Friday, 31 October 2014

Estado policiaco autoritario

“La caída de la civilización moral siempre ha sido provocada por aquellos que sólo hacen su trabajo”

Jeremy Grantham (1938 ) inversionista inglés

El Estado suele ser la pieza más firme de cualquier arreglo social. Este tenderá a elaborar cualquier justificación necesaria para mantenerse  al frente de todo, pase lo que pase. Por eso siempre está latente  la posibilidad de que supere en violencia a las mismas fuerzas que  busca repeler. Aquí no importa el retroceso social en calidad de vida que se obtiene: la razón de Estado debe prevalecer.

Esta arcaica idea lleva con nosotros varios milenios. Y en esa línea los Estados no son buenos ni malos, sólo son. Eso quiere decir que la respuesta violenta no se considera dañina: se vende como un medio necesario  y ‘legítimo’ para restablecer el orden. Su empaque filosófico es el de “el fin justifica los medios”.

La estrategia consiste en definir al otro como malo, independientemente del tipo de ciudadano en cuestión, para después proceder a eliminarlo del espacio público.  En este sentido el Estado se apareja al método de exterminio, y con ello no sólo pierde su legitimidad racional, sino que también descarrila al Estado de Derecho mientras dura dicho escenario de batalla.

Es por eso que la persecución del `mal´ (el cual raramente es una categoría fácil de definir) termina con la gobernabilidad de cualquier nación. Las autoridades se comportan como un rufián más y alimentan el espiral de violencia de baja vibración que destruye la vida civilizada. En este sentido es que se dice que el Estado es fallido, ya que lo que impera durante este tipo de episodios es la violencia pura. Es entonces cuando la colectividad se centra alrededor de un nivel de consciencia inferior, ya que convierte al miedo en la base de sus relaciones interpersonales.

El miedo, a su vez, es disparador de otras emociones similares –como el odio, la frustración y la desesperanza. En esta línea, la conducta más fácilmente identificable en la ciudadanía es el egoísmo exacerbado, ese que hace de nuestros rostros y  expresiones duros reflejos de lo perjudicial que es experimentar con ese tipo de prácticas. Asimismo, la potencialización de esas emociones a gran escala  destroza cualquier sentido de civilidad, ya que el autoexilio de las calles y el aislamiento social son sus principales efectos comunitarios.

El egoísmo en torno a lo público nos lleva a la cerrazón en esa búsqueda de la seguridad perdida. Se incrementa la desconfianza hacia el vecino y cualquiera se vuelve sospechoso. De aquí surge la cultura de la denuncia, que corrobora y profundiza la desconfianza. La respuesta del Estado ha sido históricamente la misma: ofrece mayor vigilancia y rondines policiacos/militares, o sea, repartir más dosis de represión encubierta. El resultado de esto es un excesivo gasto, y por ende se obtiene una mayor burocratización de lo social, realidades que se acaban sedimentando en la cultura.

Entonces, ese tipo de política pública se engrana, por lo que requerirá cada vez más capital y enemigos reales o simulados para justificarse. Es aquí cuando el sistema se  vuelve autorreferencial, ya que el problema inicial acaba por institucionalizar esa dura respuesta que una ciudadanía cada vez más asustada exige a gritos. Esto nos basta para entender el porqué de la novedosa intención de crear otra fuerza militarizada, también envuelta en el desgastado discurso de la seguridad.

La necesidad original de restaurar el orden público transforma al que la persigue obsesivamente en una obstrucción a esa misma forma de vida civilizada que se anhela. Es en esta etapa cuando se han perdido de vista las causas que se perseguían, ya que la urgencia de legitimar lo que se hace para solucionarlo crece de forma astronómica, arrastrando en el proceso a los mismos medios de comunicación que lo informan todo. A estas alturas puede decirse que hemos pasado de la seguridad y la vigilancia como política pública al Estado policiaco como sistema, el cual por naturaleza es autoritario. La violencia y el control crecen, pero el desmantelamiento del sistema se imposibilita, ya que al final termina anquilosado y enredado con la forma de vida. Por eso es muy difícil  transitar de regreso a los acuerdos republicanos.

La paradoja del control reside en que la represión camuflada como seguridad se receta como estrategia liberadora, pero en la práctica se exacerban más el miedo y el egoísmo, lo que mina las relaciones sociales de la comunidad en el camino. La ecuación es sencilla: en ausencia de confianza en las instituciones mayor será el autoritarismo.

Tuesday, 28 October 2014

Intermediarios necios y peleoneros

"Las clases dirigentes libran la guerra en contra de sus sujetos para mantener intacta la estructura de la sociedad"

-George Orwell (1903-1950) escritor inglés

La incesante fricción en las relaciones humanas no hace más que empoderar a los políticos sobre sus representados.

El protagonismo de los dirigentes es el resultado de su involucramiento en interminables aventuras, que son vendidas como necesarias para resolver conflictos y guerras, paradójicamente a favor de la `paz´. Por eso hay cada vez más `líderes´ metidos en todo tipo de pugnas alrededor del orbe. Lo peor del caso es que no son apoyados por la ciudadanía.

Esto lleva a pensar que lo que motiva a las élites es la imperiosa necesidad de asegurarse un lugar en la competencia de lo poco que le queda de recursos al planeta, conducta que también les sirve para mantener el control en lo domestico a través del miedo. Aquí cabe el México contemporáneo, cultura que se quiere sumar a misiones globales de paz color azul, mientras que en casa arde un fuego que lo desangra en color rojo.

Sería ridículo pensar que un referendo, un pleibiscito o una consulta popular pudiesen legitimar las peripecias de nuestros patriarcas. Esa `gallardía´ de lucha ha sido su monopolio desde que construimos las ciudades. Hoy vemos cómo se prostituye todo lo que hemos creído, en lo que se nos ha educado, lo que nos han prometido. El mundo esta al revés, y lo más triste es que no vemos tierra a la vista: ese pequeño corcho que requerimos para taponar lo que nos ahoga.

