Esta muy
de moda como negocio todo lo relacionado a salvar al medio ambiente, al
planeta, al mundo, a la ecología, et cetera. También se ha vuelto común el que nuestras
autoridades se encarguen de definir cuales son nuestras áreas verdes y públicas.
En estas líneas podemos identificar dos tipos de liderazgo, el privado y el público.
Pero la peculiaridad del liderazgo público es que solo actúa como un
representante de la gente, la cual bajo un sistema republicano es técnicamente
la que manda, y que consecuentemente decide que espacios verdes y públicos
prefiere para hacer comunidad.
Esto
quiere decir, que aunque se agradece el interés de las autoridades por definir
los espacios públicos para nosotros, creo que esto se ha convertido en la
creación de una nueva dependencia para la comunidad. O sea, la ciudadanía le
esta otorgando poderes al Estado que teóricamente ya tiene, enfatizando la
injerencia de un Estado gradualmente más grande y costoso, en los menesteres que una comunidad en
desarrollo de autonomía propia debiese estar haciendo por si misma.
La
paradoja de San Pedro, Garza García es que se presume como una entidad blindada
de la violencia, que abre espacios públicos dentro de un área que comoquiera
que sea ya esta enclaustrada, gracias a
políticas provincialistas que han separado y segregado al municipio de otros
que forman parte del area metropolitana. Se ha justificado un aparato de seguridad a
nuestra costa, y cuando la misma ha sido vulnerada, básicamente se ha culpado a
factores externos. O sea, la fantasía llamada San Pedro, Garza García no puede
ser la culpable de nada.
Creo que
al final lo determinante para las calles y plazas no es si están hechas para
peatones o para automóviles. Lo importante esta en relación a quienes le ayudan
al pueblo a ‘tomar’ lo que desde un principio ya le corresponde. Si la gente
no toma lo suyo, siempre habrá alguien que buscara dárselo, pero nunca lo hará
gratis: el privado buscara la ganancia
económica y el Estado lo justificará como capital político. Habría que
preguntarnos si nuestro sistema republicano
esta siendo respetado con la excesiva injerencia del Estado, y por otro
lado, si es que no estamos dejándole nuestros espacios – y responsabilidades –
a algún inversionista que busca la ganancia a corto plazo. No estoy en contra
que existan gobiernos ni iniciativas privadas. Pero tampoco es correcto que se
lleven lo que nos corresponde en afán de ‘salvarnos’. Al final el que paga los
impuestos es la ciudadanía, y allí ya se incluye la defensa original de los
espacios verdes y públicos.
Lo mismo
pienso de todo lo relacionado a las crisis ambientales. Que bueno que exista
gente interesada en resaltar la labor que puede hacerse también desde lo privado
para hacer consciencia. ¿Pero donde se establecen los limites de libertad de
maniobra que puede tener un privado sobre los intereses del público, otra vez,
en afán de salvarnos? Es obvio que mucho del ‘discurso verde’ que esta tan de
moda busca hacer relevante al consumismo en una era de crisis múltiple. Pero
como resultado están convirtiendo al fenómeno – y en muchos casos a la
naturaleza en si misma en un commodity
(producto) -, que puede ser vendido y adquirido por el mejor postor. No digo
que esto no logre hacer consciencia, pero me parece una forma muy limitada de
acción.
Creo que
la reciprocidad orgánica – el darnos cuenta que la base de la vida y de todo lo
demás esta fundamentalmente ligado a la naturaleza de la cual formamos parte - es mucho mas económica y urgente, y que esta no
empodera a nadie más que a nosotros mismos. Desde esa base podemos consolidar la consciencia necesaria, buscando
reactivar a la comunidad horizontalmente, pero siempre en en conjunción con la
naturaleza. Desde ahí pudiésemos estructurar la también urgente necesidad de
reformulación del pacto social con las autoridades e iniciativa
privada, haciéndoles saber nuestras prioridades. La naturaleza existe
previamente a cualquier arreglo social e ideológico, y creo que si seguimos
tratando a la naturaleza como oportunidad no llegaremos muy lejos.
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