Emociones fuertes como el enojo, la frustración, el miedo y la tristeza son comunes, no sólo porque forman la base instintiva de nuestro ser, si no porque también son emociones muy densas, fácilmente identificables, a las cuales regresamos en eterna recurrencia.
Digamos que es muy fácil enojarse porque conocemos perfectamente lo que eso representa desde el sentimiento, un camino bien trazado por costumbre que irónicamente se vuelve adictivo. Me tropiezo con la misma piedra porque nunca la quito del camino.
Sin embargo, hay un mecanismo mucho más complejo que hace de las emociones fuertes nuestro pan de cada día. Con esto me refiero a la función especifica del ego de 'apropiarse' de todo lo que percibe. Entonces, cuando surge una emoción densa el ego reclama autoría mediante la culpa y su mascara mental el ' yo '. Es así como en vez de sentir la emoción en si misma, observándola para identificar sus límites y dejarla pasar, la culpa la ancla a la personalidad del individuo que la experimenta, hacióndolo creer que es el en si mismo el completamente culpable de tal emoción, y no solamente alguien que convencionalmente sufre o reacciona por lo que siente en algún momento. Ulteriormente, no es que la mente se nuble por las emociones, si no que la mente les teje un capullo para interpretarlas desde su propio lenguaje.
Hay que recordar que las emociones densas pueden dispararse por factores inconscientes y externos a nosotros mismos. Y aunque siempre somos responsables de una parte de ellas, por el hecho de que somos su plataforma, y que, como dije, las reforzamos con nuestra culpabilidad 'yo-ica', dichas emociones terminan rellenando el relieve de nuestra mente y sus pensamientos. No logramos salir del denso abismo emocional que vivimos porque un simple pensamiento de culpa las mantiene ahí pegadas a nuestra percepción, como un globo lleno de gas que no puede volar porque nuestra mano culposa las empuña, aferrándose a su delgado hilo. 'Yo soy mi enojo, yo soy mi miedo, yo soy mi tristeza', et cetera. Usamos al drama como lapiz para escribir las historias y mitos que pululan nuestras cabezas.
Por otro lado, es obvio que el ego también se atribuye -sin culpas- las emociones positivas que fertilizan nuestro camino de éxitos y satisfacciones. Pero para que eso suceda primero tenemos que eliminar nuestra culpabilidad y autoría de todo lo que justificamos como malo. En ese sentido, es mucho mejor tener que lidiar con un 'yo' que se jacta de cosas positivas que de cosas negativas.
Por eso, y de forma practica y simple, visualiza con consciencia ese mecanismo culposo emocional que te obstaculiza un presente tranquilo y pacífico. Una vez que identifiques donde están las piedras con que chocas, podrás ver con mayor facilidad esas puertas y ventanas que siempre estuvieron ahí a un lado del bagaje emocional que reiterabas, para ser sutilmente abiertas por un deseoso ser latente.
Suelta y deja ir eso a que te aferrabas por costumbre y necedad mental.
Permítete sin culpas avanzar hacia tu propio destino.
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