Hace unos días el presidente ruso, Vladimir Putin, levantó la voz contra los mandones del imperio estadounidense, no contra su cultura, pero sí a los que jalan las riendas de la sociedad. Utilizó su discurso para aclararle a la opinión pública mundial que la estabilidad y la paz están en riesgo debido a los excesos militarescos de un puñado de avariciosos burócratas occidentales.

Putin citó invasiones extrajudiciales y uso de mercenarios en Libia, Irak, Siria, Afganistán, Ucrania y en lo del ISIS, como evidencia de los poderosos avances de Washington y la OTAN en regiones repletas de materias primas.

Dicho esto, quiero enfatizar que Putin es como cualquiera de los criticados. Las circunstancias lo están poniendo en la palestra como héroe, eso es todo. No me cae bien el neo zar ruso, pero la vileza que acontece en el terreno de los afectados, así como en los medios de masa, se ha convertido en excusa para que otros de latitudes lejanas se encrespen.

Le propongo que revise la historia, estimado lector. Las líneas que describen lo que somos están tejidas de recuentos de personajes, grupos, naciones e imperios contrincantes, que para bien o para peor han levantado sus manos en nombre de esos mismos valores que sus grandes antecesores juraron defender.

Los nuevos medios como el Internet nos están alertando sobre la podredumbre de los expansionismos basados en grandilocuencia ideológica de corte humanitario/democrático. Es cuestión de parar las antenas para realizarlo.

Ahora que estoy de viaje por el Cáucaso, región exsoviética, me he dado cuenta de que no toda la gente quiere a Rusia como esta alardea. Dicho esto, es importante diferenciar la historia de la política y sus liderazgos. A nadie le gusta sentirse controlado por nadie, especialmente si éste lo ha hecho por generaciones, como es el caso de Moscú en esta región. Con todo y eso, la gente de por acá reconoce la ardua labor de Putin, quien como dije se ha convertido en un contrapeso forzoso de Occidente.

Los población de mayor edad en Armenia y Georgia añora los salarios y el trabajo asegurado de la URSS, mientras que los jóvenes desean los gadgets más novedosos del capitalismo neoliberal. Eso sí: muy pocos con los que hablé están convencidos de las bondades y la superioridad cultural y sistemática presumida por Occidente. Saben muy bien que ellos, como los rusos, y todos los que han pasado por aquí, han venido a buscarles por conveniencia.

Por otro lado, México empieza a despertar de su inocente letargo colectivo, de su negación autoimpuesta y narcotizada. Por fin nos dimos cuenta de que lo que se hace en nuestra contra es la guerra, misma que nos dijeron aplicaban de forma temporal contra un `maldad expiable´, estratagema que ha brotado hacia la superficie y mostrado su trasnochado y corrompido lado.

Ulteriormente, no podremos salir adelante mientras sigamos dependiendo de esa burocracia infinita que ha convertido al futuro en una mentira plástica, rellena de bienes y servicios que son inalcanzables por la evidente ausencia de fichas para todos.

Necesitamos reducir nuestras expectativas de ser salvados en el mañana.

Sólo así trascenderemos los límites de nuestra codependencia con lo externo.


Sunday, 26 October 2014

Canadá se endurece

“Nuestras leyes y poderes policiacos necesitan ser fortalecidos en áreas de vigilancia, detención y arresto”


Stephen Harper (1959-) Primer Ministro de Canadá


El revuelo mediático en torno al tiroteo en el Parlamento bastó al gobierno canadiense para consolidar el Estado policiaco que venía tomando forma hace algunos años.

El miércoles pasado, dos días después de los atentados en que murió una persona y se atacó al Parlamento, la clase política, liderada por el partido conservador de Stephen Harper, aprobó la legislación C-13. Esta nueva ley permite al gobierno intervenir comunicaciones telefónicas y digitales, ese tipo de prácticas que ahora son comunes en Norteamérica. Sólo faltaba que aprobasen algo como lo que México y EUA ya tienen, para que se concretará la alineación en materia de ´espionaje legal´ tan añorada por Washington para el control de la región.

Fue la intervención en Afganistán la que inició el involucramiento canadiense en asuntos y discursos de cambio de régimen que le son característicos a EUA. Después, vino la participación en la guerra en Libia de 2011, y ahora el apoyo militar en contra de ISIS en Siria. El discurso del terrorismo como arma política tenía rato cocinándose en Ottawa.

Tomando en cuenta este contexo, es probable que los ataques de la semana pasada si tengan que ver con el resentimiento de los agresores, ya que se les logró identificar como extremistas islámicos. Comoquiera que sea, eso no implica que los atacantes sean parte de grupos fundamentalistas domésticos o extranjeros, algo que los medios de comunicaci ón omitieron durante su cobertura. En ese sentido, el gobierno debe extremar precaución, ya que criticar al Islam equivale a afectar la cultura del segundo grupo religioso de la nación (3.5% de musulmanes).

Ya sabemos que los gobiernos hacen uso de hechos aislados para justificar la imposición de políticas públicas impopulares. Que mejor evidencia de ello que los resultados de la encuesta llevada a cabo por Forum Research en junio de este año. La empresa publicó que 73% de los canadienses estaban en contra de la legislación C-13 que se acaba de aprobar. Entonces, si ya sabemos como son los políticos, mejor pasemos a indagar el por qué de la coordinación entre Washington y Ottawa en asuntos de seguridad.

Lo primero es que las conductas suelen replicarse también a niveles gubernamentales. Esto sucede especialmente cuando hay ganones en las altas esferas, como es el caso de la industria armamentista y la de vigilancia, en si, todo lo que entendemos como militarismo. Ulteriormente, los enemigos permanentes siempre le han convenido a los del poder.

Lo segundo es que existen intereses de las grandes empresas canadienses, en lo que tiene que ver con los recursos que les son necesarios para mantener sus niveles de ingresos. En pocas palabras, existen corporaciones trasnacionales domiciladas en ese país –como las mineras–, que se comportan como cualquier otra de alcance global.

