativa de ambos de participar de dicha coalición, sino también en su acercamiento con Eurasia a distintos niveles. La ‘City’ de Londres ya estableció un acuerdo financiero con Beijing y su yuan, mientras que Alemania, que recientemente se negó a participar del TTIP (Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión) sutilmente se aproxima al nuevo orden multipolar.
Otro que pierde, aunque no sea tan evidente, es el grupo mercenario ISIS, ya que el mundo entero se ha percatado que es un comodín para la guerra de civilizaciones. Dicho de otra forma, el ISIS ha sido desenmascarado como una excusa para perseguir y aniquilar al mundo islámico.
La formula de la incremental violencia es la siguiente:
La Lucha de Civilizaciones de Samuel Huntington es la justificación para intervenir en tierras musulmanas, o sea, el vehículo.
El discurso de la guerra contra el terrorismo es el plan de ataque, el volante del vehículo.
El 1984 de George Orwell es el control de daños, es decir, los cinturones de ‘seguridad’ para la renuente población.
Problema-Reacción-Solución.
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