Thursday, 16 October 2014

En búsqueda de la gloria perdida

“La conciliación entre la cultura islámica y la democracia es posible”


Recep Tayyip Erdogan (1954- ) Presidente de Turquía


Doce años de gobierno de Erdogan han demostrado su intención de recuperar hasta donde se pueda la grandeza del Imperio Otomano.

Esto nos puede ayudar a entender por qué las ganas de intervenir en la política doméstica de su vecino sirio, país multiétnico que ha demostrado ser funcional bajo el gobierno de Al-Assad. No sólo son los intereses energéticos de Ankara los que apuntan hacia la remoción de Al-Assad: también lo quieren fuera para facilitar la expansión de la ideología sunita en la región.

El legado nacionalista liberal y secular de Mustafa Kemal Pasha “Ataturk” lentamente está siendo borrado debido a la implantación de una visión islámica uniforme, la cual en su camino barre con la historia y la cultura de kurdos y otras minorías, que se tienen que someter para no ser señaladas. Ataturk fundó una nación-Estado al estilo europeo hace casi 100 años, la cual se estableció bajo parámetros liberales, para respetar a los diferentes pueblos que quedaron una vez desmembrado el Imperio Otomano. Hoy esto parece un anacronismo.

Políticos como Erdogan están deshaciendo lo hecho para imponer sus propias visiones. Según los gobernantes actuales el liberalismo, la Ilustración y demás valores occidentales no caben en la Turquia contemporánea. En esa línea, el Estado muestra un caparazón democrático  ante la burocracia global para recibir a los inversionistas extranjeros, pero en la práctica aplica una forma autocrática de gobierno, como quedó demostrado en la violenta respuesta a las multitudinarias protestas de la plaza Taksim, las cuales reverberaron a lo ancho del país.

De esto está consciente la Unión Europea (UE), la cual ha congelado su invitación a Ankara para sumarse al proyecto. Aquí caben varias razones. La primera tiene que ver con la violación de derechos humanos de los inconformes en la plaza Taksim. La ciudadanía turca no quiere un gobierno hipócrita que por un lado presume ser moderno y global, mientras que por otro llena el espacio público y mediático de propaganda mesiánica e islamismo. Esta información la obtuve gracias a varias entrevistas con la gente local.

La segunda razón por la que la UE ha olvidado a Turquía es por el torbellino en que se ha convertido el Medio Oriente. Bruselas no quisiera tener al ISIS como vecino, por lo cual la adhesión de un país fronterizo con ese tipo de problemáticas puede esperar. Chipre representa la tercera razón. Sería una incongruencia tener a dos miembros en la UE peleados a muerte, como Grecia y Turquía, los cuales tienen fragmentada a la isla mediterránea en dos partes.

La cuarta razón corresponde a la débil respuesta del gobierno turco ante los ataques del ISIS en la ciudad siria (kurda) de Kobani. Ya quedó muy claro que Erdogan prefiere lo que sea antes que ver a un Kurdistán mucho más fortalecido.

La guerra de Occidente y las monarquías árabes en contra del ISIS en Medio Oriente están removiendo odios étnicos y  sectarios, lo cual le pega de frente a Turquía, que está aprovechando la beligerancia para acabar con los “asuntos pendientes” de sus minorías. Esto quiere decir que Washington se hará de la vista gorda mientras que Ankara se “arregla” con los kurdos, ya que tener al aliado turco de su lado en contra del ISIS es la prioridad.

Comoquiera que sea, la explicación detrás del éxito de Erdogan en la política nacional no sólo tiene que ver con un islamismo que ha revalorizado a una empobrecida muchedumbre hambrienta de identidad. También tiene que ver con los logros macroeconómicos y microeconómicos que empaparon por lo menos la primera mitad de su largo mandato. 

La incorporación de Turquía al sistema internacional le significó un masivo flujo de capitales e inversiones, que hasta cierto punto se han transformado en beneficios palpables. Hoy la economía se ha estancado, con un crecimiento del 2%, pero hace una década el “termómetro” económico llegó a marcar hasta un 8% de crecimiento. Hace un par de semanas terminé mi recorrido por el  país, lo cual me permitió observar calles, carreteras, y en sí infraestructura en buen estado. Asimismo, mis pupilas fueron testigo de una cantidad interminable de edificios de vivienda en construcción. En pocas palabras, para muchas personas Erdogan ha cumplido sus promesas, y eso explica en parte por qué se mantiene en el poder. 

Turquía es un paradójico ejemplo de la cohabitación funcional entre modernidad y Estado con tintes religiosos, que no llega a ser teocrático. Esto quiere decir que es falso que las naciones del mundo consideran al liberalismo –y en sí a la cosmovisión occidental– como lo más atractivo para sus propias culturas. A esto tendrán que acostumbrarse los “ingenieros de lo ajeno”, que andan por ahí metidos en el mundo tratando de imponer una forma de vida que es considerada inferior por muchas de las potencias emergentes.

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