Lo tercero es la relación comercial y económica con EUA, la cual se ha venido reforzando desde la firma del TLC. Aquí cabe mencionar que existen proyectos conjuntos para la explotación y la distribución de petróleo, como lo es el plan para conectar al oeste canadiense con la salida texana al Golfo de México mediante el oleoducto Keystone XL. Asimismo, está la intención de Harper de aliarse con Washington mediante el Pacto Transpacífico (TPP), el cual, de cristalizarse, otorgará más poderes a las corporaciones de ambos lados.

Lo cuarto tiene que ver con la seguridad fronteriza y el discurso del terrorismo que ha infectado al liderazgo canadiense. El cambio de la política para el ingreso al país ya lo conocemos, ya que hace unos años se nos empezó a exigir visa a los mexicanos hasta para transitar por los aeropuertos. Esto responde, por un lado, al miedo que impregna al tipo de político conservador, que prefiere tener las puertas bien cerradas. Por otro lado está la migración. El país fundador del multiculturalismo ya no quiere a más gente de la que ya tiene.

La perpetua amenaza terrorista le ha servido a Washington para legitimar su presencia en regiones repletas de recursos como Medio Oriente. Además, esto le ha facilitado la imposición de medidas de ´seguridad´ domésticas, lo que en el argot del realista se llama Estado policiaco. La síntesis de todo esto significa más militarismo y más austeridad pública e impuestos del contribuyente para solventarlo, epidemia burocrática que también ha contaminado al país de la hoja de maple.

Thursday, 23 October 2014

El señalado fugaz

“No merecemos al Presidente de la República que tenemos”


Elena Poniatowska (1932-) escritora mexicana


Responsabilizar a Enrique Pena Nieto de la situación del país es una perdida de tiempo y enfoque.

La democracia representativa que en teoría nos rige implica tener un líder electo, para ser llamado a cuentas periódicamente de acuerdo a su desempeño. En ese sentido el ejecutivo es como un director técnico, y la función de los poderes que existen en paralelo es contrapesarlo, siempre y cuando las cosas funcionen como dice el papel. 

De aquí emanan las justificaciones para el reclamo ciudadano hacia el Presidente, ya que la voluntad popular ciertamente es uno de los contrapesos más efectivos a nuestra disposición. El problema es que la democracia en nuestro país se ha desmejorado, debido a casos de flagrante corrupción como la evidenciada durante las últimas elecciones presidenciales. 

Sería muy fácil el cambiar de líder, pensando que con ello resolveríamos las cosas. La realidad es que nuestra problemática es estructural, por lo que un simple ajuste de cabeza no arreglará nada.

Lo que tenemos de facto es un sistema que busca perpetuarse a como de lugar, por lo que las elecciones `democráticas´ se han transformado en un circo. Candidatos y presidentes van y vienen, pero detrás de la parafernalia está la permanencia de una forma de hacer política que lleva siglos en el país.

Sabemos que las instituciones han perdido su lustre por tanta corrupción. La clave es entender que las está comprometiendo.

No es que haya que modificar los procesos o reglas que delimitan lo que somos, debemos vislumbrar el contorno del sistema que tiene acumulando tanto poder, que ni el fugaz  Presidente de la República pude detenerlo. Por eso creo que buscar culpables en personas, partidos e ideologías es inútil. 

La guerrillas y la inconformidad popular no son novedades en México. Lo importante es diferenciarlas de los narcotraficantes que asolan la campiña. No digo que no exista ninguna relación entre ellos, pero es fundamental distinguir sus objetivos para no generalizar el problema de la violencia bajo las mismas causas. El narco y el secuestrador fomentan la agresión para alcanzar la movilidad social que se le ha negado a las mayorías de este país. Por eso derrochan las riquezas que obtienen mediante los bienes y símbolos que le son comunes a las clases más acomodadas.

Las guerrillas, por su lado, han seguido metas distintas, que tradicionalmente han respondido a visiones marxistas-leninistas (o maoistas) de socialismo y comunismo, que aseguran son la mejor manera de obtener la justicia social. Su meta no es el derroche, si no la dignidad y el respeto como grupo.

Las guerrillas de la actualidad se rigen bajo códigos aparte de los ideológicos. Bien conocidas son las autodefensas y otros grupos paramilitares autoarmados, que se han organizado debido a la falta de seguridad, que un Estado ausente ha generado en partes del territorio nacional. Por otro lado, el caso Ayotzinapa y demás fosas comunes están catalizando a muchos a favor de la protesta y la insurgencia, desatando odios étnicos que  creíamos cicatrizados desde la revolución.

La inconformidad que está disparando la represión del Estado tiene motivos que deben ser analizados.

Lo primero a denotar es la profundización de la privatización de los bienes públicos de la sociedad, proceso que inició al instaurarse el neoliberalismo en la década de los ochenta, pero que se ha venido agudizando desde la firma del TLC. La rampante privatización de la vida social ha concentrado el poder en pocas manos, y aunque si ha habido crecimiento económico, éste se ha logrado con las espaldas de una clase trabajadora que no ha visto su poder adquisitivo crecer. El salario real no es mejor hoy que hace 30 años, especialmente si consideramos lo poco que puede adquirirse de la cada vez más inalcanzable canasta básica.

Y que decir de la subida en importación de alimentos, mismos que en el pasado eran proveídos por los agricultores que ahora se han echado a la calle en protesta. El estar comprando más del 40% de lo que comemos, por supuesta eficiencia macroeconómica, es un camino insostenible. 

En esa línea apunta la desigualdad económica que vemos. Nos hemos convertido en uno de los países más desiguales del mundo, y un mercado informal del 59% de la gente en edad de trabajar es un claro síntoma de ello. Finalmente, está la crisis económica de EUA y el cierre de la frontera debido a su profundo desempleo. Esto ha parado en seco la emigración y reducido las remesas, que aliviaban las tensiones de este lado de la frontera.

