La reforma protestante luterana
del siglo XVI le permitió a algunas regiones el romper con una visión
monocromática de la vida. La Europa medieval había visto el surgimiento de una
clase media mercantil, que bajo la tutela del Rey, había hecho del individualismo una realidad cultural que la
nueva religión luterana solo corroboraba desde el pulpito de la creencia
organizada. Esa decisión le
permitió al norte desprenderse de
la influencia católica del sur, la cual en esa época era una presión asfixiante
para la aristocracia y demás clases medias que buscaban alternativas sociales.
Pero estas luchas de poder siempre se hicieron al nivel de las clases más
establecidas, nunca con las masas populares mayoritarias. Un resultado de ello
fue el surgimiento de potencias económicas y culturales novedosas como Alemania
y los países escandinavos.
La Europa de hoy es en muchos
sentidos el resultado de esa división, misma que en los últimos siglos se ha
exacerbado por factores económicos. Pero aunque el continente es básicamente secular, existe hoy una
ideología y forma de vida que ha tomado la batuta como novedosa creencia ‘religiosa’. Con esto me refiero
al neoliberalismo y el libre mercado que en muchos sentidos se ha vuelto el
dogma fundamentalista de la Unión Europea que - con instituciones como el Banco
Central Europeo, El Banco Alemán y La Comisión Europea - nos enseña que el poder continua en los
altos niveles políticos y financieros, más que con la población en general.
Todo esto se da en tiempos ‘republicanos democráticos’ que teóricamente ya
habían trascendido la verticalidad de las decisiones.
Los problemas que aquejan a la
Unión Europea, y a muchos de sus miembros nacionales, van desde los migratorios
(que han posicionado al multiculturalismo
como un fenómeno ‘fracasado’) hasta los de mercados laborales y de ideología
política. La realidad es que se ha exacerbado la actitud anti-inmigrante en
general ya que mucha gente culpa a los extranjeros de estarse llevando la mano
de obra local. La realidad es que Europa se ha vuelto improductiva y lo poco que se manufactura se hace de
forma más eficiente y automatizada, haciendo de los grandes caudales laborales
un anacronismo.
Algunos quisieran regresar a las
fronteras políticas nacionales (bloqueando el tratado Schengen que las eliminó
en función de un súper estado), ya que creen que esto pudiera frenar la
migración. Pero esto es imposible si tomamos en cuenta el sueño fundacional que
buscaba la integración total de la política, la economía y la cultura. Cerrar fronteras dificultaría
el intercambio comercial, el flujo del euro como moneda común, y obviamente el
libre movimiento de trabajadores a
través de los países miembro.
Aunque mucho de esto es mera
retórica, existen países que se
están quejando, ya que sus
trabajadores no reciben trato preferencial dentro de la Unión. Aquí incluyo a
Polonia, Hungría, Rumania y Bulgaria, que están siendo tratados injustamente
por los europeos occidentales. No solo se les paga menos que al trabajador de
las grandes potencias, si no que simple y sencillamente se les dificulta el libre movimiento de un país a otro
en busca de trabajo. La discriminación étnica intra-europea es una realidad
inexorable. Es por eso que muchas ideologías hoy se han cargado hacia lo
puramente xenofóbico.
Pero la base fundamental de la
problemática europea es, repito, el dogma económico y de deuda financiera que
hoy tiene en la lona a los griegos, italianos, españoles, portugueses, e irlandeses. Existen niveles de desarrollo
y riqueza, y dentro de ellos podemos destacar a los países escandinavos, que
liderados por noruega han hecho de la Unión Europea algo muy debatido. Noruega no forma parte de la Unión ni
del Euro, ya que cuenta con enormes recursos petroleros que le permiten
negociar tratados específicos con el bloque entero o con sus partes. Este país de legado luterano hoy se
vanagloria de las ventajas económicas y sociales que su nacionalismo le
otorgan. Al parecer la división económica del día de hoy se da en función de
aquella división religiosa de antaño. Pero no toda nación tiene esa opción como
los noruegos. Los mediterráneos
católico-cristianos están fundidos en sus propia deudas y sin grandes recursos
naturales para salir adelante. Además su clase trabajadora se ha hecho
redundante gracias a la globalización.
Hoy el dogma no le
esta permitiendo a algunos vislumbrar alternativas económicas como tampoco se les permitía a otros en el pasado rezarle a
sus dios de manera distinta. Es
claro que esta vez la independencia
absoluta es imposible, ya que Europa como bloque geo-político regional
se ha vuelto una necesidad ante los embates de oriente y de las Americas.
La ortodoxia económica que es
liderada por Alemania solo ha sido puesta en entredicho por Francia, que con el
nombramiento de un presidente socialista ha abierto la posibilidad para el
cambio. Pero es muy factible que esto solo cuestionara al dogma como se hizo en
el pasado. O sea, el protestante
es tan cristiano como el ‘socialista’ es capitalista. Por eso no espero que
Francia nos sorprenda con la trascendencia del paradigma. De lo contrario, no
tarda mucho en que la lógica de los grandes capitales y el consumo coopten sus
ganas de transformación. Por eso dejo este articulo de forma inconclusa y con
una disyuntiva.
¿Habrá alguien que este
dispuesto a hacer algo distinto – cambiando completamente de dogma económico –
sin necesidad de romper con el molde europeo? ¿O se ha vuelto imposible el
pensar de forma autónoma ante una realidad mundial avasalladora que lo limita?
¿Podrá la ciudadanía por fin hacer valer sus derechos o se mantendrá el
elitismo?
Lo que a mi que queda claro es, que aunque
nadie busque una Reforma a como son las cosas, las realidades sociales rebasaran
al poder de la Unión Europea para mantenerse a flote. Se ha vuelto muy difícil
sostener relaciones de poder en las que las enormes mayorías son sometidas en
contra de su voluntad para mantener sistemas injustos. Esperemos que por el bien de todos esta región tan
civilizada logre salir adelante.
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