´México es una simulación de democracia´
Edgardo Buscaglia (1960-) investigador argentino
Lo que sufrimos hoy en México es el resultado de un severo desequilibrio institucional, aunado al estancamiento socio-económico de las mayorías.
Ya tenemos rato en esto de los excesos militares y sus bemoles. Si lo que más echamos a la calle es gente armada, entonces no hay que sorprendernos de que se susciten crueldades como la de los normalistas. No es que los militares sean inhumanos, al final, éstos sólo reciben ordenes. En este caso, como en muchos otros que empiezan a ventilarse en el espacio público, lo que vemos son unas fuerzas armadas emplazadas para defender el privilegio de unos pocos, que siguen escudados detrás del desgastado discurso de la inseguridad para atrincherarse con nuestros recursos.
Lo que se vende en teoría es un país renovado y lleno de pactos, pero en la práctica lo que se palpa es una mayor centralización del poder a todo nivel. Ahí cabe el dichoso Pacto por México, que ha demostrado ser no más que una estratagema priísta para someter a la oposición a sus designios dictatoriales. Para ello fue necesario vender el petróleo, ya que sin un incentivo de peso hubiere sido difícil que la hoy difunta oposición se sumase al proyecto centralista. En ese sentido, la privatización del petróleo fue el ´bono petrolero´, ese que dobló las manos y las voluntades de la otrora competencia democrática.
De una forma podemos decir que el PRI terminó de catalizar el proceso de acumulación de poder iniciado por el gobierno panista de Calderón, ese que vio a sindicatos sucumbir y a la Iglesia resurgir, para por algunos momentos disfrutar de algo llamado la derecha conservadora. El PRI le puso un alto a la Iglesia, pero ese déficit en metafísica fue cubierto con superávits en militarismo y en límites a la libertad de expresión, que ahora nos tienen arrinconados con escasez de libertades civiles como sociedad.
Y que decir de eso que quedo al frente, eso que por carecer de competencia tendría que tratarse de algo magnánimo, ciertamente concluyente. Ahí no hay más que vacilar. Lo que quedó encima, técnicamente liderándonos, es una fusión de propaganda y tele chantaje novelado, amalgama de mal gusto que se presenta con periodicidad para dar la ´buena nueva´ de un país supuestamente en vías de desarrollo.
¿Qué mejor símbolo de que el sistema busca emplazar al ejecutivo sobre el legislativo que el flamante avión presidencial? La simplificación de la política de nuestro país, a la mera proyección de un ejecutivo actor en pantalla, son el mejor ejemplo de un sistema en descomposición. El gobierno ha sembrado la ignorancia en nuestra cultura popular, lo cual irónicamente también ha devenido en frutos podridos allá arriba en la cúpula del poder. Ulteriormente, somos un reflejo el uno del otro.
Los nuevos grupos políticos que nos ´gobiernan´ son apenas sectas cortoplacistas, que exprimen las ideologías y destilan sus contenidos en su afán de enriquecerse. Lo único que buscan estos depredadores es el estrellato de clase alta. Por eso no tenemos política y mucho menos representación. Lo que la ´aristocracia´ exprés ´que heredó las riendas del poder´ quiere, es codearse con las ´buenas familias´, por eso hay que vivir en Chipinque y aparecer en el ´Hola´, para con ello presumir:
´yo no soy prole´.
Esta clase feudal de telenovela está ahí postrada, con la simple intención de tapar con sus payasadas el desfalco neoliberal del que todos somos sujetos. El que no sepamos a estas alturas quien es bueno y quien es malo ya no es casualidad. Han venido jugando a gusto con la opinión pública, manoseándola hasta el hastío colectivo. No obstante, la cosa para las mayorías no ha hecho más que empeorar, ya que un pueblo que no se provee de lo básico no puede gozar de soberanía, y mucho menos de autonomía.
Un país volteado para arriba como el nuestro es sintomático de una desconexión profunda, de un elitismo tan anquilosado que hasta vergüenza da su desmenuce. Los enormes gastos en publicidad para el ejecutivo son evidencia del desbarajuste que tenemos en el sistema de contrapesos republicano, ese que alguna vez sostuvo a la población. El presidencialismo está de vuelta como tele serie, pero esta versión incipiente sólo trastoca a los televidentes, que neciamente mantienen encendidos sus aparatos por mera esperanza.
La TV es la única herramienta con la que cuenta el sistema para hipnotizarnos, ya que las redes sociales han ayudado a mucha gente a despertar del letargo socio-político que experimentamos. No obstante, la constante incidencia de abusos ya no puede taparse ni con la mejor propaganda televisiva, por lo que una buena parte de la población ya cayó en cuenta que las fosas comunes están repletas de inconformes, y no de los ´malitos´ que pululan en algunos medios de masa.
En la práctica lo que hay es un sistema puntiagudo en lo económico y en lo castrense, ya que son cada vez menos los que lo acaparan todo, y como contraparte, cada vez más elementos armados hasta los dientes para perforar el telón de una enardecida comunidad.
La pregunta es, ¿dejaremos que esta podredumbre infecte por completo a nuestra sociedad?
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