No debemos de cegarnos ante las realidades que experimentamos. Hemos convertido a la política en caja chica y a los recursos en monedas de cambio para los poderosos. El sistema neoliberal que nos aprisiona responde con los mecanismos violentos que ha venido implantando para defenderse. La represión es la única directriz que conoce.

Tuesday, 21 October 2014

Los diarios del ébola

“Lo que es verdadero de todos los males de este mundo lo es también de la peste”

–Albert Camus (1913 - 1960) filósofo francés

Enfermedades de alcance mundial como el ébola suelen ser utilizadas para politizar aun más las relaciones internacionales. Además, este tipo de epidemias suelen recordarnos que la globalización es un fenómeno primordialmente económico.

En cuanto a la politización tenemos a varios países escandalizados, al grado de querer prohibir temporalmente la migración africana. Por otro lado, algunas voces estadounidenses ventilaron la posibilidad de sellar la frontera con México, ya que aseguran que por ahí pudiere colarse el virus. ¿Y qué decir de las 4,000 tropas enviadas por Obama al oeste africano? No contento con eso, otro político pidió que se ponga en cuarentena a las naciones de donde emanó el virus, como si la vida ajena se tratase de un simple juego de mesa.

Los medios de masa han hecho muy buen negocio al elevar su novelada cobertura a niveles `histéricos´. Lo triste es que detrás de la mediatización del ébola existe una realidad de que no se habla. Lo primero a resaltar es que la respuesta a la propagación fue lenta debido a su origen africano. Aquí cabe el racismo. Abundan comentarios que justifican la epidemia como necesaria, de acuerdo a la sobrepoblación que supuestamente caracteriza a una tierra de color negro.

Otro tema que no se toca es el poco interés de las farmacéuticas en desarrollar vacunas para la población africana, ya que no es buen negocio. La clientela es pobre, y como se trata de una enfermedad mortífera, no aplican los tratamientos de largo plazo, los cuales les significan mayores ganancias.

Más entretenidas son las teorías de conspiración sobre la enfermedad, desde las que señalan a la CIA como incubadora del virus –como arma biológica para despoblar al mundo–, hasta las que aseguran que el mismo es un castigo de Dios por actos inmorales como la homosexualidad. En pocas palabras, los rumores se contagian mucho más rápido que el mismo virus.

Esta magnificación del suceso corresponde a la súper velocidad comunicativa de la era informativa en que vivimos. La interconexion del planeta es tan profunda que se imposibilita bloquearle el paso por completo al virus. El sistema está tan aclimatado a la expansión que tratar de pararlo sería arriesgar la maquinaria que mantiene con vida a la masa humana que somos.

Vale la pena traer al presente la memoria de la peste negra del siglo XIV, no para equipararla con el ébola en cuanto a letalidad, sino para ahondar en los discursos que se desprenden de esta y otras epidemias que han confrontado a nuestra especie.

La peste negra del ayer también tuvo sus conspiraciones, como las de ahora. Los acaparadores de la discusión medieval fueron los hombres religiosos, quienes no escatimaron en su dogmatismo al responsabilizar de la peste al siervo feudal `pecador´. Comoquiera que sea, todo esta vociferada no les sirvió de nada a ellos ni a la monarquía que santificaban para comprender los cambios sociales que la epidemia le indicaba al hombre medieval. La peste negra, en sus cepas bubónicas y septicémicas, mató a aproximadamente a una tercera parte de la población de Europa, algo que para muchos acabó con el sistema feudal bajo el cual se habían organizado durante siglos.

La desaparición de millones de siervos empoderó a una emergente clase media, que gracias a las tierras despobladas y a la novedosa colonización ultra marina echó a andar la etapa inicial de acumulación mercantilista que hoy entendemos como capitalismo.

Moraleja: de toda crisis viene una oportunidad, y entre más rápido las identifiquemos, más pronto inauguraremos lo que sigue.

Lo que el virus nos ha demostrado es que los poderosos tratan de aprovecharse de los débiles en momentos difíciles. Es así que las repercusiones humanas, sanitarias, políticas, económicas y mediáticas del fenómeno del ébola pueden ser vistas como una alarma de la rampante desigualdad que priva en el mundo. Hemos exacerbado las diferencias entre nosotros como nunca en la historia y estamos pagando las consecuencias de ello.

Todos gozamos de los beneficios de los mercados internacionales, su mano de obra abundante y sus productos baratos. ¿Por qué no aprovechar esta gran oportunidad para mirar a los ojos del que nos trabaja en otros lado, para comenzar a estrechar lazos con el mas allá de lo económico? Sólo cuando hayamos logrado esto podremos presumir de ser ciudadanos de un mundo integrado, y no nada más de uno globalizado.

Sunday, 19 October 2014

El lubricante incomodo

“La energía es el núcleo de la geopolítica, porque fundamentalmente es un asunto de riqueza y poder”

Hillary Rodham Clinton (1947-) política estadounidense


La caída del precio del petróleo responde a factores económicos y a pugnas geopolíticas entre los grandes productores del mundo.

A la lista de productores hay que agregar a EUA, que lleva unos años incrementando su producción petrolera gracias al fracking. Este auge energético doméstico está siendo utilizado por Obama para tratar de paliar los problemas económicos del país, ya que los números macro no han logrado estabilizarse. Lo importante a destacar, en relación con la política exterior, es que este gobierno ha convertido al fracking en una arma geopolítica.

Esta “diplomacia energética” fue la que presionó al gobierno mexicano a ceder sus reservas para la explotación. Asimismo, es esta misma estrategia de negocio la que tiene a las empresas estadounidenses explorando alrededor del mundo, en una incesante lucha por perpetuar la era de los hidrocarburos.

La desventaja de la técnica del fracking es que es más costosa que la convencional, lo cual significa que sólo será negocio cuando el crudo se venda arriba de $100 dólares el barril. Ahora que el barril ha caído por debajo de los $80 dólares, es cuando vemos la crisis de los frackeros, ya que últimamente las acciones de sus empresas han venido perdiendo valor.

