Friday, 14 April 2017

De máscaras y proyecciones




Se pude decir que para los ocho años el niño ha estructurado su sentido del ' yo ', o sea, la punta del iceberg en cuanto a la identificación con el mundo exterior. Dicho de otra forma, el ' yo ' no hace sentido si la mente no está llena de palabras y nombres en forma de ideas que la persona otorga a lo que percibe. Es así que el ' yo ' solo sirve de referencia cuando se explica y justifica dentro de un esquema mental que lo sustenta. 
(Yo) veo un pájaro, y ese pájaro está en una jaula, y la jaula está en la selva, y la selva está en México, et cetera. En este ejemplo el individuo se relaciona con el mundo a través de las proyecciones que le ha impuesto en forma de categorías y etiquetas, las cuales alguna vez tomaron significado mientras se almacenaban en la memoria. En esa línea, la 'máscara' que utilizamos en la interacción con otros seres es una conceptual, la cual irónicamente no representa lo que somos en esencia, si no que es más un mapa mental de símbolos y lenguajes convencionales. 
La peculiaridad de éste sistema es que es antes que nada social, y solo es desde ahí que construimos las identidades que cargamos durante nuestras vidas. Si yo encierro a un gemelo y lo libero a la par del otro algunas décadas después, éste será prácticamente un ente que se rige a nivel instintivo-emocional, desprovisto de las herramientas y reglas conceptuales de lenguaje que su otro gemelo si porta. Es así que no 'entenderá' lo que su gemelo 'educado' si comprende, por lo cual pasará por el mundo sin grandes complicaciones existenciales, mostrando una conducta más parecida a la de un animal que la del humano. 
Lo curioso es que la máscara conceptual que cargamos no se nota cuando participamos en cualquier colectividad, ya que en un sentido se 'disuelve' entre los participantes de máscaras similares. Nuestro ser se pierde entre las proyecciones que arrojamos en afán de certeza 'ontológica', lo cual cura temporalmente el aislamiento y la soledad que nos caracteriza.
El problema más grande radica en tener que lidiar con esa máscara cuando estamos solos. No es que nuestra cabeza nunca pare de pensar, si no que lo que realmente no sabemos es como lidiar con algo que es más de orden social y colectivo que unitario y personal.
La paz interior, entonces, pudiere equivaler a darse cuenta que la mente es antes que nada un constructo social, que tal vez no requiera de tanto poder y dominio, especialmente cuando estamos indagando en lo que somos en esencia como  personas.

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