Monday 19 November 2012

El chivo expiatorio y la razón política





La historia de la humanidad esta llena de culpables, y sospecho que el primero pudo haber sido el otro, el diferente. Esto pudo haberse creado al momento que terminó de estructurarse  el ego en nuestra especie. En este sentido el ego se volvió un mecanismo de defensa individual, que sirvió para ocultar nuestros más profundos miedos. Es así que nos embarcamos en la tarea de proyectarle nuestras ansiedades a la persona de enfrente, para que cargase con nuestras expectativas.

Fue por eso que se invento la política, como una manera de no solo guiar a la gente a algún fin común, si no para otorgar también identidades (egos) colectivas, que nos hicieran sentir especiales en contraposición a otros que  a su propio tiempo hacían lo mismo.  Es por eso que podemos ver a la historia ‘civilizada’ de la humanidad como la invención perpetua de chivos expiatorios – enemigos – que de alguna forma estropean el camino para nuestra realización personal o la de nuestros semejantes. El chivo expiatorio es montonero por naturaleza. Si se esta en contra de lo que alguien determinó como malo se es tildado de traidor o vende patrias.

El enemigo tiene una cara doble, por un lado cumple con la función antropológica de unir al grupo bajo un fin común. ‘Nos identificamos como similares a diferencia de aquellos’. Y por el lado político tiene la finalidad de encumbrar al líder de tal grupo que representa nuestra identidad, como el que también se encargara de lidiar la batalla contra el enemigo en cuestión, que pone en entredicho la supervivencia de nuestra   colectividad. Esto fortalece al líder en ambos sentidos, en la homologación del grupo, y en el refrendo de su poder al frente del mismo.

Si nos llevamos esto a los ejemplos entendemos como el judío se convirtió en enemigo, así como también el sarraceno (musulmán medieval). Más aun, esto nos sirve para entender porque se justificaron las Cruzadas y el Colonialismo, el porque se vilificó al comunista y al terrorista, etc.  Entre la larga lista de chivos expiatorios confieso que el mas ridículo - pero sublime a la vez - es el diablo. Este representa la superstición del mal en si mismo para la jerarquía católica, y en muchos casos, su iconografía es el reultado de la fusión de varios  animales, siendo uno de ellos  el chivo.

El chivo expiatorio focaliza la atención y la consciencia publica, y en consecuencia moldea  nuestra psicología social. O sea, lo que pensamos acerca de nuestra sociedad y como debe regirse, esta influenciado siempre por visiones externas que buscan mejorarla, depositando a la colectividad en un recipiente que acumula la perpetua ansiedad por lograr esos fines que se nos han establecido como los ulteriormente más refinados.

El chivo expiatorio de moda en México tiene distintas formas de abordarle, y propongo tres.  Por un lado el hecho de que importamos de Estados Unidos un chivo expiatorio denominado ‘droga’, donde su persecución se volvió imperativa para el Estado.  Algunas sustancias alteran la consciencia a niveles que en algunos casos hacen que la gente reflexione sobre su situación personal y colectiva dentro del grupo. O sea, hacen que la gente se cuestione, y esto abre la posibilidad de que incluyan las relaciones de poder y autoridad en su lista de cuestionamientos. Octavio Paz llama a esto una disidencia de opinión con carácter espiritual. En este sentido la droga es una amenaza en el doble sentido que ya explique, en el antropológico y el político. O sea, pone en entredicho al grupo de forma mental, abriendo la posibilidad de que se dude del  rol o participación de cada quien, lo cual a su vez es riesgoso para la estabilidad de la posición de quien nos organiza y controla.

Pero la droga no se convierte en amenaza por si misma, ya que para que esta tome su carácter político necesita engarzarse con fenómenos sociales que también pueden aprovechar ser expiados, en el afán de colocarlos simbióticamente a todos como malos. Esto quiere decir que muchas veces yo le hecho la culpa al otro de cosas que no he resuelto conmigo mismo, y el mejor ejemplo aquí es Hitler y su odio a los judíos. Ellos eran todo lo malos, según el Fuhrer, pero detrás de esto se escondía una realidad social germana paupérrima. Esto quiere decir que el chivo expiatorio no  solo une y refuerza al líder, detrás de  su creación y proyección se esconde algo propio.

El líder mexicano amarró a la droga con el fenómeno de los ‘malitos’, que se han vendido como un grupo de gentes que hacen el mal intrínsecamente, y que lo hacen en conjunción con un sustancia previamente expiada como la droga. Son cosas distintas, pero se matan dos pájaros de un tiro. A lo que voy con todo esto es que Estados Unidos podrá tener sus propias razones para tener ilegal a la droga, pero México aprovechó las suyas cuando  importó esa idea.

En nuestro caso he dicho hasta el cansancio - que al igual que en los tiempo de Porfirio Díaz se les llamaba ‘pelones’ a los pobres inconformes - hoy nuestro país ha hecho de los malitos el ‘chivo expiatorio’, que esconde detrás una realidad de estancamiento y de falta de movilidad social para millones. Esto se ha ido gestando como resultado de  las ultimas tres décadas de neoliberalismo y del fracaso del éxodo rural pos-revolucionario, pero se ha venido agravado en los últimos años.

En este sentido es que podemos entender el pacto social al que fuimos obligados a participar en los últimos años. Aceptamos una guerra contra los 'malitos' que hacían de la droga (inicialmente) su forma de vida. Aunque no lo justifico, también he dicho que la droga ha sido una forma de movilidad para muchos que han estado fuera étnica, cultural y económicamente del progreso en este país.

Por eso - ahora que Estados Unidos esta legalizando la marihuana -  y que la guerra contra algunas drogas se convierte en un anacronismo, me parece que la estrategia perseguida se ve clara. Se buscó los tres factores que anteriormente explique. Primero, le compramos la guerra a Estados Unidos, el cual de forma geoestratégica y geopolítica decidió que era de su interés el que México funcionase como su propio chivo expiatorio, desviando la atención  mediática lejos de sus propios problemas estructurales. Segundo, el presidente de México necesitaba de legitimidad, en un momento en que la elección había puesto en duda, no solo su triunfo, si no todo el sistema democrático nacional. Esta parte política de la ecuación le daba también ímpetu a la antropológica, ya que se le daba a la gente una nueva significación ante una crisis de desigualdad socio-económica: el de un pueblo unido y cruzado en contra del mal que le aquejaba. 

Ulteriormente todo esto encajaba perfectamente en el cumplimiento de la variable de nuestra disuasión mediática propia, donde se buscaba mantener al inconforme lejos del espacio de representación mediática y social. Los millones de inconformes con el sistema se volvieron en sus victimas - ahora en este nuevo contexto de persecución - chivos expiatorios de una carne asada que parece no tener fin.

No te pierdas este video didáctico sobre el concepto del chivo expiatorio:

http://www.youtube.com/watch?v=EbqtUN8U3aI&feature=relmfu


  

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