Es aquí donde entran las explicaciones para entender la caída de los precios. La primera es económica. El regreso del crudo libio e iraquí está aglutinando a un mercado ya de por si saturado. Asimismo, esta sobreoferta se pronuncia aún más debido a la baja en demanda de algunos países asiáticos como China, la cual ha venido desacelerando su vertiginoso crecimiento. A esto hay que añadirle a un EUA que ha reducido algo de sus importaciones debido al boom del fracking, y por otro lado, a una Unión Europea en recesión y mermada en su producción industrial.

Más macabras que los números y leyes económicas son las intenciones geopolíticas que están detrás de la manipulación de los mercados. Entonces, el reajuste de precios correspondería a la dupla del petrodólar, la cual al actuar en unísono altera el orden de fuerzas de los grandes productores del mundo. Las potencias enemigas en la mira son obviamente Rusia e Irán, las cuales necesitan vender su crudo arriba de cierto precio para mantenerse a flote. La fortaleza de esta hipótesis recae en la tradicional alianza de EUA con Arabia Saudita. 

Es en ese sentido que Riad se habría sumado a la coalición en contra de ISIS. El pago de Washington a la Casa de Saud sería la cabeza del presidente sirio Bashar Al-Assad, figura que ambos desean eliminar para detener su acercamiento con Teherán. La debilidad de esta teoría gira alrededor de la naciente industria del fracking. Dicha manipulación de los precios tendría que ser temporal para no destruir a los frackeros. Por otro lado, Washington estaría otorgándole demasiado poder a los árabes en esta nueva etapa de “diplomacia energética”. Finalmente, prescindir de la poderosa industria del fracking significaría retrasar aún más la reactivación económica.

La otra hipótesis es más pragmática. Básicamente lo que un OPEC liderado por Arabia Saudita quiere es reventar al dichoso fracking estadounidense, con la idea de que no llegue a consolidarse como una amenaza real a la producción convencional de petróleo. Aparte están las ganas de la Casa Saud de impedir una alianza entre Washington y Teherán, los cuales muy posiblemente logren mayores avances en los acuerdos sobre energía nuclear a finales de noviembre.

Aunque no podamos estar seguros de cual teoría explique mejor lo que pasa, lo que si podemos constatar es la conducta de Arabia Saudita, que al parecer no está muy preocupada de las penurias que experimentan productores “amigos” como Venezuela. Riad practica el dumping abiertamente, cuando coloca un sin número de pedidos con anticipación a precios por debajo del actual.

La verdad es que tenemos librando guerras energéticas desde que dimos comienzo a esta civilización, por lo cual no hay que sorprenderse de lo que pasa. EUA quiere independizarse de los hidrocarburos de la conflictiva región de Medio Oriente, mientras que por otro frente tratan de someter a los europeos a sus designios energéticos. Para eso tienen que perpetuar su moneda, la cual es su mejor herramienta para mantener su hegemonía global.

Algo si le aseguro, estimado lector. Estas actitudes neomercantilistas beneficiarán a sus jugadores a corto plazo, pero a mediano y largo plazo saldrán contraproducentes, ya que tarde o temprano se consolidará un contrapeso efectivo a este dominio.

Por mientras, le recomiendo que suavice sus expectativas de una nueva era en energías alternativas. Con fracking o sin fracking seguirá la rapacidad de las transnacionales. Asimismo, continuarán las guerras energéticas en pro del control de la geoestrategia del mundo. 

El yugo de los combustibles fósiles terminará hasta que se haya secado la última gota.


Thursday, 16 October 2014

En búsqueda de la gloria perdida

“La conciliación entre la cultura islámica y la democracia es posible”


Recep Tayyip Erdogan (1954- ) Presidente de Turquía


Doce años de gobierno de Erdogan han demostrado su intención de recuperar hasta donde se pueda la grandeza del Imperio Otomano.

Esto nos puede ayudar a entender por qué las ganas de intervenir en la política doméstica de su vecino sirio, país multiétnico que ha demostrado ser funcional bajo el gobierno de Al-Assad. No sólo son los intereses energéticos de Ankara los que apuntan hacia la remoción de Al-Assad: también lo quieren fuera para facilitar la expansión de la ideología sunita en la región.

El legado nacionalista liberal y secular de Mustafa Kemal Pasha “Ataturk” lentamente está siendo borrado debido a la implantación de una visión islámica uniforme, la cual en su camino barre con la historia y la cultura de kurdos y otras minorías, que se tienen que someter para no ser señaladas. Ataturk fundó una nación-Estado al estilo europeo hace casi 100 años, la cual se estableció bajo parámetros liberales, para respetar a los diferentes pueblos que quedaron una vez desmembrado el Imperio Otomano. Hoy esto parece un anacronismo.

Políticos como Erdogan están deshaciendo lo hecho para imponer sus propias visiones. Según los gobernantes actuales el liberalismo, la Ilustración y demás valores occidentales no caben en la Turquia contemporánea. En esa línea, el Estado muestra un caparazón democrático  ante la burocracia global para recibir a los inversionistas extranjeros, pero en la práctica aplica una forma autocrática de gobierno, como quedó demostrado en la violenta respuesta a las multitudinarias protestas de la plaza Taksim, las cuales reverberaron a lo ancho del país.

De esto está consciente la Unión Europea (UE), la cual ha congelado su invitación a Ankara para sumarse al proyecto. Aquí caben varias razones. La primera tiene que ver con la violación de derechos humanos de los inconformes en la plaza Taksim. La ciudadanía turca no quiere un gobierno hipócrita que por un lado presume ser moderno y global, mientras que por otro llena el espacio público y mediático de propaganda mesiánica e islamismo. Esta información la obtuve gracias a varias entrevistas con la gente local.

La segunda razón por la que la UE ha olvidado a Turquía es por el torbellino en que se ha convertido el Medio Oriente. Bruselas no quisiera tener al ISIS como vecino, por lo cual la adhesión de un país fronterizo con ese tipo de problemáticas puede esperar. Chipre representa la tercera razón. Sería una incongruencia tener a dos miembros en la UE peleados a muerte, como Grecia y Turquía, los cuales tienen fragmentada a la isla mediterránea en dos partes.

La cuarta razón corresponde a la débil respuesta del gobierno turco ante los ataques del ISIS en la ciudad siria (kurda) de Kobani. Ya quedó muy claro que Erdogan prefiere lo que sea antes que ver a un Kurdistán mucho más fortalecido.

La guerra de Occidente y las monarquías árabes en contra del ISIS en Medio Oriente están removiendo odios étnicos y  sectarios, lo cual le pega de frente a Turquía, que está aprovechando la beligerancia para acabar con los “asuntos pendientes” de sus minorías. Esto quiere decir que Washington se hará de la vista gorda mientras que Ankara se “arregla” con los kurdos, ya que tener al aliado turco de su lado en contra del ISIS es la prioridad.

Comoquiera que sea, la explicación detrás del éxito de Erdogan en la política nacional no sólo tiene que ver con un islamismo que ha revalorizado a una empobrecida muchedumbre hambrienta de identidad. También tiene que ver con los logros macroeconómicos y microeconómicos que empaparon por lo menos la primera mitad de su largo mandato. 

La incorporación de Turquía al sistema internacional le significó un masivo flujo de capitales e inversiones, que hasta cierto punto se han transformado en beneficios palpables. Hoy la economía se ha estancado, con un crecimiento del 2%, pero hace una década el “termómetro” económico llegó a marcar hasta un 8% de crecimiento. Hace un par de semanas terminé mi recorrido por el  país, lo cual me permitió observar calles, carreteras, y en sí infraestructura en buen estado. Asimismo, mis pupilas fueron testigo de una cantidad interminable de edificios de vivienda en construcción. En pocas palabras, para muchas personas Erdogan ha cumplido sus promesas, y eso explica en parte por qué se mantiene en el poder. 

Turquía es un paradójico ejemplo de la cohabitación funcional entre modernidad y Estado con tintes religiosos, que no llega a ser teocrático. Esto quiere decir que es falso que las naciones del mundo consideran al liberalismo –y en sí a la cosmovisión occidental– como lo más atractivo para sus propias culturas. A esto tendrán que acostumbrarse los “ingenieros de lo ajeno”, que andan por ahí metidos en el mundo tratando de imponer una forma de vida que es considerada inferior por muchas de las potencias emergentes.

Tuesday, 14 October 2014

La Nobel islamofobia

`El Corán es un libro religioso lleno de odio´


Bill Maher (1956- ) comediante estadounidense


Los medios masivos occidentales están promoviendo la islamofobia en algunos de sus contenidos.


Parte de la estrategia de los poderes interesados en expandir la guerra en Medio Oriente comprende la utilización de medios de masa para tratar de convencernos de la “bondad” de sus intenciones. Es en ese sentido que los últimos premios Nobel de la paz, así como los insultos del comediante Bill Maher hacia el islam, establecen en el espacio mediático y mental una lucha civilizatoria entre buenos y malos, la cual en el caso más reciente involucra a Occidente y a fenómenos como el ISIS y el Talibán.


Cuidado: no digo que estos fundamentalistas que controlan partes de Afganistán Pakistán, Irak y Siria sean buenos. Lo que trato de decir es que la propaganda en su contra tiende a resaltar su origen musulmán, mismo credo que comparten más de 1600 millones de personas en el mundo, mismas que en su mayoría siguen su religión sin mayores problemas.


Es obvio que la educación siempre será mejor que las armas, como dijo la galardonada Malala Yousafzai al recibir el Premio Nobel de la paz. No obstante, también es cierto –aunque no se diga en TV– que radicalismos como el ISIS y el Talibán no existirían si no fuera por las perpetuas intervenciones extranjeras en esas lejanas tierras. O sea, el debilitamiento de los gobiernos locales por fuerzas externas, en casos como el de Irán (1979), Afganistán (2001), Irak (2003) y Siria (2011), ha generado vacíos de poder que son aprovechados por el tipo de ‘‘malitos’’ que hoy son el blanco de la política exterior occidental. En pocas palabras, crean monstruos eternos para luego perseguirlos.


Así pues, lo que el Premio Nobel de la paz (ilegítimo desde que se le otorgó a Obama) define es un mundo blanco y negro, que debe ser constantemente intervenido para ser “reformado”. Este comportamiento existe desde que tenemos civilización, por lo que no debemos de sorprendernos de que ahora se utilice la tecnología de punta para reforzar dicha bipolaridad. Toda expansión se ha justificado con una buena causa. En esta ocasión se nos proyecta una estrella de la emancipación femenina, que gracias a discursos compasivos con libro en mano puede desarmar al agresor.


El Premio Nobel, y en sí la plétora de valores en teoría enarbolados por Occidente (ONU), se amparan en la Ilustración y los Derechos Universales del Hombre. Lo primero que hay que enfatizar es que estos movimientos fueron europeos (después arropados por EUA y Latinoamérica), y que apenas desde el siglo pasado –gracias a la globalización– es que dichas ideas han comenzado a influir en las consciencias de africanos, árabes, turcos, persas, chinos y rusos. Comoquiera que sea, la separación de Iglesia y Estado, y en sí la modernización al estilo occidental, son anacronismos para muchos pueblos alrededor del planeta. Por eso no debemos creer que cambiarán lo que tienen por lo que se les vende, y mucho menos si se les presiona y ataca para que lo hagan.


Ningún valor puede ser universal si quien lo promulga no es congruente con él. Cuando todos pongamos al ser humano por encima del dinero, entonces podremos decir que tendremos valores universales. Por mientras habrá que conformarse con una simulación de valores universales, ya que en la práctica cada quien rompe las reglas cuando le conviene.


Los premios Nobel de Obama y Yousafzai equivalen en un sentido a una `siembra simbólica de valores´, o sea, se entregan para potencializar lo que algunos creen que debiese guiar a la sociedad. Lo desafortunado de esta forma de pensar es que choca de frente con la mentalidad de ‘‘ el fin justifica los medios’’ que paradójicamente rige al mundo. Obama no vaciló en aclararlo cuando recibió su premio hace algunos años. Dijo que la guerra podía ser ‘‘justa’’ si la causa lo ameritaba, con lo que dio por hecho que representaba al bando de los “buenos”, al igual que cualquier cruzado medieval.


En columnas anteriores detallé que el Medio Oriente contiene más de una tercera parte del petróleo y el gas del mundo. Además, la peculiaridad de esta región es que en su generalidad es musulmana. Es así como ambos hechos nos sirven para entender por qué se ha satanizado tanto al islam, especialmente desde que cayeron la Unión Soviética y su comunismo en 1991.


Entonces, el empaque ideológico contemporáneo es el Premio Nobel, que a su vez refrenda los “Derechos Universales”, y en sí a la Ilustración occidental.


Después está la realidad económica de nuestra era, que se refiere a la energía que mantiene al capitalismo y al dólar con vida, ecuación que desafortunadamente obliga a los poderosos a intervenir en tierras lejanas para conseguir los recursos.


Es por eso que lo que resulta es un choque civilizatorio, ya que al final acabas justificando el porqué intervienes en los asuntos del otro, aunque para todos sea evidente que lo haces para satisfacer tus propias necesidades.



Sunday, 12 October 2014

Telecracia militarizada

´México es una simulación de democracia´

Edgardo Buscaglia (1960-) investigador argentino


Lo que sufrimos hoy en México es el resultado de un severo desequilibrio institucional, aunado al estancamiento socio-económico de las mayorías.


Ya tenemos rato en esto de los excesos militares y sus bemoles. Si lo que más echamos a la calle es gente armada, entonces no hay que sorprendernos de que se susciten crueldades como la de los normalistas. No es que los militares sean inhumanos, al final, éstos sólo reciben ordenes. En este caso, como en muchos otros que empiezan a ventilarse en el espacio público, lo que vemos son unas fuerzas armadas emplazadas para defender el privilegio de unos pocos, que siguen escudados detrás del desgastado discurso de la inseguridad para atrincherarse con nuestros recursos.


Lo que se vende en teoría es un país renovado y lleno de pactos, pero en la práctica lo que se palpa es una mayor centralización del poder a todo nivel. Ahí cabe el dichoso Pacto por México, que ha demostrado ser no más que una estratagema priísta para someter a la oposición a sus designios dictatoriales. Para ello fue necesario vender el petróleo, ya que sin un incentivo de peso hubiere sido difícil que la hoy difunta oposición se sumase al proyecto centralista. En ese sentido, la privatización del petróleo fue el ´bono petrolero´, ese que dobló las manos y las voluntades de la otrora competencia democrática.


De una forma podemos decir que el PRI terminó de catalizar el proceso de acumulación de poder iniciado por el gobierno panista de Calderón, ese que vio a sindicatos sucumbir y a la Iglesia resurgir, para por algunos momentos disfrutar de algo llamado la derecha conservadora. El PRI le puso un alto a la Iglesia, pero ese déficit en metafísica fue cubierto con superávits en militarismo y en límites a la libertad de expresión, que ahora nos tienen arrinconados con escasez de libertades civiles como sociedad.


Y que decir de eso que quedo al frente, eso que por carecer de competencia tendría que tratarse de algo magnánimo, ciertamente concluyente. Ahí no hay más que vacilar. Lo que quedó encima, técnicamente liderándonos, es una fusión de propaganda y tele chantaje novelado, amalgama de mal gusto que se presenta con periodicidad para dar la ´buena nueva´ de un país supuestamente en vías de desarrollo.


¿Qué mejor símbolo de que el sistema busca emplazar al ejecutivo sobre el legislativo que el flamante avión presidencial? La simplificación de la política de nuestro país, a la mera proyección de un ejecutivo actor en pantalla, son el mejor ejemplo de un sistema en descomposición. El gobierno ha sembrado la ignorancia en nuestra cultura popular, lo cual irónicamente también ha devenido en frutos podridos allá arriba en la cúpula del poder. Ulteriormente, somos un reflejo el uno del otro.


Los nuevos grupos políticos que nos ´gobiernan´ son apenas sectas cortoplacistas, que exprimen las ideologías y destilan sus contenidos en su afán de enriquecerse. Lo único que buscan estos depredadores es el estrellato de clase alta. Por eso no tenemos política y mucho menos representación. Lo que la ´aristocracia´ exprés ´que heredó las riendas del poder´ quiere, es codearse con las ´buenas familias´, por eso hay que vivir en Chipinque y aparecer en el ´Hola´, para con ello presumir: 

´yo no soy prole´. 

Esta clase feudal de telenovela está ahí postrada, con la simple intención de tapar con sus payasadas el desfalco neoliberal del que todos somos sujetos. El que no sepamos a estas alturas quien es bueno y quien es malo ya no es casualidad. Han venido jugando a gusto con la opinión pública, manoseándola hasta el hastío colectivo. No obstante, la cosa para las mayorías no ha hecho más que empeorar, ya que un pueblo que no se provee de lo básico no puede gozar de soberanía, y mucho menos de autonomía. 


Un país volteado para arriba como el nuestro es sintomático de una desconexión profunda, de un elitismo tan anquilosado que hasta vergüenza da su desmenuce. Los enormes gastos en publicidad para el ejecutivo son evidencia del desbarajuste que tenemos en el sistema de contrapesos republicano, ese que alguna vez sostuvo a la población. El presidencialismo está de vuelta como tele serie, pero esta versión incipiente sólo trastoca a los televidentes, que neciamente mantienen encendidos sus aparatos por mera esperanza. 


La TV es la única herramienta con la que cuenta el sistema para hipnotizarnos, ya que las redes sociales han ayudado a mucha gente a despertar del letargo socio-político que experimentamos. No obstante, la constante incidencia de abusos ya no puede taparse ni con la mejor propaganda televisiva, por lo que una buena parte de la población ya cayó en cuenta que las fosas comunes están repletas de inconformes, y no de los ´malitos´ que pululan en algunos medios de masa.


En la práctica lo que hay es un sistema puntiagudo en lo económico y en lo castrense, ya que son cada vez menos los que lo acaparan todo, y como contraparte, cada vez más elementos armados hasta los dientes para perforar el telón de una enardecida comunidad.

La pregunta es, ¿dejaremos que esta podredumbre infecte por completo a nuestra sociedad?

Thursday, 9 October 2014

Una Turquía empantanada

“Prefiero un Estado Islámico expandido a un Kurdistán consolidado”


Recep Tayyip Erdogan (1954-) Presidente de Turquía


Las protestas alrededor de Turquía no se hicieron esperar, ya que las fricciones entre los kurdos y el gobierno central se han incrementado debido al fenómeno ISIS.

Más de una docena de muertos y cuantiosos heridos han dejado las multitudinarias manifestaciones en los últimos días, en por lo menos diez ciudades de Turquía. El enojo de los kurdos, que integran por lo menos al 30% del total de población, tiene que ver con la actitud del presidente Erdogan y sus ministros, en relación a los violentos ataques de ISIS en la ciudad siria de Kobani, un bastión kurdo ubicado muy cerca de la frontera con Turquía. 

El Estado turco está ignorando la grave situación de los kurdos en Kobani, y eso es lo que está levantando las pasiones de esta milenaria etnia. Al parecer Erdogan y su gobierno están dispuestos a ver la debacle de un experimento de autogobierno plural e incluyente, como el que lleva un par de años operando en Kobani. Más aún, Ankara no quisiere fortalecer a los kurdos vecinos, ya que pudieren convertirse en ejemplo para los kurdos que habitan del lado turco. En esa línea, enfrentar en este momento a los kurdos sirios sería desatar de nuevo la guerra interna en Turquía, con unos kurdos del PKK que tienen rato que bajaron sus armas a favor de la paz.

Lo que más le molesta a los kurdos, que están protestando también en algunas capitales europeas, es que Erdogan tenga abierta la frontera con Siria para dejar entrar a los heridos de ISIS para ser tratados en hospitales turcos. Por otro lado, por esa misma porosa frontera es por donde Ankara provee armas a elementos de ISIS, secreto que es de dominio público aquí en Turquía. Lo hipócrita es que los kurdos de Turquía no pueden pasar la misma frontera con destino a Kobani para apoyar a los suyos, ya que Ankara les está negando el paso.

EUA se está haciendo de la vista gorda en lo del sitio de Kobani, ya que es muy factible que necesitarán de las bases aéreas turcas para las aventuras de la `coalición´ contra la hidra ISIS. Asimismo, la inutilidad de los bombardeos desde el aire hacen muy posible una intervención terrestre, y como Turquía es el miembro de la OTAN con el segundo ejercito terrestre más numeroso, se antoja difícil que Washington haga algo que sabotee la alianza.

Occidente ayuda a los kurdos de Irak por el simple hecho de que tienen petróleo. Los kurdos sirios como los de Kobani no son apoyados, paradójicamente, por que los intereses de la `coalición´ en Siria son distintos. Los medios nos venden a ISIS como amenaza absoluta, pero en la práctica se está escribiendo una historia distinta para cada región kurda.

Estos son los hechos más nuevos, pero el contexto sigue siendo el mismo de siempre. Sabemos que ISIS fue financiado y armado por la `coalición´ que ahora lucha en teoría para eliminarles. Ulteriormente, EUA y Turquía no quieren debilitar a ISIS en Siria, ya que al final todos abanderan el mismo objetivo: eliminar a Bashar Al-Assad por la fuerza.

Comoquiera que sea, existe una posibilidad de que esto se haya salido de control, y que algunas facciones de ISIS estén logrando un grado de autonomía de sus financiadores, debido a los cobros de `piso´ generalizados (tomándose atribuciones de estado paralelo) y las  ventas ilegales de petróleo desde donde se emplazan.

En ese sentido, es plausible que elementos de la terrorífica agrupación quieran deshacer las arbitrarias fronteras trazadas por las potencias imperiales al desmembrarse el imperio otomano el siglo pasado. O sea, un califato Islámico a la ISIS representaría la eliminación del concepto de nación impuesto para pueblos como los de Irak y Siria. De ser así, los guerrilleros recrearían el pasado, recuperando la idea del Califato. De cristalizarlo estarían dando un paso adelante hacia el futuro, en cuanto a la cada vez más factible reestructuración de Medio Oriente bajo lineas étnicas y sectarias, como efecto de tanta injerencia extranjera. 

Pase lo que pase, uno de los resultados seguros es el debilitamiento de algunas de las naciones que fueron gestadas por Francia e Inglaterra a inicios del siglo pasado. Es así que las intromisiones estadounidenses (desde el 11 de septiembre de 2001) acelerarán este proceso, abriéndole inesperadamente el camino al mismo ISIS, pero también a países como Turquía y Arabia Saudita, en su lucha por reforzar a como puedan sus intenciones expansionistas.

Turquía iba en buen camino hacia la paz, pero este torbellino cruzado de Occidente está removiendo odios étnicos que ya se habían calmado. Asimismo, los vacíos de poder creados por esta nueva aventura imperial están dándole oportunidad al Riad de extender su yihadismo, con ganas de llevar su influencia hasta donde se pueda.

Esto de ISIS se está convirtiendo en una distracción mediática de la lucha por las rutas energéticas en el siglo XXI, como también de la destrucción de la nación como concepto vigente en Medio Oriente, a favor de formas de vida más tradicionales.